La película del australiano Peter Weir, estrenada en 1998, iba a ser originalmente mucho más oscura, pero su guion fue reescrito hasta dar con el tono justo
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Cuando Truman Burbank (Jim Carrey) abandona ese mundo manufacturado con su memorable frase de despedida (“En caso de que no nos volvamos a ver: buenos días, buenas tardes y buenas noches”), la audiencia que lo siguió durante 29 años en comunidad se muestra, desde diferentes rincones del mundo, absorta ante la mera posibilidad de no poder seguir siendo voyeur de la vida de ese hombre que nunca pudo conocerse a sí mismo. Sin embargo, una vez superado el momento de shock, vemos cómo un hombre le pregunta a otro qué más hay en la televisión y el cambio de canal es inminente. Se trata de un gag que opera como la coda perfecta de The Truman Show, el largometraje del australiano Peter Weir escrito por Andrew Niccol y estrenado en 1998.
Además de presagiar lo que sucedería tan solo dos años después con los lanzamientos de los reality shows Survivor -en mayo de 2020- y Gran Hermano -en julio del mismo año-, The Truman Show no solo se ceñía a los fenómenos en gestación sino a la voluble atención de la audiencia. La facilidad con la que Truman es olvidado una vez que él hace su reverencia es tan solo el reflejo del “Úselo y tírelo”, de la esencia misma del consumo, palabra cuyo origen proviene del latín y cuya etimología se aplica a lo que sucede en el show de Truman y a lo que sucede en 2023: por “consumere” se alude a tomar algo en su conjunto, consumirlo, agotarlo y pasar a lo siguiente. Cambiar de canal.
“La sociedad de consumo ofrece fugacidades. Cosas, personas: las cosas, fabricadas para no durar, mueren al nacer, y hay cada vez más personas arrojadas a la basura desde que se asoman a la vida”, escribió Eduardo Galeano. El guion de Niccol indudablemente hace referencia a lo efímero que es todo, incluso aquello que captó nuestra atención por casi tres décadas como lo es la cotidianidad de ese vendedor de seguros de vida sencilla en Seahaven Island, pero también se embebe de otras referencias.
The Truman Show dialoga con las novelas 1984 de George Orwell y Utopia de Thomas More, y con la serie La dimensión desconocida, particularmente el episodio “Special Service”. A fin de cuentas, no hay nada más aterrador que partir de algo que efectivamente podría suceder para luego magnificarlo y llevarlo, en ciertos momentos, al terreno de la sátira y la crítica social, como años después haría Black Mirror y el extraordinario capítulo “White Bear”. Niccol, director y guionista neozelandés, venía de estrenar su ópera prima, la excelente Gattaca, una distopía que sentaba las bases de sus trabajos posteriores, y estaba interesado en dirigir la nueva historia que había concebido.
El relato tenía como premisa la siniestra maniobra de una empresa de adoptar un bebé y convertirlo en protagonista de un reality show en el que todo lo que le sucedía estaba digitado. Cuando Paramount Pictures dio luz verde al rodaje, “despidió” a Niccol del rol de realizador que se había arrogado porque consideraban que no iba a poder tomar las riendas de un proyecto con un presupuesto abundante para la época: 60 millones de dólares. De esta forma, el guionista debió renunciar al plan de tener a Gary Oldman como protagonista y se ajustó a la decisión de que el australiano Peter Weir (Picnic at Hanging Rock, El año que vivimos en peligro, La sociedad de los poetas muertos) sea el capitán del barco.
Escenas eliminadas, peleas y guerra de egos
El guion original (titulado The Malcolm Show) también fue modificado por el propio Niccol, quien había llevado la historia demasiado lejos, mostrando a un Truman excesivamente violento cuando la farsa empezaba a resquebrajarse. En una de las secuencias eliminadas, por ejemplo, el protagonista buscaba asesinar a su “esposa”, Meryl (Laura Linney), al observarla demasiado preocupada por su propio show, el del product placement, el rol que cumplía en el programa orquestado por Christof (Ed Harris).
