Un gato con suerte es una modesta y efectiva propuesta sobre el valor de las segundas oportunidades
El largometraje de Christopher Jenkins y Mark Koetsier, con voces de Mo Gilligan y Simone Ashley, llega este jueves a salas
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Un gato con suerte (10 Lives, Reino Unido-Canadá/2024). Dirección: Christopher Jenkins, Mark Koetsier. Guion: Ken Cinnamon, Karen Wengrod, Christopher Jenkins. Edición: Mirenda Ouellet. Música: Tom Howe, Geoff Zanelli. Voces: Zayn Malik, Bill Nighy, Mo Gilligan, Simone Ashley, Sophie Okonedo. Distribuidora: BF París. Duración: 78 minutos. Nuestra opinión: buena.
El nuevo largometraje de animación del galés Christopher Jenkins (codirigido con Mark Koetsier) se desarrolla con todos los arquetipos de una narrativa anclada en el viaje del héroe, en este caso con la figura del gato Beckett (Mo Gilligan), quien será puesto a prueba constantemente en su derrotero. El felino en cuestión es profundamente egoísta, un animal arrogante que desperdicia cada una de sus vidas por considerar que tiene a la suerte de su lado.
La expulsión de su zona de confort (es decir, el inicio de ese nuevo camino que deberá afrontar) se genera a través de una medida de fuerza que toma El Guardián, la persona encargada de encontrar animales con potencial para redimirse de sus cuestionables acciones. Así, Beckett, al perder nada menos que diez vidas (título original del film), es enviado a la Tierra de una curiosa forma, con la finalidad de ser puesto a prueba por esa fuerza superior que opera con determinadas reglas.
Si Beckett continúa comportándose con la soberbia como eje, entonces se evaluará qué hacer con él. De lo contrario, se le brindará la oportunidad de ser empático con quienes lo cobijen en sus hogares. Su existencia convulsionada, signada por el exceso de información, se apacigua cuando es adoptado por Rose (la voz de la exBridgerton Simone Ashley), una científica que se encuentra trabajando en un estudio sobre la preservación de abejas, quien se encandila con Beckett apenas lo ve. La camaradería entre ambos es abordada de manera entrañable, con tramos donde prima el delirio para las audiencias juveniles, y con otros momentos más emotivos que pueden conectar con cualquier espectador que haya dependido emocionalmente de su mascota.
Como todo viaje del héroe (o antihéroe, en este caso), Beckett es expuesto a un primer enemigo -en su distorsionado criterio- en ese proceso de transformación. Se trata del exnovio de Rose, Larry (Dylan Llewellyn), quien le genera celos que le son imposibles de disimular. Una sucesión de actos egoístas obliga al Guardián a tomar represalias y así es cómo Beckett recupera sus vidas, pero en cada una de ellas regresa de diferentes formas, convirtiéndose en otros animales y sin poder volver a los brazos de su dueña. De esta manera, Beckett va absorbiendo la lógica detrás de las acciones tanto de caballos como de perros, y aprende a ser más precavido y menos necio, a escuchar a todo aquello que, tiempo antes, le resultaba superficial.
El guion de Karen Wengrod y Ken Cinnamon es simple, pero conmovedor, sobre todo en un final en el que crece la incertidumbre acerca de un posible reencuentro entre el gato y la mujer que primero lo perdió y luego nunca pudo reconocerlo por esas “máscaras” que le fueron puestas. Por otro lado, el exOne Direction Zayn Malik es el encargado de un soundtrack efectivo que acompaña armónicamente una historia sobre la redención que sabe hasta dónde llevar las secuencias tiernas sin caer en lo empalagoso.
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