Tiburón: la aventura en alta mar que estuvo a punto devorarse a Steven Spielberg
Hacia mediados de los 70, Hollywood parecía haber olvidado el llamado "cine catástrofe" que tanto había alimentado la imaginación y los terrores del público dos décadas antes. Las tarántulas, arañas carnívoras, dinosaurios, mantis y demás criaturas monstruosas habían sido protagonistas de películas que hoy son consideradas de culto, pero que en su momento generaron sensación.
Richard D. Zanuck y David Brown, productores de Universal Pictures, estaban en búsqueda de algún libro para llevar a la pantalla grande cuando se cruzaron con la novela Jaws, del periodista Peter Benchley. Según contaron, ambos se "devoraron" el texto en una noche y coincidieron que esa historia de un pequeño pueblo costero asolado por un tiburón asesino merecía un destino cinematográfico. El "cine catástrofe" estaba a punto de renacer.
Spielberg no fue la primera opción
Luego de varios años de dirigir cortometrajes, películas para televisión y episodios de series, Steven Spielberg buscaba su gran oportunidad en Hollywood. La tuvo en 1974, cuando se puso detrás de la cámara de The Sugarland Express, film dramático protagonizado por Goldie Hawn y Ben Johnson y, unos meses más tarde, llegaría el proyecto que lo catapultaría a la fama y cimentaría su camino a convertirse en uno de los grandes realizadores de ciencia ficción de los 80.
En realidad, Spielberg no fue la primera opción que barajó Universal Pictures. La película estuvo a punto de quedar en manos de Dick Richards (que como único antecedente tenía el western de 1972, The Culpepper Cattle Co.) pero fue una palabra mal utilizada la que lo dejó fuera de juego. Según reza la leyenda, durante una de las reuniones que Richards mantuvo con los ejecutivos del estudio, él explicó que quería un comienzo de película con una cámara que emergía del agua para mostrar primero la ciudad y luego "la ballena". El error conceptual rápidamente convenció a los productores de que, quizás, él no era la persona que estaban buscando. Y entonces llegó Spielberg. El director sí tenía muchas ideas claras sobre lo que quería hacer, aún cuando también temía quedar encasillado o no contar con el presupuesto necesario para volver al tiburón lo suficiente verosímil como para generar terror antes que risas.
Amparado en esos miedos, Spielberg postuló a Charlton Heston para interpretar al jefe de policía Martin Brody. Quiso ir a lo seguro: un actor consagrado, que venía de protagonizar otras películas sobre "tragedias" como Aeropuerto 1975 y Terremoto. Pero luego, cayó en cuenta que poner a un hombre que venía de ser el héroe en dos películas consecutivas le daría inmediata ventaja por sobre el tiburón y, claro, le quitaría emoción a la trama. Finalmente, el rol fue para Roy Scheider.
Universal Pictures le garantizó a su joven director -por entonces, Steven tenía 27 años- que contaría con un presupuesto de 3,5 millones de dólares y un plazo de filmación de cincuenta y cinco días. El puntapié inicial se daría en mayo de 1974, en la isla de Martha's Vineyard, con un guion de Benchley y Carl Gottlieb que debería contar con el visto bueno de Spielberg.
La construcción de un monstruo
Una de las primera preocupaciones antes de iniciar el rodaje fue la fabricación del "villano". En realidad, se encargó la construcción de tres réplicas de tiburón en espuma de neopreno: uno sin vientre para las escenas de ataque frontal, otro capaz de moverse de manera mecánica de izquierda a derecha y otro para hacerlo de derecha a izquierda. Cada uno de ellos costó 250 mil dólares, y se necesitaba de hasta 14 personas para ponerlos en funcionamiento.
Más allá de que todos quedaron muy conformes con el trabajo realizado, los problemas no demoraron en aparecer. Lidiar con los "Bruce" -Spielberg los bautizó así en "homenaje" a su abogado, Bruce Raimer- no fue tarea sencilla desde el comienzo: según contó el director, tiempo antes de iniciar el rodaje, asistió al local de efectos especiales para mostrarle los escualos a sus amigos Martin Scorsese, George Lucas y John Milius. Emocionados con el realismo conseguido, decidieron probarlo poniendo la cabeza de Lucas entre las fauces de una de las criaturas y accionando los controles para simular un mordisco. Las risas se fueron apagando para darle lugar a la desesperación, cuando el mecanismo se trabó y tuvieron que luchar varios minutos para poder liberar al director de Star Wars.