Antes de comenzar con el rodaje en 1996 en Seaside, Florida -con más de 300 extras que eran habitantes del lugar-, Weir y Niccol se reunieron en numerosas ocasiones para revisar el guion, que tuvo más de 14 borradores y cuya modificación más importante fue la edad de Truman, quien era una adolescente en el guion primigenio.
Cuando se encontró el tono justo y Oldman ya no era una opción para el protagónico, Weir pensó en Robin Williams, a quien había dirigido en La sociedad de los poetas muertos, pero finalmente decidió apostar por Carrey luego de verlo en Ace Ventura. Para el actor, The Truman Show representaba la posibilidad de mostrar otra faceta pero, una vez en el set, comenzaron los roces con el cineasta.
El comediante, una verdadera estrella en ese momento, había accedido a bajarse el salario (de 20 millones a 12), pero en su contrato había una cláusula que estipulaba que podía convocar a guionistas para sumar one-liners divertidos. Esto no fue del agrado de Weir, sobre todo luego del gran trabajo que había hecho Niccol con el texto, y originó rispidices.
"En mi carrera, en solo dos ocasiones acepté hacer películas ni bien leí el guion: con The Truman Show y con Eterno resplandor de una mente sin recuerdos"
Jim Carrey
Con el tiempo, el cineasta se mostró más flexible a la improvisación de Carrey, quien también demostró que podía comprometerse con el texto que tanto lo había cautivado y dejar su enojo y ego atrás. “Yo fui honesto con él y le dije que estaba preocupado por cómo íbamos a abordar la historia, y luego le puse la canción de Pink Floyd, ‘Wish You Were Here’, para que tomara la letra como inspiración”, contó Weir. El concepto de no saber diferenciar “el cielo del infierno” y “el cielo azul del dolor” hizo mella en Carrey, quien terminó respetando el guion de Niccol, más allá de que logró improvisar algunas secuencias.
“Cuando leí lo que había escrito Andrew, que al comienzo eran 10 páginas, ni siquiera me lo tuve que preguntar. Me pasó lo mismo luego con Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Lo que sucede con las comedias es que tenés que analizar más el proyecto, porque tienen que estar bien armadas, algo que no sucede seguido, requiere mucho trabajo mantenerlas frescas. Pero con esos dos guiones acepté de inmediato, dije que sí sin dudarlo”, recordó Carrey sobre dos películas que le permitieron lucirse en el plano dramático junto a El mundo de Andy. Con excepción del film de Gondry, por los otros dos largometrajes recibió el Globo de Oro.
Cuando Weir y Carrey conectaron y dejaron las peleas en el pasado, el director también tomó otra drástica decisión. Christof iba a ser interpretado por Dennis Hopper, quien incluso ya estaba en pleno rodaje cuando fue desvinculado del film por diferencias creativas con Weir. El director, muy diplomático, aseguró que admiraba mucho al actor, pero que no era el indicado para un papel que finalmente fue a manos de Ed Harris, cuya mirada final, con esos ojos llenos de lágrimas al ver a Truman despedirse, tiene una potencia indeleble.
The Truman Show recibió tres nominaciones al Oscar: a Niccol por su guion, a Weir por su dirección y a Harris por su actuación de reparto. La dinámica entre Truman y Christof, quien le habla como si fuera un bebé (a fin de cuentas, lo consideraba su creación y así se lo dice), terminó siendo un espejo de la de Carrey y Harris, quienes nunca se vieron personalmente en el rodaje. Cuando Harris filmó sus secuencias, el protagonista ya había concluido con las suyas.
