Tener y no tener: de la unión creativa de Ernest Hemingway y William Faulkner a la pasión irrefrenable de Humphrey Bogart y Lauren Bacall
El film de 1944, dirigido por Howard Hawks, se convirtió en un éxito y dio lugar a uno de los romances más comentados de la época en Hollywood
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“Puedo hacer una película con la peor novela que escribiste. Por ejemplo, con ese pedazo de basura que es Tener y no tener”. Eso le dijo Howard Hawks, sentado en su bote de pesca, a su amigo Ernest Hemingway cuando trataba de convencerlo de que fuera a Hollywood, escriba películas para él y gane algo de dinero.
Esta anécdota bastante apócrifa se invoca en casi todas las discusiones sobre la adaptación de la novela de Hemingway que Hawks produjo y dirigió para el cine bajo el mismo nombre, pese a que su resultado final fue muy diferente del texto original. Tener y no tener, estrenada en 1944 por la Warner Bros, fue una de sus obras esenciales, a menudo relegada en una filmografía con tantos clásicos. Hawks no solo reinventó el universo de Hemingway para el cine, sino que transformó la esencia de sus personajes y el tono fatídico que marcó el final de la aventura literaria del Capitán Harry Morgan.
Las claves de la novela de Hemingway
Tener y no tener es la segunda novela de Hemingway ambientada en Estados Unidos, luego de Torrentes de primavera (1926). Es fruto del período de su compromiso republicano durante la Guerra Civil Española, posterior a Adiós a las armas (1929) y anterior a Por quién doblan las campanas (1940). Comienza en Cuba, donde Harry Morgan se dedica a transportar turistas adinerados para la pesca del pez espada, y es tentado para trasladar de manera clandestina a unos perseguidos políticos. Continúa en Florida, con Harry dedicado al contrabando de alcohol, que lo lleva a perder el brazo y la lancha. Luego aparece la figura de Albert, un colaborador frecuente de Morgan, cuyo destino culmina en la trágica aventura de llevar a unos revolucionarios a Cuba.
Los coletazos de la Depresión hicieron mella en la vida profesional y personal de Morgan: vive con su mujer y sus tres hijas en un suburbio miserable de Key West, intenta salir a flote pese a las deudas y el poco trabajo que hay en la región, y trata infructuosamente de mantenerse al margen del hervidero político que afecta a la Cuba de Laredo Brú bajo la amenaza permanente del futuro dictador y entonces Jefe de las Fuerzas Armadas, Fulgencio Batista. Las presiones de Estados Unidos sobre la isla cubana y el nacimiento de los movimientos revolucionarios son el trasfondo que usa Hemingway para situar la acción, mostrando a Morgan como un hombre que intenta eludir el compromiso y termina siendo víctima de su neutralidad en ese complejo entramado político y social.
Harry Morgan es un hombre duro, conectado con el mercado negro y el contrabando, fogueado por la miseria y la desolación del lugar. La novela se inicia en primera persona con su voz, que luego da paso a un narrador omnisciente que relata sus aventuras a lo largo de las sucesivas estaciones del año, para luego dar entrada a la primera persona de Albert, quien funciona como narrador testigo. Hacia el final, otros personajes cobran mayor protagonismo: un abogado que le ofrece un negocio, un grupo de turistas que visitan el bar, la mujer de Harry, gente de dinero que atraca en un yate en esas costas.
El comienzo del camino de descenso de Harry se produce cuando un cliente se va sin pagarle y eso lo conduce irremediablemente al crimen: primero, el traslado de inmigrantes chinos (que culmina con el primer asesinato) en Cuba; luego el incidente en el que pierde un brazo y se le confisca su lancha en Florida; y finalmente su complicidad con unos revolucionarios que roban un banco y termina en una masacre. El sustrato político funciona como un comentario de Hemingway sobre las relaciones entre Cuba y Estados Unidos hacia finales de los años 30, al mismo tiempo que un retrato de la vida miserable de los pescadores en contraposición a la bohemia y el despilfarro de los ricos que navegan y pescan por la zona.