Un rodaje complicado
Desatendiendo al consejo de los productores, Spielberg decidió que la película se filmaría enteramente en escenarios naturales. Y eso no hizo más que dificultar todo.
En principio, los tiburones mecánicos nunca fueron testeados en agua salada y, en el inicio del rodaje, un equipo de buzos debió sumergirse para recuperar a uno de los prototipos hundidos. Algo similar ocurrió con el barco que se utilizó para "cazar" al malvado escualo, que sufrió un accidente y comenzó a llenarse de agua. La anécdota, jamás confirmada, cuenta que varios botes de rescate se acercaron para sacar a los actores que estaban abordo, mientras Spielberg gritaba "que se jodan los actores, ¡salven los equipos de sonido!". Tras el accidente, una de las cámaras terminó bajo el lecho marítimo, pero afortunadamente la cinta pudo ser recuperada.
Además, el guion tuvo que ser modificado a medida que Spielberg se daba cuenta que algunas escenas eran técnicamente imposibles de ser filmadas o no quedaba conforme con cómo se veían en pantalla.
Finalmente, el presupuesto de 3,5 millones de dólares se elevó a 9 millones, y el tiempo de rodaje se extendió a casi el triple de lo estimado. Años después, Spielberg hizo un mea culpa sobre algunas de las decisiones que tomó sobre la filmación de Tiburón. "Fui ingenuo acerca del océano, básicamente. Era bastante ingenuo acerca de la madre naturaleza y tenía la arrogancia de un cineasta que cree que puede domarla a su gusto. Era demasiado joven para saber que estaba siendo temerario cuando exigí que grabáramos la película en el Océano Atlántico y no en un tanque de North Hollywood", apuntó.
El director estaba seguro de que su carrera estaba acabada. "Oí rumores de que no volvería a trabajar porque nunca nadie había rodado una película durante más de 100 días", confesó cuando se cumplieron 25 años del estreno del film.
Las tensiones internas
Pero no todas fueron cuestiones técnicas: también el rodaje se vio afectado por la mala química que había entre sus tres protagonistas, Robert Shaw, Richard Dreyfuss y Roy Scheider.
Los primeros en ponerse en pie de guerra fueron Shaw y Dreyfuss, quienes sencillamente no se soportaban. Spielberg aprovechó esa tensión a su favor, convencido de que sumaría al resultado final de lo que se vería en pantalla.
Sin embargo, Scheider tampoco hizo buenas migas con Shaw. Y, al parecer, era la afición a la bebida del actor que componía al cazador Quint el principal problema. "Era un perfecto caballero cuando estaba sobrio, pero apenas necesitaba un trago para convertirse en un ser muy competitivo ", señaló Scheider en una entrevista, muchos años después.
Algunos técnicos también dieron testimonio del modo en que el actor iba perdiendo la compostura a medida que bebía entre escenas. Y de ahí surgió una anécdota: fastidioso por la cantidad de veces que tuvieron que repetir una escena por la incapacidad de su compañero de decir su parte, Dreyfuss tomó el vaso de Shaw y lo arrojó al mar, generando una fuerte discusión que tuvo a Spielberg como mediador.
La música
Hay piezas musicales que hacen completamente a una escena. Basta recordar, por ejemplo, la escena de la ducha de Psicosis y el modo en que el sonido acuchilla el oído del espectador mientras Janet Leigh es apuñalada en pantalla. Algo parecido sucede con Tiburón y el modo en que John Williams consiguió imprimirle terror a cada aparición en pantalla de la criatura asesina.
Sin embargo, Spielberg no estuvo del todo convencido cuando escuchó lo que Williams le presentó. "Es gracioso, John, realmente. Pero, ¿qué tenés realmente en mente para la película?", bromeó el director, minimizando su composición. Afortunadamente, el director recapacitó y, años más tarde, reconoció que el film hubiese tenido al menos la mitad del éxito que tuvo si no hubiese sido por su música original.
Williams fue el director de orquesta durante la entrega de los Oscar en 1976; y tuvo que abandonar la batuta cuando se hizo acreedor de la dorada estatuilla por su trabajo en Tiburón.
En 2016 fue Spielberg el encargado de homenajearlo durante la gala del American Film Institute, que lo reconoció con un premio a la trayectoria. "John, has creído en cada película que hicimos, muchas de ellas basadas en los sueños más imposibles, y a través de tu genialidad como compositor las hiciste reales y eternas para millones y millones de personas", dijo en su discurso el director, que lo eligió para musicalizar la mayoría de los films que hizo después de Tiburón.
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