La salvación de Peter Weir
Tres años antes del rodaje de The Truman Show, que tuvo un gran desempeño en taquilla de 264 millones de dólares y dejó una marca perenne con su historia, su director se encontraba en un momento profesional de muchas dubitaciones. Weir había estrenado en 1993 Sin miedo a la vida, una de las películas más subvaloradas de su carrera protagonizada por Jeff Bridges como un sobreviviente de un accidente de avión, tragedia que le deja un estrés postraumático que intenta superar. Más allá de los méritos del film -que son muchos, como el vínculo entre el personaje de Bridges y el de Rosie Perez, nominada al Oscar por su trabajo-, el largometraje escrito por Rafael Yglesias tuvo un presupuesto de 20 millones de dólares del que solo pudo recuperar 7. Weir lo interpretó como un fracaso y dejó de filmar por largo tiempo.
"El guion de The Truman Show estaba lleno de metáforas, se alejaba de las convenciones del cine mainstream, era una obra subversiva"
Peter Weir, director del film
“Me agotó emocionalmente. Las buenas críticas terminaron siendo contraproducentes porque destacaban la verosimilitud del accidente de avión, y la audiencia se espantó ante eso, no quería sentir que estaban en ese avión”, explicó el cineasta. Las ganas de volver al ruedo llegaron con el guion de Niccol. “Estaba en un momento en que me molestaba cómo los guiones se escribían estratégicamente para complacer a la parte financiera de los estudios, para no ofender a nadie, no había nada extraño o impredecible. Por eso me atrajo The Truman Show, porque estaba lleno de metáforas, se alejaba de las convenciones del cine mainstream. Era una obra subversiva”, sumó el director.
Desde la banda sonora de Burkhard Dallwitz, Philip Glass, y Wojciech Kilar, hasta el gran diseño de producción de Dennis Gassner, The Truman Show no se parecía nada, era su propia nave, con un Niccol afilado y un Weir que aportaba su brillante visión a esa fantasía de la que Truman quiere salir desesperadamente. Fiji y Sylvia/Lauren (Natascha McElhone, quien simboliza otro tópico del film: las protestas contra las grandes corporaciones) son su Santo Grial, el lugar al que llegar.
Sin embargo, su camino no está exento de obstáculos pergeñados por Christof y su equipo, quienes ponen a Truman de cara a un trauma: la muerte fabricada de su “padre” que le provoca un paralizante temor al agua. Ese tramo final de la película es conmovedor, con un hombre superando ese miedo para construir su verdadera identidad a los 29 años. En medio de un escenario donde todo está concebido para atraer al público -quien está tan preso como Truman-, la lucha contra viento y marea del protagonista es lo más puro que yace entre esas paredes. Luego de su despedida, su destino es incierto y está bien que así sea. Truman fue concebido para ser consumido. Lo que suceda en un universo alejado de esa lógica debe permanecer fuera de foco.
La remake que (afortunadamente) no fue
En 2020, Carrey habló de su deseo de hacer un remake de The Truman Show. “Muchas de mis películas ya tuvieron remakes y reboots sin mí, porque a mí no me importaba formar parte”, declaró el actor al ser consultado sobre qué film de su carrera debería tener una relectura en la actualidad. Tras pensarlo, finalmente se decidió por el largometraje de Weir. “Esa película es real en un nivel diferente al de cuando la hicimos por primera vez. Ahora todo el mundo tiene un canal de YouTube, todos tienen su propio Show de Truman personal. Siento que hay algo allí que es interesante”, afirmó el actor, y agregó: “Cuando él salió se debe haber sentido solo, porque ahora todos quieren vivir en el domo”, añadió.
Afortunadamente, su anhelo no fue considerado. Si hay algo que no necesita The Truman Show, es ser aggiornada. Su vigencia es tan indiscutible como alarmante y, cuando se la quiso emular con EDtv, de Ron Howard, el resultado estuvo en las antípodas de una producción única que comenzó con un hombre (Niccol) y una idea devenida en profecía autocumplida.
The Truman Show está disponible en Prime Video.
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