Un romance superficial, en varios capítulos
"Muy parecido al amor" ("A Lot Like Love", EE.UU./2005). Dirección: Nigel Cole. Con Amanda Peet, Ashton Kutcher, Kathryn Hahn, Ali Larter. Guión: Colin Patrick Lynch. Fotografía: John de Borman. Música: Alex Wurman. Presentada por Buena Vista Internacional. Hablada en inglés. Duración: 107 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años.
Prácticamente desde el primer encuentro -bastante íntimo, por cierto, ya que culmina en el baño de un avión-, se tiene la certeza de que el sonriente Oliver y la impulsiva Emily han nacido el uno para el otro: por algo han hecho del mutuo desafío permanente una forma de coqueteo.
Pero el destino -y más que el destino, el libretista Colin Patrick Lynch- inventa mil y un inconvenientes para alejarlos. A lo largo de los siete años que abarca la historia, la secuencia se repite unas cuantas veces y más o menos de la misma forma: encuentro fortuito, mutua atracción y afinidad confirmadas, promesa de concreción del romance y enseguida aparición de algún obstáculo: la presencia de algún tercero o tercera, la distancia geográfica, la obligación laboral o el vago temor al compromiso que evidencian alternativamente uno u otro, y que les hace ocultar sus sentimientos. La cuestión es asegurarse una nueva separación para que haya otro reencuentro. Y así, con el consabido cambio de escenario, durante todo el film.
Tal esquema no es una novedad en la comedia romántica: peleas y reconciliaciones, encuentros y desencuentros entre enamorados han alimentado centenares de historias, algunas de ellas memorables. No es el caso de "Muy parecido al amor": aquí, el director Nigel Cole parece a ratos querer emular a "Cuando Harry conoció a Sally" y otras veces, más ambicioso aún, buscar inspiración en Richard Linklater ("Antes del amanecer", "Antes del atardecer"), propósito más que ilusorio si se tiene en cuenta la insustancialidad de la charla que sostienen los protagonistas.
Personajes superficiales
En su afán por mantener el interés a fuerza de suspenso romántico, el realizador coloca algunas trampitas, señales que amenazan con frustrar para siempre el amor de Oliver y Emily y que nadie cree; primero, porque son bastante ingenuas y, segundo, porque cada vez que sobreviene una separación, forzada o no, hasta el más distraído de los espectadores sabe que después del correspondiente cartelito ("Tres años después", "Seis meses más tarde") vendrá otro reencuentro. Así y todo, lo grave no es esa previsibilidad sino la endeblez y la falta de evolución de los personajes: para ellos el paso del tiempo apenas si se hace ver en algún cambio de domicilio o de peinado.
El film confía demasiado en el encanto de Ashton Kutcher y Amanda Peet, pero por mucho que ellos se esfuercen por ganarse la simpatía de la platea deben lidiar con personajes apenas esbozados y de una superficialidad abrumadora. Ni Cary Grant y Katharine Hepburn habrían podido sacarles algún jugo.
Puede pensarse que la película ha sido concebida pensando menos en los personajes que en las situaciones, pero tampoco éstas derrochan ingenio; sólo esporádicos gags intentan disimular el vacío de la propuesta.
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