Tilda Swinton hizo la película "definitiva" de la cuarentena con Almodóvar
VENECIA.- Imaginen estar encerrados en sus casas, sin nadie con quien hablar salvo el gato, esperando que pase algo y acercándose más y más al punto de quiebre.
Tal vez parezca un escenario común después de meses de cuarentena en todo el mundo, pero también es el punto de partida de La voz humana, el nuevo mediometraje de Pedro Almodóvar interpretado por Tilda Swinton, que tuvo su estreno la semana pasada en el Festival de Cine de Venecia.
Basada libremente en el unipersonal del escritor Jean Cocteau, la película de 30 minutos fue rodada durante nueve días en julio en la ciudad de Madrid. En la película, Swinton espera en su departamento la llamada de su amante para negociar el fin de la relación. Sobre la cama ha desplegado pastillas y sus mejores vestidos. Cuando él finalmente llama, ella no descuelga el auricular de un teléfono de línea, como suelen hacerlo las actrices cuando interpretan ese texto de Cocteau, sino que se calza los auriculares de su iPhone.
La fecha de rodaje estaba fijada desde antes de que se decretara la cuarentena, en marzo, pero filmar en medio de una pandemia reviste a La voz humana de un significado muy especial: Swinton la llama "la película definitiva sobre una cuarentena".
En una entrevista con distanciamiento social durante el Festival de Cine de Venecia, donde recibió un León de Oro Honorífico a la trayectoria, Swinton habla del alucinante contexto de rodaje de la película y explica por qué la entusiasma tanto el efecto disruptivo de los servicios de streaming en la industria cinematográfica.
–Ver La voz humana fue una experiencia catártica para mí. Se acumula mucha tensión durante esa espera de su personaje, y se produce esa erupción de violencia, ¿Fue catártico también hacerla?
–Lo catártico fue hacer una película con Pedro, porque era un sueño de toda mi vida. Y fue maravilloso filmar en julio. Una bendición. Estábamos felices de trabajar, de demostrarnos a nosotros mismos que se podía. Vamos a tener que evolucionar, no hay otra. Y vamos a tener que encontrarle la vuelta. En esta película le encontramos la vuelta: estábamos en un estudio, con un equipo técnico relativamente chico, en un espacio controlado y con testeos constantes. Lo hicimos y listo.
–¿Cuál fue la sensación de volver a estar en un set de filmación?
–Fue como haber contenido la respiración abajo del agua durante mucho tiempo y de pronto volver a respirar. Estoy descubriendo que las situaciones más enloquecedoras son las que se parecen mucho: si todo fuese radicalmente distinto, tal vez sería más fácil adaptarse, pero cuando las cosas se empiezan a parecer a lo que una recuerda anterior a marzo, todo es más confuso, y la confusión es siempre algo muy agotador. Así que después del milisegundo que me llevó aceptar que a la gente del equipo técnico jamás la reconocería sin barbijo, simplemente abordamos el rodaje como cualquier otro: muy pocas cosas cambiarán en este nuevo mundo, y es mucho más lo que no cambiará.
–¿Aprendió algo que se esperaba durante la cuarentena?
–No hay nada nuevo bajo el sol. Durante la cuarentena —y esta fue la primera, pero puede haber más—, tuvimos la oportunidad de pensar en todo lo que tenemos. En este momento, mi mantra es "tenemos lo que necesitamos". Alcanza con mirar y ver.
–¿Qué es lo que más extraña?
–Más que ninguna otra cosa en el mundo, todos extrañamos la pantalla grande de las salas de cine. Se me agudizó ese apetito de pantalla grande. Sentir que iban a pasar meses hasta poder volver a sentarme en un cine era un dolor tremendo. Bueno, esa dependencia se me agudizó.
––¡Realmente suena a adicción!
– Para algunos lo es, ¡y me incluyo! Lo que queda cada vez más claro es que no tiene que ver con lo que se proyecta en la pantalla, sino con la pantalla en sí: ser parte del público.
–El Festival de Cine de Berlín acaba de anunciar que eliminará las categorías por género en los rubros de actuación. El año próximo, ya no habrá "Mejor Actriz" y "Mejor Actor", sino simplemente "Mejor protagónico" y "Mejor Coprotagonista". ¿Qué le parece?
–¿Qué podría decir? Lo mismo que vengo diciendo desde hace 30 años: ¡qué es obvio! Pero esas cosas llevan tiempo, y parece que de a poco vamos entendiendo. Es un tema de identidad, ese es el nudo. Yo soy una optimista, y creo en la inteligencia, y creo que la gente empieza a entender lo mercantilizada y compartimentada que está la identidad en nuestra sociedad, como en el caso de los géneros. Y creo que hay que resistirse a eso. Ese tipo de compartimentación no es nuestro estado originario. Es algo aprendido, y avanzar hacia otra cosa. El gesto del Festival de Berlín apunta a eso, y no dudo que a la larga será adoptado en todos lados. Con pequeños gestos, acá y allá, solo se hacen pequeños ajustes. Creo que va a ser como cuando en Gran Bretaña impusieron el uso obligatorio del cinturón de seguridad, y había tanta gente indignada porque sentía que atropellaban su libertad individual, y después, no bien se aprobó la ley, todo el mundo se abrochó el cinturón y se acabó el problema.
–Tanto Cate Blanchett, presidenta del jurado del Festival de Venecia, como Alberto Barbera, director artístico del festival, aprovecharon sus discursos para advertir que el crecimiento de los servicios de streaming, que durante la pandemia vivieron un auge, representa una amenaza para el futuro del cine. ¿Comparte esa preocupación?
–La verdad que no, nunca me preocupó. Lo importante es ser flexible, y el cine puede serlo. Soy de las que creen que la necesidad es la madre de la inventiva. Más que asustada estoy entusiasmada. ¡Que vengan que acá los esperamos! Escucho a gente preocupada por eso desde hace un par de años, pero llegó la pandemia y pasaron cosas muy interesantes. Por un lado, esas preocupaciones se amplificaron, pero al mismo tiempo, miremos lo que pasa: ¡la gente no ve la hora de poder volver al cine! Creo que la gente nunca va a perder esas ganas de sentarse a oscuras en una sala inmensa. El problema, como con tantas otras cosas que están saliendo a la luz ahora, es el dinero y el capitalismo, y está el tema del financiamiento de las películas. Así que a no perder el ánimo, a arremangarse la camisa, y a ponerse a pensar una salida.
(Traducción de Jaime Arrambide)
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