Un intelectual en su propio subsuelo
Llega la opera prima de Oliverio Torre, basada en la novela de Salvador Benesdra
Los hacedores del cine argentino se multiplican una y otra vez. La familia Torre acredita una marca que la hace diferente de cualquier otra: va por la cuarta generación de cineastas. Comenzó con Leopoldo Torres Ríos (1899-1960), continuó con Leopoldo Torre Nilsson (1924-1978), y se multiplicó por dos con sus hijos Javier y Pablo Torre. Ahora le llega el turno a Oliverio Torre, el bisnieto del fundador de la casta. A los 30 años, el hijo de Javier Torre debuta con El traductor , que pasado mañana estrenará Nilsson Films en Buenos Aires. La película, que adapta la novela homónima de Salvador Benesdra, tiene como figuras principales a Alejandro Awada y a la brasileña Jacqueline Aranda.
"Leí el libro hace cuatro años -explica el debutante- y me pareció muy rico, muy aprovechable para hacer mi primer largometraje."
"No conocí personalmente a Benesdra; para mí, es todo un enigma: si bien hice una prolija investigación y leí todos sus artículos publicados, sigue encerrando muchas incógnitas."
Benesdra fue un personaje singular de la intelectualidad porteña de los años 80 y 90. Nació en Buenos Aires, en 1952; fue psicólogo y docente de la UBA; militó en el Partido Obrero; vivió en el exilio; estudió en Francia y en Alemania, y hablaba varios idiomas. Tradujo, entre otras, obras de Isaac Asimov del ruso original, y trabajó para revistas como El porteño y El periodista, y para los diarios La Voz y La Razón , hasta 1995, en la sección política internacional del matutino Página 12 . En los últimos años, en ese diario, entre nota y nota, y en su laptop, se propuso escribir dos libros, uno de autoayuda, inédito, titulado El camino total, y el otro, la novela El traductor ,con la que participó, sin suerte, en algún concurso. El carácter de Benesdra era muy particular, y no faltaron en su vida situaciones complejas, depresiones y arrebatos que determinaron tratamientos y hasta internaciones en el hospital Borda.
El 12 de enero de 1996, Benesdra saltó al vacío desde el balcón del departamento que ocupaba en Solís al 500, en el barrio de Balvanera, se estrelló contra el pavimento y murió. Su novela fue publicada un año después, por iniciativa de un grupo de amigos, la oportuna intervención del escritor Elvio Gandolfo, y Ediciones de la Flor.
Para algunos críticos, la única obra de Benesdra es una gran novela realista, que tiene vínculos con autores como Roberto Arlt, Leopoldo Marechal y Juan Carlos Onetti, entre otros; una muy buena primera novela.
Un lenguaje propio
La película de Torre recoge alguna de esas historias, unas pocas secuencias de ese relato de más de 600 páginas, marcado a fuego por el exceso de su protagonista, Ricardo Zevi, que deviene Salvador Zevi, en clara alusión a Benesdra, un personaje complejo, atrapado en su propio subsuelo.
"La película toma los argumentos centrales, pero es independiente del libro, demasiado amplio como para que se relacione en su totalidad. No tiene necesidad de empatarse con la novela", asegura el director.
"Tiene un lenguaje propio", interviene Awada, quien todavía espera el varias veces postergado estreno de El tigre escondido , que dirigió Luis Barone; en 2006 fue parte del elenco del ciclo televisivo Sos mi vida y ahora de Mujeres de nadie. "Es un lenguaje que toma muchas cosas de la novela, pero a la vez cuenta su propia historia: lo importante es el punto de vista, la idea de acercarse al riquísimo mundo de Benesdra", enfatiza.
"Me preocupó el tratamiento estético y las actuaciones de Awada y de Aranda, como la joven adventista que se une a él", insiste Torre. "Trabajé la película desde lo que quería mostrar, más que desde un plano ideológico. El nudo está tomado de la novela y los textos pertenecen a esos personajes: yo tenía que traducirlos al cine".
"El libro cuenta una historia que es de todos; lo que ocurre es que su discurso no es para nada común", explica Torre. "Salvador Zevi, el Ricardo Zevi de la novela original, es un personaje de los años 60 en los 90, marcado por las utopías, y me da la sensación de que algo así también pudo haberle ocurrido al auténtico Benesdra", concluye Awada.
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