¿Un Oscar para Netflix? Hoy sobran fundamentos para que Roma y Alfonso Cuarón hagan realidad algo que parecía una opción lejana antes de esta temporada. Sobre todo desde que la pelea entre el gigante del streaming y el Festival de Cannes separó aguas en el crucial debate sobre los cambios en la exhibición de películas.
La llegada de Roma reavivó esa discusión y dejó a la vista que algunos puentes siguen rotos. Ted Sarandos, el responsable máximo de la programación de Netflix , dijo hace pocos días que la persistencia del viejo sistema de ventanas es muy poco amigable con las personas comunes y corrientes que no tienen la suerte de vivir cerca de un cine y quieren ver películas sin atravesar esperas que hoy parecen forzadas.
Francia es el caso extremo: si Netflix llegaba a aceptar el estreno en algún cine galo de las producciones que postuló para Cannes iba a tener que esperar tres años para que todos sus abonados pudiesen ver esas películas. Las rígidas normas francesas establecen que cualquier título estrenado en una sala de ese país debe esperar 36 meses para su lanzamiento a través de los sistemas on demand.
Este debate reapareció con la llegada de Roma, un título que ya funciona como una extraordinaria bisagra. La película de Cuarón tuvo su primera consagración en Venecia, donde se llevó el León de Oro a la mejor película. Casi al mismo tiempo llegó a Toronto, donde la industria y la crítica del hemisferio norte no sólo hablaron por primera vez de Roma como un precandidato formidable para la carrera hacia el Oscar. También destacaron la portentosa pátina visual y sonora de la película. Y llegaron a una conclusión unánime: la película sólo podría disfrutarse en plenitud si se ve en el cine.
Después habló Cuarón. Admitió que sin el apoyo de Netflix una producción de las características de Roma no hubiese podido hacerse. Pero a la vez empezó a hacer llamados y convocatorias desde las redes sociales para que su película también tenga la posibilidad de ser vista en los cines. El impulso de Cuarón se asoció al cálculo de Netflix. Sin ir tan lejos, con un estreno limitado en algunas salas estadounidenses, se cumple con los requisitos de la Academia de Hollywood y Roma está en condiciones de participar de la competencia por el Oscar. Hasta para instancias disruptivas como los estrenos en streaming, un premio tradicional como el de la Academia de Hollywood tiene valor, prestigio y proyección.
Así ocurrió. Todo el tiempo aparecen destacados colegas de Cuarón e influyentes figuras del cine (actores sobre todo) convocando a sus pares y al público a pagar una entrada y ver Roma en la magnitud espacial, visual y sonora de una sala de cine. De otra manera, dicen, la experiencia no sería completa. Los críticos de Nueva York la premiaron como la mejor película del año. Los 30 expertos que actualizan todo el tiempo sus pronósticos para el Oscar en el sitio Gold Derby dicen sin vueltas que Roma estará entre las 10 nominadas a la mejor película y que Cuarón ganará los premios de mejor director y mejor fotografía.
La campaña personal del director para que Roma pueda verse en el cine tuvo sus conflictos. Las grandes cadenas de cines de México y de España se negaron a estrenarla para no romper con la tradición del sistema de ventanas. Allí llegó a través de circuitos de exhibición alternativos y de arte. En países como Corea del Sur y Polonia tuvo una difusión masiva. En Francia, como era de esperar, ni apareció por las salas. Netflix puso la película a disposición de los exhibidores, pero mantuvo inflexible la fecha de lanzamiento para sus abonados. Estará disponible a partir del 14 de enero en todo el mundo. También en la Argentina, donde fue la película de cierre del Festival de Mar del Plata y podrá verse, gratis, los días 14, 15, 16, 20, 21, 22, 23 y 27, a las 22, en el auditorio del Malba. También se espera que la película llegue a partir del jueves a otras salas, pero con entrada paga.
La fundada posibilidad de llegar al Oscar tiene para Roma un valor intrínseco para Netflix, para Cuarón y para algunos de sus protagonistas relevantes como la extraordinaria neoactriz Yalitza Aparicio. Según el caso, esa eventualidad podría significar un voto de confianza, una consagración personal, el cumplimiento de un sueño y hasta el comienzo de una nueva estrategia de negocios. Pero todas estas alternativas resultan anecdóticas frente al hecho más importante de todos: si críticos tan rigurosos como Manohla Dargis (The New York Times), cineastas del calibre de Edgar Wright y personas comunes y corrientes coinciden en que Roma tiene que verse en pantalla grande, la convocatoria tiene en todos los casos la misma explicación. Al narrar su propia historia de la manera en que lo hace, Cuarón vuelve a hacer realidad una frase que todos alguna vez hemos escuchado: el cine es más grande que la vida.
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