Una clara apuesta al humor negro
The Host (Gwoemul, Corea del Sur/2006). Dirección: Bong Joon-ho. Con Song Kang-ho, Byeon Hie-bong, Park Hae-il, Bae Du-na y Ko Ah-sung. Guión: Baek Chul-hyun y Bong Joon-ho. Fotografía: Kim Hyung-ku. Música: Lee Byung-woo. Edición: Kim Seon Min. Diseño de producción: Ryu Seong-hie. Producción hablada en coreano y en inglés con subtítulos en castellano y presentada por Alfa Films. Duración: 119 minutos.
Nuestra opinión: Excelente
The Host es la confirmación rotunda de que todavía hay posibilidad de sorpresas dentro del cine popular, de que una producción llegada desde un país tan lejano como Corea del Sur puede seducir -como bien lo hace el cine de Hollywood en todas partes- a los públicos más diversos, y que el entretenimento pasatista también puede estar bien hecho, ser inteligente y ofrecer incluso una mirada política sobre el estado de las cosas en el mundo. Fenómeno internacional desde su estreno en el Festival de Cannes 2006 (en su país fue visto por más de 13 millones de espectadores), este tercer largometraje de Bong Joon-ho tiene como punto de partida un hecho real que sacudió a la sociedad coreana: en febrero de 2000, un empleado de una base militar estadounidense volcó residuos tóxicos en el río Han que atraviesa Seúl. Lo que no ocurrió entonces, pero sí surgió de la imaginación del talentoso guionista y director de Perro que ladra no muerde y de Memories of Murder , es que esos desechos terminan provocando el surgimiento, seis años más tarde, de un monstruo mutante que todo lo devora y que, en la comparación, deja a Godzilla, King Kong, Tiburón y Alien como ejemplos de recato y moderación.
El monstruo ataca
La contraparte de ese monstruo de gigantescos tentáculos son los integrantes de varias generaciones de una patética familia de clase media-baja que se convertirán en héroes involuntarios en sus múltiples, incansables intentos por rescatar a la hija menor de las garras de semejante fuerza surgida de las profundidades. Las dos horas de adrenalínico, vertiginoso relato se siguen con la ligereza y el disfrute que este tipo de historias siempre absurdas y excesivas requieren.
Es probable que aquellos no demasiado iniciados en el género se sientan un poco perturbados por el festival de cuerpos despedazados y de baños de sangre que el film ofrece, pero -al mismo tiempo- todo está jugado en una vertiente tan delirante, tan lúdica, que es difícil que alguien pueda enojarse ante una apuesta tan clara por el artificio y por el humor negro. En su construcción narrativa, en su despliegue de sofisticados efectos visuales (en su diseño colaboraron incluso varias compañías norteamericanas), en su falta de pruritos y en su desparpajo, The Host es una película perfecta, un ejemplo de la posible renovación dentro de ese género tan transitado, tan atado a fórmulas predigeridas, que combina el terror y el humor, y que encuentra a sus principales referencias en el cine de clase B que el diseñador Ray Harryhausen ayudó a consagrar en la década de 1950 y 1960.
No sorprenderá al lector, entonces, saber que ya está en marcha una remake hollywoodense. Los desechos químicos, seguramente, provendrán de otro lado.
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