Un perro andaluz: Salvador Dalí, Luis Buñuel y el cortometraje “obsceno y cruel” que quedó en la historia grande del cine
Estrenado en 1929, el film se convirtió en una gran obra del surrealismo, aunque su producción despertó tensiones entre los artistas
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Adentrarse en el rodaje de Un perro andaluz, la ópera prima que Luis Buñuel rodó a partir de un guion escrito conjuntamente con Salvador Dalí, permite reconocer la casi irrepetible amalgama entre la realidad y el mito, comenzando con las diferentes versiones sobre el propio origen de la película. Pero algo es seguro: el corto surrealista que, dentro de sus postulados, ataca a las estructuras familiares convencionales, fue realizado gracias al dinero que Buñuel consiguió de su madre.
“Mi madre me dio el dinero más bien llevada por su amor a mí que por comprender mi intención, la cual yo me había cuidado mucho de explicarle”, decía Buñuel sobre una idea a la cual Dalí dotó de todo su genio creativo, aunque también de su locuacidad para desmerecer la labor de su colega. Según Buñuel, Dalí le contó que soñó con hormigas que caminaban por su mano y Buñuel soñó con una hoja de navaja que cortaba la luna en dos; según Dalí, el origen fue la idea de una animación de las secciones de un periódico que le contó Buñuel y que calificaba amargamente como “sorprendentemente mediocre”.
Algo es seguro: la inspiración onírica tuvo tal contundencia que el guion se escribió en una semana y, a su estreno, Un perro andaluz fue entronizada como la gran obra del cine surrealista, y así Buñuel y Dalí consiguieron un sitial de referencia en las huestes que comandaba André Bretón. “La intuición del film, el embrión fotogénico, palpita ya en esa operación llamada découpage. Segmentación. Creación. Escisión de una cosa para convertirse en otra”, escribía Buñuel en Découpage o segmentación cinematográfica, un año antes de emplear las técnicas analizadas que cambiarán el curso de su vida, y de buena parte del cine, para siempre.
Menos conocida que la trayectoria de la película es que Un perro andaluz prestó antes su nombre a un libro de poemas que al amparo de Ramón Gómez de la Serna iba a escribir el futuro cineasta y nunca vio la luz, pero que además significó una constante del realizador, quien desde entonces participó de la escritura de los guiones de todas sus películas: “Hasta los malos”, como jocosamente le gustaba decir. Asimismo, el conocimiento de esta intención previa zanjaba una discusión de larga data sobre la ofensa que el título generaba en Federico García Lorca.
“Cuando en los años treinta estuve en Nueva York, Ángel del Río me contó que Federico, que había estado también por allí, le había dicho: ‘Buñuel ha hecho una mierdecita así de pequeñita que se llama Un perro andaluz; y el perro andaluz soy yo.’ No hay nada de eso. Un perro andaluz era el título de un libro de poemas que escribí”, decía Buñuel aunque olvidando que así se referían en la “Residencia de Estudiantes” sobre todos aquellos que llegaban del sur de España. Además, el corto en origen iba a ser llamado La marista de la ballesta, aunque esa enemistad quedó enunciada en la autobiografía del realizador, Mi último suspiro, donde decía: “Tengo que confesar aquí que la admiración que me merece el teatro de Lorca es más bien escasa. Su vida y su personalidad superaban con mucho a su obra, que me parece a menudo retórica y amanerada”.
Finalmente, el 19 de marzo de 1929 se inicia en los estudios Billancourt el rodaje de Un perro andaluz. Sus devaneos pueden seguirse desde dos textos fundamentales: Un perro andaluz: ochenta años después: Luis Buñuel y Salvador Dalí, de Agustín Sánchez Vidal, uno de los autores de quien se dice que “sabe de Buñuel más que Buñuel mismo”, y el icónico, El ojo tachado, de Jenaro Talens. Ambos analizan la trascendencia, contextos y el legado de una obra clave del cine universal, pero también dan cuenta de sus contingencias, por ejemplo, la obsesión de Buñuel de tener todo lo necesario antes de comenzar el rodaje y el encargo que le hace a Dalí para que le enviara desde España las hormigas que debían aparecer en la película con una minuciosa explicación para su eficiente traslado. Si bien Dalí no cumplirá con el encargo, será finalmente su amigo Carlos Velo quien le mandó dichos insectos desde la Sierra de Guadarrama.
