Una aventura infantil en un tono oscuro
De Henry Selick, el creador de El extraño mundo de Jack, el film posee belleza en cada uno de sus fotogramas
Coraline y la puerta secreta (Coraline, Estados Unidos/2009). Dirección y diseño de producción: Henry Selick. Guión: Henry Selick, basado en el libro de Neil Gaiman. Fotografía: Pete Kozachik. Música: Bruno Coulais. Edición: Christopher Murrie y Ronald Sanders. Producción de animación presentada por UIP en versión doblada al castellano y en formato para salas convencionales y para salas digitales en 3D. Duración: 100 minutos. Apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: muy bueno
En esta transposición de la exitosa novela que Neil Gaiman publicó hace siete años, Henry Selick continúa la línea de El extraño mundo de Jack y de Jim y el durazno gigante , sus excelentes trabajos anteriores dentro de la animación artesanal cuadro por cuadro ( stop motion ) en los que se había basado en ideas originales de su mentor Tim Burton y de Roald Dahl, respectivamente.
Las similitudes no tienen que ver sólo con las técnicas de animación (aunque en este nuevo film hay también un gran despliegue de imágenes generadas por computadora), sino con el tipo de historias que Selick elige narrar: como en los dos casos anteriores, Coraline y la puerta secreta es una aventura infantil con un tono bastante oscuro, por momentos truculento y siniestro, que no se dirige a los más pequeños sino más bien a los preadolescentes (y a los adultos, claro).
La película está narrada desde el punto de vista de la Coraline del título, una niña de 11 años y pelo azul que es hija única de unos padres escritores que no le prestan demasiada atención. Apenas se muda con ellos a una centenaria casona ubicada en un paraje aislado, la heroína descubre que, a través de un hueco en la pared, se ingresa en un universo mágico y paralelo que primero la deslumbrará (le ofrece todo lo que ella no tiene), pero que en realidad está dominado por una sádica bruja que intenta apoderarse de los seres humanos.
Película de personajes excéntricos y disfuncionales, de situaciones muchas veces extremas, Coraline y la puerta secreta puede resultar por momentos excesiva y hasta algo caótica, pero es tanta la creatividad y la inventiva de sus hacedores, la belleza de cada uno de sus fotogramas, que sus problemas se empequeñecen ante la grandeza de su concepción y de su acabado formal. Aunque muchos intelectuales todavía consideren al cine sólo una industria, y a una película un mero producto pensado para el consumo masivo, films como el de Selick demuestran que, aunque sea de forma aislada, se puede alcanzar la jerarquía y la dimensión de una gran obra de arte.
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