Thomas Vinterberg: “Otra ronda es una película sobre perder el control”
El reconocido director danés habló con LA NACION antes de viajar a Los Angeles para participar de la ceremonia del Oscar, que lo tiene como gran favorito para ganar el premio a la mejor película internacional
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Lo primero que le cuenta Thomas Vinterberg a LA NACION en una conversación mano a mano por Zoom es que está a punto de viajar a Los Angeles para participar de la ceremonia del Oscar. Vinterberg habla desde Copenhague, su ciudad natal, por lo que tranquilamente podría desplazarse en mucho menos tiempo hacia Londres, que será la segunda sede de la entrega de los premios de la Academia de Hollywood el domingo 25. Pero mantiene la idea original de estar ese día en Los Angeles y participar de una velada en la que todos dan por seguro que subirá al escenario a recibir al menos una estatuilla.
Vinterberg llega al Oscar con una doble nominación. Después de una destacada carrera que incluyó títulos como La celebración y La cacería, logró con su último largometraje, Otra ronda (Another Round), convertirse por lejos en el favorito para llevarse el premio a la mejor película internacional después de arrasar en los European Film Awards, llevarse los máximos galardones del cine de su país y sumar nominaciones y reconocimientos de parte de la crítica y del público en grandes festivales internacionales. Además de la firme posibilidad de darle un nuevo Oscar a Dinamarca, Vinterberg logró un lugar entre los cinco nominados a mejor director. Fue una de las grandes sorpresas en el reparto de las candidaturas al Oscar de este año.
“Tengo una sensación interior de mucha calma y satisfacción por todo lo que está pasando con la película”, dice desde su casa de Copenhague, delante de una frondosa biblioteca, con el tono pausado de un docente. Le encanta tomarse su tiempo para contestar y extenderse en cada respuesta hasta que no quede desde su criterio nada por fundamentar.
El entusiasmo con el que su película es recibida en todas partes es tan fuerte como los debates que provoca. Pocos temas planteados en los últimos tiempos desde el cine resultan tan provocadores como los de Otra ronda. Vinterberg muestra a cuatro docentes de nivel secundario y viejos amigos además (nuestro conocido Mads Mikkelsen, Thomas Bo Larsen, Magnus Millan y Lars Ranthe, ganadores en conjunto del premio a la actuación masculina en San Sebastián) dispuestos a sacar del alcohol todo el brío, la inspiración y el estímulo que necesitaban para escapar de una vida monótona, tanto personal como profesional. La película recorre el amplio arco de consecuencias que tiene esa decisión para el cuarteto y su entorno. Y dispara con ellas multitud de discusiones y polémicas.
-¿Qué significa ser hoy el amplio favorito para ganar el Oscar a la mejor película internacional?
-Es un gran honor. Estoy muy orgulloso y conmovido por esta doble nominación. Y muy honrado por los elogios y el afecto que me transmitieron distinguidos colegas de todo el mundo, que además son mis héroes. Por supuesto me siento muy halagado, pero hay que dejar de lado el aspecto competitivo. Lo más importante para mí es haber recibido un reconocimiento de la Academia, una organización integrada por personas que realmente están comprometidas con el cine.
-Su nominación a mejor director tal vez sea otra muestra de una tendencia que crece. El Oscar es un premio cada vez más internacional.
-Eso es así y lo podemos comprobar muy fácilmente a partir de lo que pasó el año pasado con Parasite. Algunas cosas están cambiando muy rápido. Mi nominación como mejor director no es algo habitual. Posiblemente se trate de una señal en favor de la diversidad.
-Es muy común que los nominados prefieran no hablar de sus chances frente al Oscar antes de la ceremonia. Creen que de hacerlo estarían invocando a la mala suerte...
-Suerte es una palabra muy engañosa. Su significado puede cambiar muy rápidamente. Además, ¿qué sabemos en el fondo sobre todas estas cosas antes de que ocurran? La verdad que nada, porque todos los días está cambiando algo. Yo estoy muy tranquilo. La película recibe desde hace mucho tiempo tantos elogios y despierta tanto interés y tanto amor que no tengo tiempo para ponerme a pensar en estas cosas. Y mucho menos para cuestionarlas.
-¿Cómo nació la historia que se cuenta en Otra ronda?
-Yo no quería hacer una película moralista. Quería transmitir la idea de que el alcohol también puede elevar a las personas y hacer que tengan un corazón más grande. Los líderes del mundo podrían gracias a eso tomar mejores decisiones. Fíjese en Winston Churchill, que envió a la guerra a más de 300.000 civiles. Una idea completamente irracional que al final funcionó. Pero al mismo tiempo el alcohol mata personas y destruye familias. Nunca somos del todo objetivos frente a esa cuestión y por eso le pregunté a mi coguionista Tobias Lindholm por qué no hacer una película sobre el alcohol que se pareciera a una encuesta.
-Tomar distancia como premisa.