Sobre su participación en el rodaje del film, Dalí declaraba en Vida secreta de Salvador Dalí: “Se comprometió además a tomar a su cargo la dirección, el reparto de papeles, la presentación, etc. Pero algún tiempo después fui yo también a París y estuve en estrecho contacto con la confección de la película, y tomé parte de su dirección por medio de conferencias que teníamos cada tarde. Buñuel, automáticamente y sin réplica, aceptaba la menor de mis indicaciones”. El realizador nacido en Calanda no tendrá los mismos recuerdos al aseverar que Dalí llegó a París escasos días antes de culminar el rodaje.
“La intervención de Dalí en El perro... es únicamente la escena de los curas arrastrados” como dijo en autobiográfica El último suspiro, aunque afirmara conciliadoramente que la película había surgido con ideas de cada uno en partes iguales. En algo parecen coincidir, pues Dalí cuenta con lujo de detalles la elaboración de la escena de los pianos y los asnos podridos a los que preparó vaciando cola sobre ellos, vaciando las órbitas de sus ojos y añadiendo varias mandíbulas en sus bocas y Buñuel reconoce que participó en las escenas más complejas.
Pero será la imagen del corte del ojo de una mujer el que quedará para la historia grande del cine y junto a su impacto será clave de largos debates psicoanalíticos. En rigor, para el ojo se utilizó la cabeza de una vaca a la que se le rasuró el pelo para dar la perfecta simulación del ojo humano. “Para sumergir al espectador en un estado que permitiese la libre asociación de ideas era necesario producirle un choque traumático en el mismo comienzo del filme; por eso lo empezamos con el plano del ojo seccionado, muy eficaz”, recoge Sánchez Vidal sobre todos los efectos visuales de la película que se realizaron de manera artesanal en el mismo rodaje.
El 6 de junio de ese mismo año se estrena con rotundo éxito en el Studio des Ursulines de París, en un programa que se centraba en el corto de Man Ray Les Mysteres du Chateau du Dé y tuvo como espectadores a Picasso, Le Corbusier, Cocteau, Max Ernst, André Breton, George Auric, Magritte y Man Ray. Buñuel esperaba el escándalo detrás de la pantalla con piedras en los bolsillos por si lo abucheaban, pero el éxito de Un perro andaluz fue inmediato.
Jean Mauclair, fundador del mítico Studio 28, compró la película y estuvo ocho meses en cartel pese a las decenas de denuncias en la comisaría local solicitando su prohibición “por obscena y cruel”. Más de tres décadas después, Buñuel acentuará sus intenciones con la versión sonorizada de la película, que contará con fragmentos de Tristán e Isolda de Wagner y el tango argentino, tal como la habían escuchado proveniente de un fonógrafo los espectadores que acudieron a su noche de estreno en 1929, aunque en la restauración realizada por la Filmoteca Española en 2003 se concluyó que el tango que acompañó la versión sonora no era aquel que había sonado en aquella mítica noche de estreno por haberse editado en los años ’50.
Pierre Batcheff y Simone Mareuil, sus protagonistas, entraban en el universo de una fama negada: Mareuil tenía ya 18 trabajos para el cine, pero nunca fue la estrella que el destino parecía depararle; Batcheff, con un número similar de apariciones en el cine, ya había encarnado al general Lazare Hoche en la mítica Napoleón, de Abel Gance. Curiosidades del destino, ambos se suicidarían con el correr de los años.
En la París que despedía a la década del veinte, Buñuel está en el centro de la escena y conseguirá el apoyo del Vizconde de Noailles para realizar La edad de oro. En el mes de diciembre, Federico García Lorca escribe en Nueva York el guion de Viaje a la Luna, una suerte de respuesta a Un perro andaluz. Buñuel, desconcertado por el éxito del cortometraje, realiza La Edad de Oro, película que lo convertirá finalmente en la “piedra del escándalo” y que en su estreno generó una enorme trifulca en la sala con butacas rotas, una exposición destrozada en el hall y el periódico Le Figaro pidiendo la prohibición de este film maldito. A partir de entonces, comenzará la etapa creativa pero errante de Buñuel, que lo llevará a los Estados Unidos, España y México, ya no como una joven promesa del séptimo arte, sino como el nombre que había cambiado para siempre el sentido del cine.
Un perro andaluz se encuentra disponible en Xiclos.com y Qubit.tv; el ciclo Buñuel en México se desarrollará durante todo septiembre en Malba Cine.
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