La película de Lorena Muñoz recuerda los entretelones de un femicidio que sacudió a la Argentina en los años 90 y subraya la enorme valentía de un grupo de mujeres que luchó para que se haga justicia
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María Soledad: el fin del silencio (Argentina/2024). Dirección: Lorena Muñoz. Guion: Lorena Muñoz, Tamara Viñes, Nicolás Entel y Leandro Aste. Fotografía: José Luis García. Edición: Leandro Aste. Entrevistados: Martha Pelloni, Gustavo Taranto, Fanny Mandelbaum, María Elena Varela, Mónica Alejandra Barrios, Adriana Edith Tula, Rosana Alejandra Medina, Cynthia Karina Beatriz Borda, Marcela Nieva, Mirian del Carmen Ahumada, Silvia Beatriz Ortega, Estela Gladys Andrade, Ana Gabriela Rodríguez, Etel Silvina Roger, Nancy del Carmen Kleric Berduc, Claudia Mamani, Teresita Catalina Compilloy, María Eugenia Carrizo, Verónica Del V. Ledezma, María Ileana Bravo, Patricia Noemí Zafe, Patricia de la Colina, Lidia Mónica Cañizares y Balbina Soledad Moreno. Duración: 95 minutos. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
Hay algo que conmueve y genera empatía en este documental dedicado a un caso policial que conmovió al país, el del secuestro, la violación y el asesinato de María Soledad Morales ocurrido en 1990 en Catamarca: la resiliencia y la valentía de un grupo de mujeres, compañeras de estudio de la joven de 17 años que fue víctima de un crimen particularmente escabroso, que desnudó las oscuras tramas del poder y la corrupción en esa provincia que por entonces gobernaba Ramón Saadi.
La película de Lorena Muñoz -la misma directora de dos buenos films biográficos sobre estrellas de la música popular argentina como el Potro Rodrigo y Gilda y de la serie documental Releyendo Mafalda, dedicado al inefable personaje creado por Quino- se estructura en base a los emotivos testimonios de estas mujeres que fueron fundamentales en la organización de aquellas inéditas Marchas del Silencio destinadas a reclamar el esclarecimiento del caso.
Ellas siguen siendo hoy la memoria viva de aquella proeza en la que también tuvo un papel decisivo la monja Martha Pelloni, otro ejemplo de coraje que el documental remarca. Son esos testimonios y el material de archivo de la época (incluyendo la cobertura periodística de Fanny Mandelbaum, que también aparece recordando desde el presente aquel trabajo que marcó su carrera profesional, y fragmentos muy reveladores de un juicio con muchísimas desprolijidades) los elementos que le confieren espesor y verdad a la película.
La decisión de la directora de darles voz a ellas y no a los victimarios entronca perfectamente con el final de la documental, que refleja la conquista de la calle del feminismo militante en Argentina. “No fui a buscar los testimonios de los condenados porque me pareció que no correspondía que tengan la posibilidad que María Soledad no tuvo”, ha aclarado taxativamente Lorena Muñoz.
Y aunque ahora sea pura especulación, queda claro que tanto Guillermo Luque como Luis Tula, los dos hombres complotados para abusar y matar salvajemente a María Soledad, ya hablaron durante ese juicio plagado de irregularidades y no aportaron demasiado. La decisión de la realizadora tuvo y tiene sentido.
En 1996, cuando quedó suficientemente claro que el caso salpicaba a muchos personajes del poder en Catamarca (de la política y de sus habituales ramificaciones en la Justicia) y también que el tribunal estaba obrando con una parcialidad escandalosa para encubrir a muchos de los responsables, el juicio quedó anulado. Se celebró otro al año siguiente, cuando ya habían pasado siete años del hecho, y en 1998 se terminó condenando a Luque y a Tula, a pesar de las evidentes complicidades de la policía catamarqueña, entre otras cuestiones vergonzantes relacionadas con el caso, que también disparó una tardía intervención de la provincia del gobierno de Carlos Menem después de una rocambolesca e inútil participación del ex represor Luis Abelardo Patti.
Un gran homenaje
La pena para Luque fue de 21 años de prisión, por el asesinato y violación de María Soledad, y de 9 años para Tula, por ser partícipe secundario del delito de violación. Los dos lograron salir antes en libertad y hoy viven en Catamarca. El padre de María Soledad, Elías, murió en 2016. La madre, Ada Rizzardo, vive hoy en la provincia. La película es un gran homenaje a ellos, que tuvieron fortaleza necesario para llevar adelante el reclamo de justicia y siempre respetaron la ley, a pesar de no estar de acuerdo con las sentencias ni con los alcances de ese juicio tan manipulado e ineficaz.
Pero más allá de todos los detalles del proceso, de la evidencia del funcionamiento de un sistema perverso de características feudales en Catamarca, del regusto a impunidad que persiste al observar su resolución y el destino de los dos principales responsables del crimen, el documental de Muñoz tiene una resonancia especial en la actualidad porque, aún con todas las cuentas pendientes que han quedado, es una prueba de la potencia que tiene el ciudadano de a pie cuando se propone un objetivo loable.
En esa perseverancia de los padres y las compañeras de colegio de María Soledad, que tenía apenas 17 años cuando fue ultrajada y asesinada, hay un mensaje para el poder y una enseñanza para los que sufren con los atropellos y las inequidades: la única forma de cambiar lo que nos oprime, duele o esclaviza es animarse, enfrentar los miedos con la firme convicción de que es posible vencerlos.
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