El viaje de Hawks y el desembarco de Faulkner
Cuando Howard Hawks decide adaptar la novela a la pantalla se encuentra con las primeras dificultades: la construcción del personaje de Harry y la definición del contexto político de sus aventuras. Para el Hollywood clásico, Harry resultaba un héroe inaceptable, de moral dudosa, capaz de cometer un crimen a sangre fría, guiado por la supervivencia más extrema. Por otro lado, el conflicto político era demasiado incómodo para la Warner Bros, estudio que finalmente produciría la película.
En esos años se desarrollaba la llamada “política del buen vecino”, impulsada por el gobierno de Roosevelt -a quien Jack Warner admiraba y hasta había financiado en su campaña- y la intención de estrechar lazos con Latinoamérica excluía el oscuro retrato de Cuba que ofrecía Hemingway. El primer tratamiento del guion estuvo a cargo de Jules Furthman, quien se mantuvo bastante fiel a la novela. Las recomendaciones de la Oficina de censura de Hays y las sugerencias de la Warner exigieron un traslado de locación y la elusión del conflicto político. Entonces Hawks, visiblemente disconforme, se decidió a convocar a otro de sus amigos: William Faulkner.
Fue idea de Faulkner trasladar la acción de Florida y Cuba a la Martinica, isla de dominio francés en plena Segunda Guerra Mundial (Faulkner estaba trabajando en una historia sobre la resistencia de De Gaulle y por ello estaba familiarizado con el tema). El tema de los revolucionarios cubanos fue sustituido por la resistencia francesa al gobierno colaboracionista de Vichy. Las autoridades, apenas visibles en la novela, pasaron a ser un brazo de la Gestapo y el ambiente resultó claramente deudor del gran éxito de la Warner, Casablanca (1942).
“Tener y no tener encarna una de las declaraciones básicas del antifascismo que nos ha dado el cine”, escribía el célebre crítico británico Robin Hood en su libro Howard Hawks publicado en 1968. “El sentimiento de ultraje moral por el aplastamiento de la libertad individual que se expresa mediante la actuación de Bogart es, en su pureza y simplicidad, incontestable. Uno siente detrás de él toda la fe de Hawks en la necesidad de dignidad e integridad del individuo”, concluye Wood.
La reinvención de la historia estuvo en las manos de Hawks y Faulkner, concebida a partir de las limitaciones puestas por el estudio y la censura pero impulsada por la convicción de aquellos ejemplares amigos que vislumbraron la oportunidad de consagrar en la voz de Harry su mirada sobre un presente todavía sin definición. “Entré en la oficina de Howard [Hawks] una tarde y encontré, estirado en el diván, a un hombre pequeño y atractivo, de cabellos grises y bigote. Tenía un libro en su mano y fumaba en pipa. Era William Faulkner”, recordaba Lauren Bacall en Por mí misma, su autobiografía. Por entonces, Faulkner intentaba probar suerte en el cine -a diferencia de Hemingway que se mostraba reticente- y fue tentado por Hawks para corregir el guion y desarrollar lo que él creía que era su esencia: el encuentro entre Harry Morgan y Marie, la joven aventurera que en la novela era esposa de Harry ya hacía varios años.
Así, Tener y no tener ocupa un lugar en la historia del cine por dos famosos encuentros: el de Hemingway y Faulkner en la escritura, dos de los escritores más importantes de la narrativa norteamericana y ambos ganadores del Premio Nobel de Literatura; y el de Humphrey Bogart y Lauren Bacall, que actuaron juntos por primera vez, se enamoraron y se convirtieron en una dupla emblemática del cine clásico (luego filmaron El sueño eterno con Hawks, La senda tenebrosa en 1947 con Delmer Daves y Cayo largo en 1948 con John Huston).
