Un entretenido festival de excesos
"Piratas del Caribe: El cofre de la muerte" ("Pirates of the Caribbean: Dead Man s Chest", Estados Unidos/2006). Dirección: Gore Verbinski. Con Johnny Depp, Orlando Bloom, Keira Knightley, Stellan Skarsgård, Bill Nighy, Jack Davenport, Kevin R. McNally, Jonathan Pryce, Tom Hollander, Naomie Harris y Geoffrey Rush. Guión: Ted Elliott y Terry Rossio. Fotografía: Dariusz Wolski. Música: Hans Zimmer. Edición: Craig Wood y Stephen Rivkin. Diseño de producción: Rick Heinrichs. Producción de Walt Disney Pictures y Jerry Bruckheimer Films presentada por Buena Vista International en versión original subtitulada y doblada al castellano. Duración: 150 minutos. Sólo para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: buena
Lo primero que sorprende cuando se apagan las luces de la sala y comienza la proyección es el nuevo logo de Walt Disney. El estudio más tradicional de Hollywood está cambiando su imagen y prueba contundente de ello es el pirata (ascendido a capitán) Jack Sparrow que compone Johnny Depp: se trata del (anti)héroe más subversivo, anárquico y excéntrico de la larga historia de la compañía. Borracho, mujeriego, desorbitado, andrajoso y afecto a todo tipo de desplantes y traiciones, no parece precisamente el modelo de protagonista clásico para una compañía que supo dominar durante décadas el mercado de películas destinadas al consumo familiar.
Pero los tiempos (y las sensibilidades populares) cambian y, por eso, Depp tiene vía libre para construir a partir de la exageración, de la ampulosidad y de un permanente registro grotesco un imán cómico que en muchos pasajes resulta irresistible, y que remite directamente a las míticas creaciones animadas de Chuck Jones y Tex Avery.
La estética y el ritmo desenfrenado propios de la historieta mucho tienen que ver también en la concepción visual y hasta narrativa de la propia película. Esta segunda parte de la saga (la tercera ya se filmó y llegará dentro de un año) apuesta por el desenfreno. No hay, entonces, demasiado espacio (ni interés) por justificar los comportamientos, desarrollar la psicología de los personajes o dotar de un mínimo de lógica o verosimilitud al relato. Y este torbellino de explosiones, persecuciones, acrobacias imposibles, gags físicos a lo Buster Keaton no siempre funciona y, tratándose además de una trama demasiado fragmentaria, dispersa y derivativa de caprichosos 150 minutos de duración, termina desgastándose de forma progresiva, casi devorándose a sí misma, tal como en pantalla lo hace el Kronen, un pulpo gigante, con los barcos y sus marineros.
En la trama (que, se sabe, en estos casos suele ser lo que menos importa) todo vale. Fiel a su origen -un entretenimiento del parque de diversiones de Disney- el film se sostiene a partir de la acumulación de sofisticados efectos visuales y estímulos primarios que en algunos pasajes pueden ser graciosos, pero en otros demasiado elementales y gratuitos.
Entretenimiento al fin
Con escenas de acción construidas con un vértigo que recuerda al Steven Spielberg de "Indiana Jones" y con unos personajes virtuales/digitales en la línea del Peter Jackson de "El señor de los anillos" y de "King Kong", esta segunda entrega de "Piratas del Caribe" es, prácticamente, una sucesión de escenas épico-cómicas (como el escape por parte de los piratas de las garras de una tribu caníbal o un duelo a capa y espada entre tres personajes subidos a una rueda gigante que jamás se detiene) apenas matizadas por algunos flirteos románticos entre Orlando Bloom y Keira Knightley, cierto conflicto padre-hijo o la aparición de una cultora del vudú.
El diseño de producción del siempre creativo Rick Heinrichs (habitual colaborador de Tim Burton y los hermanos Coen), sumado a todo el despliegue tecnológico de la Industrial Light & Magic, la compañía de George Lucas líder en el terreno de los efectos visuales generados por computadora, que dispuso de buena parte del presupuesto de 200 millones de dólares, permitió crear un malvado que está a la altura de las circunstancias. Davey Jones (un irreconocible Bill Nighy) es el despiadado capitán del fantasmal barco Flying Dutchman, cuya tripulación está integrada por piratas que aceptaron vender su alma al Diablo. Una vieja deuda de sangre hace que Sparrow pueda ser su próxima víctima.
Lejos del respetuoso clasicismo (y de cierta solemnidad) de "Superman regresa", "Piratas del Caribe" es casi el extremo opuesto: un festival de excesos (en la acción y en la comedia, pero también en la sangre, en la cantidad de subtramas y en la duración). De todas formas, más allá de los reparos y aún con sus desniveles, esta sobredosis de adrenalina y humor absurdo termina funcionando -siempre en los términos que el film plantea- como un entretenimiento tan superficial como eficaz.
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