Un argentino en la pantalla grande española
El actor es el protagonista de Celda 211 , la película de Daniel Monzón que le permitió alzarse con el premio Goya
En Argentina, Celda 211 todavía es una incógnita. A decir verdad, un misterio a medias. En febrero llegó la primera noticia: la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de España la reconoció como mejor película de 2009, por delante de El secreto de sus ojos . En realidad, la gran película de Daniel Monzón es española por completo, a diferencia de la gran película de Juan José Campanella que, más allá del importante aporte español en su producción, es argentina por donde se la mire. Pero ¿cuál era la clave de esa propuesta de temática carcelaria y lenguaje ágil y crudo que había entusiasmado a los españoles que se habían volcado a los cines -más de 2.000.000 de espectadores- hasta consagrarla como un éxito para recordar? La película tiene varias claves que aquí se descubrieron primero en el Bafici, esta semana en Madridcine (hoy por segunda y última vez, a las 17, en el Gaumont), y seguramente ocurrirá en los cines, siempre que los exhibidores se decidan a programar cine español como lo hacían en los viejos tiempos.
Pero quizá lo más importante sean sus figuras centrales. Allí, frente a un Luis Tosar impresionante, otro actor hasta ahora desconocido brillaba y mucho. Ese otro protagonista de la trágica aventura de un guardiacárcel novato que queda atrapado en el motín de una prisión española de alta seguridad es argentino -cordobés-, y desde hace seis años está radicado en España. Se llama Alberto Ammann y tiene 31 años. Es hijo de Luis Alberto Ammann, un licenciado en Letras Modernas, especializado en lingüística en la Universidad Nacional de Córdoba, periodista y uno de los fundadores del Partido Humanista en 1984, y en 1989, cuando él tenía diez años, candidato a presidente por esa agrupación, cargo al que aspiró nuevamente en 2007.
"Con mis padres me fui a España muy pequeño, con cuatro meses, y viví en Canarias hasta los cinco. En 1984, volvimos", recuerda el actor. Dos décadas después, Ammann regresó a España y retomó la carrera de actor; tras ser seleccionado en un casting y debutar en cine se alzaría con el premio de la Unión de Actores y el Goya como revelación masculina.
Ammann todavía no lo puede creer. Incluso antes de que se estrenara Celda 211 en su país, ya lo habían contratado para componer nada menos que a Lope de Vega en Lope , del brasileño Andrucha Waddington, junto a figuras como el mismo Tosar, Leonor Watling, Sonia Braga y Juan Diego. "Cuando voy por la calle me gritan «¡Eh? Celda 211 !». Es muy emocionante".
-Viviendo la política tan cerca, en tu casa en Córdoba ¿terminaste militando ?
-A los 19 años lo hice, después de poner en duda todo. Mis padres siempre me dieron mucha libertad en el tema. Fue una época muy divertida y muy instructiva. Venía de criarme en un ambiente de actividad política, de mucha reflexión y de búsqueda personal que me ha llevado, con el tiempo, a investigar sobre filosofías orientales, meditación y otras herramientas para desconectarme de la voracidad de la vida cotidiana. Cuando aquí se dio la hiperinflación tenía 9 años, yo entendía todo lo que pasaba, seguramente un poco condicionado desde la visión de mi padre. Pero por suerte, en familia siempre me dejaron tener mi propio criterio.
-Y ¿como surgió el tema de actuar?
-En verdad desde los cuatro meses hasta los cuatro años había vivido con mi familia en España. Tenía muchas ganas de ver mundo, siempre me gustó viajar. A los 19 empecé a estudiar en el Teatro Real de Córdoba, y a los 25 me fui por segunda vez a España, donde volví a estudiar teatro por cuatro años en el estudio de Juan Carlos Corazza, en Madrid. Se me acabó el dinero, no tenía trabajo y era casi como un ilegal. En 2006, me anoté en una agencia de representantes. Aparecí en un par de episodios de una teleserie que no funcionó y finalmente me eligieron para este papel.
-¿Te gustaría hacer cine aquí?
-Sí, mucho. Creo que es posible, en tanto se siga apoyando a las coproducciones entre ambos países. Igualmente, los premios son un arma de doble filo. Por eso quiero seguir estudiando, explorando y creciendo.
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