Como en un cuento de hadas
La presencia de Lauren Bacall en la oficina de Howard Hawks no era una casualidad. Había estado a contrato desde hacía tiempo, esperando que llegara el proyecto justo para salir al ruedo. Hawks y su esposa Nancy ‘Slim’ Keith –Slim fue el sobrenombre que tendría el personaje de Marie, finalmente interpretado por Bacall en la película- la habían descubierto en la revista Harper’s Bazar y de inmediato la invitaron a viajar a California y hacer una prueba de cámara. “Tenía una oferta de la Columbia para hacer de figurante en una película con Rita Hayworth –recuerda Bacall- y también había recibido la oferta de Hawks de hacer una prueba filmada que, si le gustaba, concluía en un contrato privado. ‘Me parece que teniendo en cuenta las películas y la reputación de Hawks, estarás en mejores condiciones si firmas con él’, me aconsejó mi tío Jack. Así que convencimos a mi mamá y emprendí un viaje a miles de kilómetros de distancia”.
Lauren Bacall tenía apenas 18 años cuando llegó desde Nueva York a Hollywood. Pasó largos meses en la ciudad, temerosa y a la expectativa, entre salas de maquillaje y cócteles con gente de la industria. “Unos días antes de fin de año, en 1943, Howard me pidió que fuera a la Warner Bros. Era dueño de los derechos de un libro de Hemingway, Tener y no tener, que yo no conocía. Pensaba hacer una película con él y quería que Humphrey Bogart fuera el protagonista. Bogart estaba filmando Pasaje a Marsella. ‘¿Por qué no nos damos una vuelta por el set?’ me dijo sin anticiparme si yo también era parte del proyecto. El estudio era enorme y vacío, Howard me llevó hacia una zona iluminada. Michelle Morgan [la estrella francesa, protagonista de Pasaje a Marsella] estaba sentada en un taburete. Howard me dijo que volvería enseguida y volvió, con Bogart. Nos presentó. No hubo truenos ni relámpagos, solo un simple mucho gusto”, rememoró la actriz.
El encuentro fue lo que convenció, casi mágicamente, a Howard Hawks de que tenía a sus protagonistas. Después de Navidad encargó la bendita prueba de cámara para Bacall con el actor novel John Ridgely. Se trataba de la escena del “silbido”, aquella de la célebre frase: ¿Sabés cómo silbar, no? Ponés los labios juntos y soplás”. La escena fue escrita por el propio Hawks sin la convicción de que formaría parte del guion. Sin embargo, ese primer intercambio que ensayó Bacall con un desconocido le sirvió al director para descubrir su fuerza en la escena y modelar la química que uniría a Steve –sobrenombre de Harry Morgan- y Slim, los verdaderos protagonistas de Tener y no tener.
El trabajo de escritura definitivo estuvo dedicado a imaginar cómo eran Harry y Marie cuando se conocieron. Sobre esa base Faulkner pulió las conversaciones, el doble sentido de las frases y la atracción entre los dos personajes; luego convirtió a los revolucionarios en parte de la resistencia de De Gaulle, incorporó al borrachín Eddie –interpretado por el magnífico Walter Brennan-, compinche de Morgan en sus viajes, y transformó a los turistas en la pareja de refugiados políticos que transporta Harry hacia el final (el personaje de la esposa, Mme De Bursac, es la que absorbe los rasgos de la rica Helene Bradley que aparece en la novela).
El hotel fue el enclave de los encuentros, ubicando a Morgan y Marie en habitaciones cercanas, lo cual facilitaba los encuentros (la historia de la película se concentra en tres días, mientras que en la novela se extiende a lo largo de varios meses). Hawks ideó el uso del piano y de la música en la narración, lo que justificaba la permanencia de ella como cantante en el lugar. Fue el papel consagratorio de Bacall, que entonces todavía se llamaba Betty. Hawks le sugirió el nombre de Lauren y Bogart la felicitó en la puerta del despacho del director: “Acabo de ver su prueba. Nos divertiremos mucho juntos”.
El rodaje se inició en febrero de 1944 y Hawks siguió al pie de la letra su método de trabajo, que consistía en ensayos todas las mañanas con el elenco y la script, lo que le permitía ir modificando el guion en virtud de lo que surgía de los intercambios. “Hacia el final de la cuarta toma de una escena –explica la actriz-, me di cuenta que una manera de dejar mi cabeza quieta era mantenerla baja, con el mentón cercano al pecho, y levantar los ojos hacia Bogart. Ese fue el comienzo de ‘la mirada’ que Hawks sumó a la película”. La armonía entre todos parecía prometedora.