-Y hacerlo sin hacer juicios de valor ni tratar de ser moralista. Insisto con esto. Queríamos además que no se viera como una apología o una publicidad encubierta del consumo de alcohol. Porque Otra ronda no es una película sobre el alcohol, sino que habla de cómo elevar a las personas, cómo mejorarlas. Vivimos en una especie de cultura de la puesta en escena, donde se nos exige sobre todo desde las redes sociales una atención exagerada hacia nosotros mismos. Estamos siendo observados y evaluados todo el tiempo.
-Usted no tiene la mejor opinión de las redes sociales.
-Cuando usted escribe un artículo, hoy lo más importante es cuántos “me gusta” consigue. Cuando caminamos por la calle hay gente que registra la cantidad de pasos que damos y lo convierte en lo más valioso. Todo está sujeto a algún tipo de medición. Y esta película, en cambio, se asoma a todo lo que no puede medirse. A lo que surge de la inspiración, de lo incontrolable, de lo que nunca podría comprarse por Internet. Otra ronda trata de abrirse a ese mundo. Es una película sobre perder el control. Sobre perder la atención en uno mismo.
-Es interesante que un director de cine, uno de los artistas que más necesita mantener el control en medio de un trabajo colectivo que siempre en apariencia parece caótico, quiera contar una historia sobre la pérdida de ese mismo control. Me pregunto si le dejó algún lugar a los actores para que improvisen. Parece más fácil hacerlo en situaciones como la de una borrachera.
-El guion era bastante sólido. Y al mismo tiempo no lo era [risas]. En un momento tenemos una escena bastante tonta sobre alguien que trata de capturar un pez, después tenemos otra bastante pretenciosa en términos artísticos, como si hubiese salido de otra película, y finalmente otra que parece nacida de un musical, porque la gente baila. Este guion se nos presentó como una bestia indomable que había que amansar. Como cuando usted tiene que escribir una nota. La realidad puede ser caótica, pero usted necesita organizarla, clarificar sus ideas, trabajar con cierta disciplina, definir cuál es el comienzo y cuál es el final. Usamos todo el tiempo una caja de herramientas diferentes porque nuestra vida también es una batalla constante en busca del control. Para tratar de no perderlo.
-¿Es verdad que los cuatro personajes principales fueron escritos pensando de manera deliberada en los cuatro actores que iban a interpretarlos? Además, usted dijo que son amigos suyos desde hace mucho tiempo.
-Absolutamente. Pero no fue algo fácil, contrariamente a lo que algunos imaginan. Costó mucho convencerlos porque los cuatro se convirtieron en personas ricas y famosas que exigieron leer el guion antes de aceptarlo [risas].
-¿Cuál es el lugar que ocupa específicamente el alcohol dentro de Otra ronda?
-Es el catalizador de la historia. Tan simple como ponerse una botella en los labios para beberla. Es como firmar un acuerdo con el resto del mundo que establece que a partir de este momento empezamos a perder el control. Ese acuerdo lo firmamos primero con nosotros mismos y después se convierte en una señal para los demás. No olvidemos que el alcohol ocupa un lugar muy importante en la vida cotidiana de mucha gente.
-Es inevitable que le pregunte sobre Ida, su hija de 19 años que falleció en un accidente automovilístico [un conductor se distrajo, perdió el control de su auto y embistió al vehículo en el que viajaba la joven] pocos días antes de comenzar el rodaje. Ella era parte del proyecto. ¿Cómo decidió seguir adelante?
-Fue la decisión más terrible que tuve que tomar en toda mi vida. Ella amaba muchísimo este proyecto y la película está dedicada a su memoria. Puede sonarle a usted muy extraño, pero me tocó discutir este tema con ella en mi cabeza después de que falleció. Y en esa conversación noté que le agradaba mucho la idea de que yo finalmente contara esta historia en vez de dejarla. La película se convirtió en un monumento que levanté para ella y siento que nunca podrá separarse de ella. Perdimos una vida, pero tenemos que celebrar la vida que tenemos porque nos puede ser arrebatada muy rápido.
-Usted fue uno de los grandes referentes del movimiento Dogma 95. ¿Qué queda de él en su presente artístico?
-Muchos recuerdos, todos ellos muy profundos y entrañables. Disfruté muchísimo toda esa etapa. Y hasta le diría que en Otra ronda aparecen algunos elementos propios del Dogma. No hay banda sonora, por ejemplo. Tampoco canción original. Y siempre trato de buscar las herramientas que me ayuden a lograr la mayor veracidad posible. Pero volviendo al Dogma me di cuenta en un momento, después de pasar por Cannes con La celebración, que no tenía nada más para contar siguiendo esos mandatos.
-Usted está por participar en el primer Oscar de la pandemia. Pasaron muchas cosas durante estos últimos 12 meses. ¿Cómo imagina el futuro inmediato?
-Creo que todo volverá a ser igual que antes. Se necesita más que una pandemia para cambiar al mundo. La gente afortunadamente va a volver a los cines, y desafortunadamente va a volver a subirse a los aviones.
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