Tim Burton: "Toda esta película nació de mis propios recuerdos"
El jueves próximo se estrena Frankenweenie, la obra más personal en mucho tiempo del realizador
ANAHEIM, California.– En la multicolor escenografía de Disneylandia, Tim Burton ofrece el único contraste aparente. Fiel a su costumbre, viste de oscuro de la cabeza a los pies y jamás se quitará los anteojos negros durante toda la charla a solas con LA NACION en una amplísima sala de reuniones del Grand Californian Hotel, puerta de entrada al primero de los parques creados por Walt Disney. Hasta que un apretón de manos y la primera de sus muchas sonrisas dirán que el realizador que más ternura sabe extraer de los seres menos agraciados también puede ocupar aquí un lugar en armonía con todo el entorno. Justamente en Disney, el estudio que lo despidió en 1984 al considerar demasiado tétrico su corto Frankenweenie y que 28 años después respalda un largometraje inspirado en esa misma obra, estreno del próximo jueves.
—A usted, que hizo tantas películas con seres que asustan, algo debería asustarlo.
—Nunca me asustaron las películas de monstruos, porque ellos siempre son los personajes más emotivos de esas viejas películas.
Esas emociones, en su obra más reciente, se mezclan todo el tiempo con recuerdos personales muy vívidos. A través de Frankenweenie , que en este tránsito del corto al largometraje cambió los personajes de carne y hueso por una inédita mezcla entre animación cuadro a cuadro (stop motion), fotografía en blanco y negro y proyección en 3D, Burton regresa a los tiempos de su infancia en Burbank, su familia, sus compañeros de colegio, algún extravagante maestro y un entorno que ya empezaba a estimular su inmensa creatividad, que en este caso gira alrededor de la obsesión de un chico llamado Victor Frankenstein por devolverle la vida a su amada mascota, el perrito Sparky, atropellado por un auto. Una decisión que acarreará consecuencias impredecibles.
—¿Por qué decidió en este momento volver a Frankenweenie ? ¿Por qué no antes o después?
—Todo empezó con una muestra que organizó el Museo de Arte Moderno de Nueva York y me hizo volver hacia atrás en el tiempo. Volví a tomar contacto con algunos viejos bocetos míos de esa época y hubo algo en ellos que capturó mi espíritu y no dejaba de intrigarme. Pensé que la historia de Frankenweenie y todo lo que implica eso de traer de nuevo un ser a la vida podía funcionar muy bien a través de la animación stop motion. Había algo nuevo mezclándose con algo que estaba pendiente.
—Y allí entraron en juego todos sus recuerdos de infancia.
—Así es. Volví al tiempo y al lugar de mi crecimiento, a pensar en esos espacios, en mis viejos compañeros de colegio, en los maestros que tuve. Y el regreso puso en mi cabeza naturalmente este proyecto, que para mí es muy puro.
—¿En este caso puro equivale a autobiográfico?
— Frankenweenie parte de la idea de que cada cosa que se ve en la película (los chicos, los maestros, el aula, el hogar, la ciudad) tienen que ver con la memoria. Por supuesto no todo es literal, hay traslaciones de recuerdos y mucha imaginación. Pero en líneas generales, todo lo que usted ve en Frankenweenie nació de mis recuerdos personales. Traté de conectar cada cosa del film con personas que recordaba. Recuerdo algunas chicas en la escuela bastante raras [risas] y a los maestros, que a veces pueden ser intimidantes, pero también funcionan como modelos que los chicos admiran. No todos mis proyectos responden a esas características tan personales. Este sí.
—Los personajes infantiles en Frankenweenie muestran temores muy precisos. ¿Cree que cambiaron con el tiempo esas sensaciones?
—No sabría decirlo. Tal vez los chicos de hoy les teman a las mismas cosas. Ahora hay algo llamado tecnología que determina todo lo demás. Los chicos de hoy tienen información de sobra, la encuentran, la procesan y consumen muy rápido, más que sus padres, que a veces están más preocupados que sus hijos sobre las cosas que podrían asustarlos. Y por otro lado hay cosas que no cambian. Las películas de Disney, antes y ahora, también tienen momentos inquietantes, raros, oscuros. Desde Bambi hasta El rey león.
—¿Cómo fue su relación con Disney a propósito de este proyecto, teniendo en cuenta todo lo que pasó en su momento con el Frankenweenie original?
—Siempre hay idas y venidas en este tipo de relaciones y lo que puedo decir en este momento es que siempre me sentí confiado en que esta vez las cosas resultarían bien. Y así ocurrió, sobre todo porque estoy convencido de que esta película, por las razones que acabo de darle, responde a la línea tradicional de Disney. Todos saben, como le decía, que en toda película clásica de Disney siempre aparece algún elemento de peligro y de temor. Pero también, por supuesto, hay una multitud de elementos positivos y el final feliz. Mi película sigue ese camino y por eso siempre me sentí confiado y respaldado. Por supuesto, traté de no forzar los límites.
—¿En qué sentido lo dice?
—Me da la impresión de que los chicos muchas veces saben tomar con espíritu divertido y la mejor disposición algunas de las cosas que los padres suelen desaconsejarles. Me parece que estas películas son realmente sanas si las comparamos con esos videogames en los que la única meta es matar todo el tiempo. Es cierto que en un momento de Frankenweenie la mascota muere y los chicos se plantean inevitablemente las preguntas sobre el ciclo de la existencia, de la vida y lo que hay más allá. Esas cosas hay que explicarlas. Sin esas preguntas creo que ni siquiera podríamos plantearnos el sentido de las películas de Disney.
—Imagino que lo que más le debe haber costado fue convencer al estudio de hacer esta película en blanco y negro.
—No lo fue, y por eso hacer Frankenweenie resultó para mí una experiencia tan agradable. La cuestión del blanco y negro era un elemento crucial. No estaba dispuesto a hacer la película de otra manera. Esta historia exige una claridad de imagen y una profundidad que sólo pueden ser expresadas en blanco y negro. Usted jamás podría ver tan bien esta historia, y con tantas emociones, en color.
—Que en este caso va todavía más allá. Porque esta película además del blanco y negro tiene animación cuadro por cuadro y además se filmó en 3D.
—La combinación apunta a lo que le decía. A lograr el máximo de emociones planteadas por este tipo de historia. Con la animación stop motion en 3D usted casi puede llegar a tocar a los personajes. Y además puede vivir la experiencia de sentirse dentro del set. Las cosas pasan al lado suyo. Creo que de esta manera, además, puede verse en plenitud el trabajo de los artistas que hicieron esta película. La experiencia es inmejorable.
—A esta altura de su carrera, ¿siente que su obra deja un legado y alguna enseñanza para quienes lo admiran, se identifican con usted y sueñan con seguir sus pasos en el cine?
—Prefiero no hablar en primera persona y dejar que sean las películas las que hablen por sí mismas. Cuando empecé, lo único que quería era dejarme llevar por la sorpresa y la maravilla de esa experiencia única. Trato de alejarme de toda la cuestión autorreferencial porque uno de los problemas de este tiempo es que estamos rodeados por gente que pretende saber de todo y se siente capaz de responder sobre todo, como si la vida fuese un concurso gigantesco. A veces logramos llegar a la gente, a veces no. Lo mejor es que mi obra vaya al encuentro del espectador sin agregar nada de mi parte. Yo dejo siempre que las cosas fluyan.
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