Terrence Malick volvió a sorprender
Ayer se vio The Tree of Life, su última obra
CANNES.– La de ayer fue una de esas jornadas que ratifican por qué Cannes es el festival más importante e insoslayable del mundo, la síntesis perfecta (aunque a veces contradictoria) entre arte y negocio. Con The Tree of Life se combinaron la radicalidad de un director con estatus de mito viviente y reverenciado por la cinefilia más exigente como Terrence Malick con el glamour de dos estrellas de Hollywood en su elenco: Brad Pitt (también coproductor del film) y Sean Penn. Si a esa mixtura se le suma una recepción que, apenas terminó la proyección, ya enfrentó a aquellos que la vitoreaban con otros que la abucheaban, el combo resultó perfecto. Los festivales, se saben, viven tanto de la atención mediática más masiva como de la polémica intelectual, y ayer hubo mucho de ambas cosas.
¿Cómo explicar The Tree of Life sin caer en simplificaciones? Se trata, en principio, de un melodrama familiar ambientado en los años 50 (e inspirado en los recuerdos de infancia del propio Malick) sobre un matrimonio (Pitt y Jessica Chastain) que sufre la muerte de uno de sus tres hijos. Pero eso es sólo uno de los aspectos –el más "clásico"– que aborda el creador de Días de gloria , Malas tierras , La delgada línea roja y El nuevo mundo .
Con The Tree of Life , Malick se propone una de las películas más pretenciosas de la historia del cine, una empresa artística que –en la comparación– deja a 2001, odisea del espacio , de Stanley Kubrick, como una película intimista. Con una búsqueda sensorial y una narración fragmentaria (se parece a un caleidoscopio y a un rompecabezas), el film ofrece desde un ballet cósmico sobre el polvo de estrellas, un documental sobre las maravillas naturales del planeta, un ensayo prehistórico (hay un par de dinosaurios que Steven Spielberg envidiaría) y hasta una épica sobre el amor, la muerte, la culpa, el duelo y la redención.
El trabajo visual y sonoro –en colaboración con el fotógrafo mexicano Emmanuel Lubezki, el diseñador Jack Fisk y el músico Alexandre Desplat– es de una belleza subyugante, apabullante (algunos críticos le cuestionaron un excesivo regodeo con ciertas imágenes), mientras que las distintas voces en off tienen no pocas ambiciones espirituales (hay algo de new age en la propuesta), filosóficas y religiosas que oscilan entre lo genial y lo pueril. Así de desconcertante es la película. De todas maneras, más allá de sus altibajos, se trata de un trabajo de notables valores y que –afortunadamente– ya ha sido adquirido para su estreno comercial en la Argentina.
Entre los múltiples aspectos que llamaron la atención es que en los 138 minutos de The Tree of Life , una figura como Sean Penn tenga tan poca participación, ya que interpreta en un puñado de escenas a uno de los hijos del matrimonio en la actualidad (un arquitecto que trabaja en una importante firma). Quizá por eso, no participó ayer de la conferencia de prensa, aunque oficialmente se informó que su ausencia se debió a compromisos ligados a sus trabajos humanitarios con diversas ONG. Sí, estuvo al atardecer acompañando a Chastain y a Pitt (se fotografió con su pareja Angelina Jolie para delicias de la multitud reunida) en la alfombra roja. En cambio, Malick –considerado por muchos como el J. D. Salinger del cine– mantuvo su habitual postura elusiva y no tuvo ningún contacto directo con la gente.
Ante el cuestionamiento de varios periodistas por la ausencia del director, Pitt y los productores intentaron salir airosos apelando al lugar común ("la película habla por sí sola y queda sujeta a las interpretaciones de cada espectador") y luego la justificaron en la gran timidez del realizador. "Lo que Terrence hace es como construir una casa: no tiene por qué ser también el empleado de la inmobiliaria encargado de venderla, aunque en el negocio del cine se nos pida eso. A mí me parece un gesto sincero", opinó el actor de El club de la pelea .
Cuando le preguntaron cómo es Malick en el set, Pitt afirmó, irónico, que "es un tipo dulce, sonriente, que juega con los perros, que encuentra placer en lo que hace, que trabaja de manera apasionada día y noche, ama a sus personajes y que… hasta va al baño".
Según Chastain, "Terrence no obliga a nada, nos deja crear en el set para permitir que los mejores momentos sucedan y poder capturarlos". Pitt agregó: "Teníamos un guión denso y un gran trabajo previo para poder sumergirnos en la esencia de los años 50, pero Malick llegaba cada mañana con nuevas páginas e ideas para crear otras cosas. Fue un trabajo exigente, cansador y distinto a lo que había hecho antes, pero para el resto de mi carrera me gustaría seguir más por este camino".
También con resultados artísticos muy interesantes –y, otra vez, con reacciones divididas– se presentó ayer en la competencia oficial L’Apollonide: souvenirs de la Maison Close , film del francés Bertrand Bonello que narra la cotidianeidad de las prostitutas que trabajan en una "casa de tolerancia" de París, desde 1899 hasta su cierre, en los primeros años del siglo XX.
El siempre provocativo director de Le pornographe, Tiresia y De la guerre no se queda sólo en la exploración erótica (con algunos toques perversos), sino que describe a ese ámbito –frecuentado por clientes de alto poder adquisitivo– como un ámbito de socialización. La película es de una enorme belleza, pletórica de ideas, mientras que Bonello se permite apelar a secuencias oníricas bastante extremas y hasta a la utilización de varios clásicos del soul como fondo musical. Toda una audacia.
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