Tonos, estéticas y personajes diferentes
Columbus, 5 Therapy y Ramiro abrieron la competencia internacional de la muestra
El hijo de un célebre estudioso de la arquitectura; un librero melancólico que vive en Lisboa; un adicto a las drogas ucraniano. Así de distintos son los protagonistas de las primeras películas que se presentaron en la competencia internacional del Festival de Cine de Mar del Plata. Y tan distintos como ellos son el tono y la estética de cada propuesta.
Columbus, del crítico y ensayista visual Kogonada, es una ópera prima que impacta por su belleza visual y ambición intelectual. En la pulseada que se establece entre la frialdad de los planos de composición -en perfecto equilibrio- y la calidez que el elenco les infunde a los personajes, la primera termina ganando por un poco. Aun así el film tiene momentos genuinos de emoción en la representación de las dificultades de los vínculos entre padre e hijo y madre e hija, y también en un romanticismo que no se anima a desatarse por completo.
Hay mucho de Ozu y algo de Linklater en la película sobre Jin, un hombre joven que va a la ciudad de Columbus a ver a su padre, un erudito de la arquitectura, que está internado en estado grave. Ahí conoce a Casey, una chica muy inteligente, pero que se niega a abandonar a su madre, quien tiene algunos problemas personales para ir a la universidad. La fascinación de Casey por la arquitectura moderna que abunda en la ciudad se expresa en sus palabras, pero más aún en los planos fijos que van presentando al espectador el enorme atractivo de esos espacios diseñados a mediados del siglo pasado.
El ritmo contemplativo de Columbus la emparienta de alguna manera con Ramiro, de Manuel Mozos, una comedia seca, filmada en blanco y negro, en la que el humor y la sensibilidad van saliendo de a poco a la superficie. La película va revelando con pequeños detalles la peculiar personalidad de este dueño de una librería de usados y poeta bloqueado que convive con la frustración. Las relaciones con sus vecinas, una mujer mayor que ha sufrido un derrame cerebral y su nieta, una adolescente embarazada, a la que no puede evitar querer cuidar, y con otros personajes que aparecen van armando un entramado que forma la cotidianidad de Ramiro. Se trata de un panorama acotado de la vida del protagonista: el espectador no conoce su pasado, y su futuro tampoco quedará tan claro.
Mozos mantiene la distancia del espectador con los sentimientos de Ramiro, haciendo eco de lo que le sucede al propio personaje. Pero, al mismo tiempo, el lento desarrollo de las relaciones del protagonista con quienes lo rodean -incluyendo su perro- consigue establecer un vínculo sentimental sutil entre el público y los personajes. Es una combinación extraña que convierte a Ramiro en mucho más que un film con cierto encanto.
En 5 Therapy, en cambio, no hay encanto ni sutilezas. La película de Alisa Pavlovskaya está basada en los relatos autobiográficos del artista ucraniano Stas Dombrowski, ex adicto a las drogas y criminal que en su adolescencia se enfrentó al diagnóstico de ser VIH positivo. Se trata de una historia de decadencia y redención con un fuerte mensaje de autoayuda. La directora no ahorra crudeza en el retrato de la vida de Dombrowski, quien se interpreta a sí mismo en la película, para subrayar la violencia y la enfermedad que acosan al protagonista. No se nota una búsqueda artística en la representación de esa realidad, que lleva a cuestionar la elección del registro de ficción en lugar del documental puro. Ciertas escenas incluso recuerdan las recreaciones televisivas de hechos reales, en las que el sensacionalismo le gana a la estética.
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