Slim y Steve
“No sé cómo sucedió, fue casi imperceptible. Llevábamos tres semanas de rodaje, era el final del día y yo tenía una escena más, así que estaba esperando sentada frente al espejo de mi camarín, peinándome. Bogie entró a despedirse, se situó detrás de mí y bromeamos como de costumbre; de repente se agachó, puso su mano sobre mi mentón y me besó”. Bacall cuenta paso a paso el inicio del romance con Bogart, una estrella de 46 años, casado, que suponía un riesgo para su vida personal y sobre todo para su carrera.
Por entonces, Hawks ya podía percibir el vínculo que se gestaba fuera de escena y si bien lo aprovechó para la película fue tajante con Bacall: “Esas tonterías que hacen no significan nada para él. Cuando la película termine, lo olvidará. Estás desperdiciando una oportunidad por la que otras darían su brazo derecho”. El sermón paternal de Hawks no era otra cosa que el reclamo por una atención que sentía que había perdido, tal como el mismo Bogart lo advirtió cuando Bacall ensayó el alejamiento. Pero ese impasse no duró demasiado, continuaron las citas secretas, las sonrisas compartidas, una pasión que no podía detenerse pese a las advertencias.
Los días de rodaje llegaban a su fin. El personaje que Bogart solidificó y Hawks explotó era un tipo duro de extrema competencia y confianza, con un corazón amoroso y una naturaleza romántica. Las tramas de Casablanca y Tener y no tener se nutren de esas líneas: un solitario imperturbable y competente en un lugar exótico, que se involucra en una lucha justa a partir del amor de una mujer. La diferencia más importante entre Tener y no tener y Casablanca es que Hawks no está tratando de establecer una gran narrativa de política y romance, sino que aspira a crear un mundo específico muy pequeño que no requiere un contexto externo.
El otro elemento es la concepción de la figura femenina: de la heroína romántica y sacrificada que es Ingrid Bergman a la mujer hawksiana que construye Lauren Bacall: independiente, sagaz, sin rastros de sentimentalismo y dispuesta a la supervivencia. Por ello casi se puede pensar que mientras Tener y no tener asume varias claves narrativas de Casablanca, difiere en su mirada, acercándose al espíritu desencantado de Hemingway. Nada de esa moral en blanco y negro que divide amor y honor, egoísmo y sacrificio. Tener y no tener es fiel a la prosa de Hemingway, que ha sido descrita como un iceberg, un fragmento apenas sobre la superficie y el resto oculto debajo: lo que no se dice, lo que se insinúa. Hawks usa las aventuras como paraguas de su mirada del mundo, que coincidía con Hemingway y su alter ego, Harry Morgan.
“La voz de Howard ordenando ‘corten, ya está’ clausuró las once semanas más importantes de mi vida”, recuerda Lauren Bacall. Steve y Slim se convirtieron nuevamente en Bogart y Bacall, cada uno con sus vidas, todavía por separado. Fueron seis meses más hasta el estreno, y en seguida la propuesta de continuar la dupla en El sueño eterno, ahora de la mano de la escritura de Raymond Chandler y los arreglos del amigo Faulkner.
La Warner Bros anunció su nueva producción con todo el entusiasmo: “¡Preparen los picos y las palas para la mina de oro que está en camino con la película de Howard Hawks, Tener y no tener!”. La película no solo fue un éxito sino una de las obras notables de Hawks, la confirmación de su solvencia como narrador, de la integridad de sus personajes, de la percepción de la condición humana como medida de su cine. Y para Bogart y Bacall fue el comienzo de su historia de amor, aquella se percibe en los silencios y las miradas que comparten en cada fotograma, aquella que inspira la eternidad de una película en el instante de su creación.
Tener y no tener está disponible en streaming en HBO Max y Apple TV+.
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