Tár: ¿Cuán fiel es el retrato de la megalomanía de los directores de orquesta?
El film de Todd Field, protagonizado por Cate Blanchett, se mete dentro del campo de la música clásica para construir un muy logrado retrato de una mujer compleja y llena de claroscuros
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Bohemian Rhapsody es una película biográfica centrada en Freddie Mercury y Queen. Para los millones que la han visto y disfrutado, la historia es clara y no hay secretos. Cada nombre, cada alternativa, cada sonido, cada situación, cada lugar es comprendido sin que ningún misterio entorpezca o enturbie el argumento. Después de todo, las venturas y desventuras de una banda de rock son parte de la vida cotidiana. Tár, una ficción con todos los perfiles de una biopic, trata con la vida de una directora de orquesta y compositora de música clásica y, en este sentido, está atravesada por innumerables nombres, alternativas, sonidos, situaciones y lugares que sólo pueden ser comprendidos por aquellos que frecuentan este (maravilloso) campo cultural, el de la música clásica, detalles no menores y que podrían ser incomprendidos o enigmáticos para quienes no lo frecuentan o consumen.
En todo caso, lo que habría que dejar bien en claro es que cada uno de esos detalles más o menos herméticos están excelentemente bien colocados para darle sentido a la trama y a la configuración de la muy singular personalidad de Lydia Tár y para aportar los sonidos exactos que hacen a una construcción cinematográfica impecable. Pero además, y esto sí es central y de comprensión cabal, el film tiene como protagonista excluyente y de modo absoluto a una mujer que dirige una orquesta, oficio exclusivamente masculino hasta hace muy poco tiempo. Cuesta imaginar que este drama ficcional cinematográfico hubiera tenido alguna razonabilidad si Tár hubiera sido Carlos, Anthony o Yuri. La película, no casualmente, comienza con una entrevista que le hacen a Lydia Tár en la que le preguntan si deberían llamarla Maestro o Maestra.
En esa entrevista televisiva inicial, Lydia Tár hace una reseña exacta sobre el surgimiento del director de orquesta y cuáles son sus funciones. Mucho antes de que Tár se asomara en nuestras carteleras, en LA NACIÓN hicimos mención de las tareas que le competen a un director, algunas de las cuales son señaladas por nuestra directora en esa conversación. No es ocioso reiterar una vez más que el personaje protagónico es ficcional pero el guion está estupendamente elaborado apelando, constantemente, a seres reales y trascendentes del mundo musical concreto que le otorgan a Lydia Tár una imaginaria entidad real.
Queda claro que, en nuestra sociedad patriarcal, quien debía asumir la autoridad de conducir a los músicos para interpretar una partitura debía ser un varón. En la película, Lydia Tar reconoce a las primeras mujeres que comenzaron a abrir el camino y, entre otras, ahí está, lejanísima, Antonia Louisa Brico, una neerlandesa que, en 1928, logró dirigir a la Orquesta Filarmónica de Berlín. Desde entonces, ¿han avanzado las mujeres sobre este terreno masculino? Poco, poquísimo. De las más importantes orquestas del planeta, sólo dos tienen directoras titulares, la estadounidense Marin Alsop, directora de la Sinfónica de Baltimore, y la lituana Mirga Gražinytė-Tyla, al frente de la Sinfónica de la Ciudad de Birmingham. En esta película, el guionista y director Todd Field no se viene con chiquititas y pone a Lydia Tár al frente de la Filarmónica de Berlín, tal vez, la única orquesta del mundo que podría ostentar el (indemostrable) vocablo “mejor”. Lejos de los modos imperativos, monárquicos y despóticos que caracterizaron, por ejemplo, al celebérrimo Arturo Toscanini, Tár, en los ensayos, se muestra convincente e inspiradora para lograr que sus músicos interpreten sus ideas. Las decisiones caprichosas, las imposiciones y los abusos de poder, que también le son propios a Lydia Tár, aparecen en sus relaciones personales, no cuando está en el podio. Sólo en esos momentos, cuando tiene la batuta en su mano y se muestra artística, creativa y estimulante, esta mujer de personalidad compleja y discordante genera alguna empatía.
Y ahora sí, algunos de esos detalles que aparecen en Tár para darle coherencia argumental y belleza sonora y visual. Para empezar, en esta película, los actores que aparecen haciendo música, exactamente tocan lo que está sonando, Cate Blanchett, incluida. La actriz australiana interpreta el Preludio en Do mayor de Bach, mientras ridiculiza a un estudiante que, desde una postura de identidad de género, abjura de “ese” compositor alemán que engendró veinte hijos. Por fuera del teclado, Blanchett también aprendió a mover la batuta de un modo apropiado y a realizar indicaciones expresivas que coinciden exactamente con los sonidos que se escuchan. Nina Hoss, en el personaje de Sharon, la amante de Lydia, aún con un movimiento de arco tímido y un vibrato mínimo, toca en el violín lo que suena en la pantalla. La chelista rusa que interpreta el Concierto para chelo y orquesta de Elgar es, efectivamente, una muy buena chelista, la inglesa Sophie Kauer, que devino en (una convincente) actriz de la mano de Todd Field.
A lo largo de la película, como al pasar, son mencionados grandísimos directores de orquesta como Lenny (Leonard Bernstein), MTT (Michael Tilson-Thomas), Karajan, Fürtwangler, Dutoit, Abbado o Barenboim; sin aclaraciones de ningún tipo, son recordados chelistas como Rostropovich y Jacqueline du Pré; se conversa y se discurre sobre filosofía de la música; se traen a colación prácticas instrumentales, compositores, obras y personalidades como el gran Albert Schweitzer en su rol de organista y autor de un estudio memorable sobre Bach. Y, constantemente, se ve a la Philharmonie de Berlín como el teatro en el cual ensaya Lydia Tár con la supuesta Orquesta Filarmónica de Berlín que, en la película, es la Filarmónica de Dresde. Pero, además, se escucha mucha música, en especial, diferentes pasajes de los cinco movimientos de la Sinfonía Nº5, de Mahler, la obra que, para Deutsche Gramophon, está a punto de registrar esta imaginaria Lydia Tár. De principio a fin, Cate Blanchett está siempre en la pantalla. Siempre. De su arte inconmensurable, nace y vive esta Lydia Tár, posiblemente, uno de los personajes musicales (por última vez, ficcionales) más logrados, definidos y atrapantes de la historia del cine.
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