Un viaje bello y pleno de lirismo
"El viaje de Chihiro" ("Sen to Chihiro no kamikakushi", Japón/2001). Guión y dirección: Hayao Miyazaki. Edición: Takeshi Seyama. Música: Joe Hisaishi. Diseño de producción: Norobu Yoshida. Dirección de arte: Youji Takeshige. Presentada por Primer Plano y Buena Vista International. Duración: 125 minutos. Calificación: apta para todo público con la leyenda "drama complejo para niños pequeños".
Nuestra opinión: excelente
Términos como lirismo, belleza, sensibilidad, imaginación, fantasía, magia, poesía, encanto o emoción pueden parecer vacíos de contenido o, en el mejor de los casos, exagerados y facilistas a la hora de analizar una obra artística. Pero en el caso de "El viaje de Chihiro" no sólo resultan apropiados y merecidos sino que -sumados- apenas se aproximan a definir las múltiples facetas de una película de una riqueza técnica, un talento formal y una profundidad temática de muy escasos antecedentes en la fecunda historia del cine de animación.
Si bien los premios no siempre aseguran calidad, cabe indicar que estamos ante la mejor película en los 40 años de carrera del veterano maestro japonés Hayao Miyazaki (creador de joyas como "Mi vecino Totoro" y "La princesa Mononoke"), que le arrebató en marzo último el Oscar a las mismísimas producciones de Walt Disney, de Fox y de DreamWorks, y que ganó también el Oso de Oro al mejor film en la edición 2002 del cotizado Festival de Berlín.
Imaginación sin límites
"El viaje de Chihiro" es una combinación entre las distintas formas del arte japonés, que van desde el animé (animación) hasta el manga (historieta), pasando por las máscaras del teatro kabuki, las milenarias leyendas de la mitología retomadas por la literatura y las particulares técnicas de los pintores clásicos, y otras miradas más occidentales, como "Alicia en el país de las maravillas", las aventuras de Charles Dickens o el sentido épico y ecologista de las novelas de J. R. R. Tolkien.
La película arranca con el viaje que una típica familia contemporánea emprende para mudarse a su nuevo hogar. En un alto del trayecto, los padres son víctimas de la gula y un hechizo los convierte en cerdos. Su hija, Chihiro, una curiosa, impulsiva, simpática y desgarbada niña de 10 años, intenta salvarlos y, ya convertida en la heroína del relato, se sumerge en un mundo dominado por ¡8 millones! de dioses, por brujas, fantasmas, bebes gigantes, criaturas de los más diversos tamaños y dragones voladores para protagonizar historias que transcurren en inmensas casas de baños o en trenes que viajan por el agua.
La imaginación de Miyazaki no tienen límites y, cuando el espectador se convence de que ha visto por fin la escena más creativa y lograda del film, inmediatamente llega la siguiente para poner a prueba, una vez más, la capacidad de asombro.
Si bien apela a valores tales como la solidaridad, la amistad y la fidelidad incluso en las situaciones más extremas, la imaginería fantasmagórica de "El viaje de Chihiro" resulta demasiado fuerte, compleja, larga (125 minutos) y por momentos escatológica para el público más menudo. En cambio, para los niños mayores de 10 años que gozan de sagas fantásticas como las de "Harry Potter" (y, por supuesto, para los adultos) aparece como una alternativa más que recomendable para estas vacaciones de invierno.
Detallismo artesanal
En las antípodas del cine generado por computadora, Miyazaki y sus colaboradores dibujan casi todo a mano, demostrando una calidad pictórica y una preocupación por el más mínimo detalle decididamente admirables. La música de Joe Hisaishi (habitual colaborador de Takeshi Kitano) ofrece un andamiaje melódico que siempre está en sintonía con los vaivenes del relato. El único aspecto no del todo logrado (y que nada tiene que ver con la obra de Miyazaki) es el doblaje realizado en el exterior. Pero esta deficiencia no empaña en lo más mínimo la fascinación que provoca este viaje por un universo pletórico de misterios, hallazgos y sorpresas.
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