Un Bond que sintoniza con su época
Casino Royale 007 (Estados Unidos-Gran Bretaña/2006). Dirección: Martin Campbell. Con Daniel Craig, Eva Green, Mads Mikkelsen, Judi Dench, Jeffrey Wright, Giancarlo Giannini, Caterina Murino, Simon Abkarian e Isaach De Bankolé. Guión: Neal Purvis, Robert Wade y Paul Haggis, basado en la novela de Ian Fleming. Fotografía: Phil Meheux. Música: David Arnold. Edición: Stuart Baird. Diseño de producción: Peter Lamont. Producción hablada en inglés con subtítulos en castellano presentada por Columbia TriStar Films de Argentina. Duración: 144 minutos. Sólo apto para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: muy buena
La elección de Daniel Craig como el nuevo James Bond ha sido uno de los mayores aciertos de casting de los últimos tiempos dentro del cine de acción a gran escala. Este gran actor inglés de 38 años -el más joven de los últimos agentes 007- supera con holgura a sus antecesores hasta desafiar incluso el trono del rey indiscutido de la franquicia: Sean Connery.
La inclusión de Craig le aporta sangre nueva, carisma, modernidad y múltiples matices a una saga que, con veinte largometrajes previos sobre sus espaldas, ya se había tornado demasiado previsible, artificial y autorreferente. Con un protagonista más atlético y menos afecto al facilismo del gesto canchero y sobrador, Casino Royale resulta la primera película en mucho tiempo que sintoniza con su época y con un público ya bastante evolucionado. El Bond de Craig puede ser desagradable y, en cuestión de segundos, demostrar su faceta más tierna: es un asesino sádico, un Don Juan arrogante, un héroe desprejuiciado, pero también un hombre de carne y hueso tan sensible como falible, que acepta convivir con sus errores y debilidades.
Por supuesto, no faltan aquí los pilares fundacionales de la saga (chicas hermosas, autos descapotables, locaciones paradisíacas y mucho glamour), pero la película no se queda en la mera ostentación ni en el culto a lo supuestamente sofisticado.
El director neozelandés Martin Campbell, que ya había revitalizado la saga una década atrás con la incorporación de Pierce Brosnan en GoldenEye , sepulta las dudas que había dejado con la mediocre saga de El Zorro con un film que quizá se extienda un poco más de lo deseado en sus 144 minutos finales, pero que resulta el más brutal y romántico, creíble y sorprendente, serio y divertido a la vez que la serie ha dado en mucho tiempo.
Basada en la primera novela de sir Ian Fleming, que ya había tenido una primera versión cinematográfica no oficial en 1967 con Peter Sellers y Ursula Andrews como protagonistas, Casino Royale funciona como una suerte de precuela, ya que narra los comienzos (del mito) del implacable asesino a sueldo y playboy seductor.
La película arranca con un prólogo en blanco y negro que describe, precisamente, el momento en el que el agente debe cometer su primer asesinato por encargo y ganarse así la jerarquía del doble cero que le otorga el MI6, liderado -como siempre- por M (otra magnífica aparición de Judi Dench).
Luego comienza el ya clásico tour por el planeta (desde Praga hasta Uganda, pasando por Londres, Madagascar, Miami, las Bahamas y Montenegro, para terminar en Venecia y el lago de Como) con el objetivo de desbaratar una red que se dedica a financiar el terrorismo global, con espectaculares escenas con dobles de riesgo (como la de apertura en una obra en construcción), con lujos que sólo se pueden dar superproducciones de 150 millones de dólares de presupuesto (como destruir varios Aston Martin último modelo), con un villano de corte bizarro como Le Chiffre y su ojo con lágrimas de sangre (el actor danés Mads Mikkelsen), con romances fugaces con las mujeres del enemigo, y con momentos de humor negrísimo, como una tortura que Bond sufre con agallas y cinismo en los genitales.
Pero en Casino Royale -a diferencia de muchos films previos- hay, también, una gran historia de amor con una chica Bond como Vesper Lynd (la bella actriz francesa Eva Green, la musa de Bernardo Bertolucci en Los soñadores ), que deberá hacerse pasar por su novia durante una larga, multimillonaria y decisiva partida de póquer y que, poco a poco, irá dejando la indiferencia inicial frente la aparente egolatría de su compañero de aventuras para convertirse en una de las contrapartes más emocionales e impredecibles entre todas aquellas mujeres que -en su inmensa mayoría- habían quedado limitadas hasta ahora a simples objetos del deseo funcionales al lucimiento exclusivo del galán.
Aunque la última hora de metraje resulte demasiado confusa y derivativa, hay que agradecer al trío de autores -Neal Purvis y Robert Wade en su tercer aporte a la saga, ahora junto con Paul Haggis, el creador de Vidas cruzadas y habitual guionista de Clint Eastwood- por su convicción para concebir la aventura, el humor y el drama romántico; por la escritura de diálogos siempre punzantes, y por su inspiración para concretar pequeñas y deliciosas observaciones. Gracias a ellos, a Campbell, y muy especialmente al irresistible Craig, Casino Royale resulta un regreso a las fuentes, pero apelando a los códigos y los mejores recursos del cine contemporáneo.
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