El mejor Hombre de Acero de la historia del cine aparece evocado en un sentido documental que hace foco en su vida, especialmente en el modo en que un accidente ecuestre ocurrido en 1995 modificó por completo su realidad
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Super/Man: la historia de Christopher Reeve (Super/Man: The Christopher Reeve Story, Estados Unidos/2024). Dirección: Ian Bonhôte y Peter Ettedgui. Guion: Otto Burnham, Ian Bonhôte y Peter Ettedgui. Fotografía: Brian Twz Brousseau. Música: Ilan Eshkeri. Edición: Otto Burnham. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 104 minutos. Calificación: solo apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: muy buena.
Super/Man: la historia de Christopher Reeve, coproducida por DC Comics, HBO y CNN, es un largometraje documental con características televisivas y de hecho pudo tener un destino similar al de la inmensa mayoría de las producciones de este tipo realizadas en los últimos tiempos. Si lo encontramos, afortunadamente, en un cine antes de su llegada al streaming es porque hay un aniversario redondo detrás del tributo (se cumplieron el 10 de octubre pasado 20 años de la muerte del actor) y porque la historia de Superman experimenta en este tiempo una de sus muchas revisiones y reinvenciones. De la mano de James Gunn, DC se prepara para poner de nuevo en marcha la historia del Hombre de Acero a través de la pantalla.
Lo que también ocurre al ver este largometraje es que difícilmente nos encontremos con otra historia de vida sobre el apogeo y el crepúsculo de una gran estrella del cine que tenga ribetes tan emotivos y profundamente desgarradores. Visto ahora de cerca y revelado con una franqueza pocas veces vista en estos casos, el sacrificio de Reeve se convierte en un triunfo que culmina con una nueva definición del concepto de héroe. Todo adquiere un nuevo sentido cuando se aprecia con la misma escala humana en la que lo viven sus protagonistas.
En vez de caer en la tentación del clásico relato cronológico, el documental se instala casi desde el vamos en el momento crucial y definitivo de la vida de Reeve. Aquella desgraciada jornada del 27 de mayo de 1995, cuando el caballo guiado por el actor en una competición ecuestre frenó de golpe frente a una valla. Reeve cayó pesadamente y sin control, y el impacto contra el suelo le provocó una parálisis completa de los hombros hacia abajo. El mejor Superman de la historia del cine no volvería a caminar y ni siquiera a mover sus extremidades desde ese momento y hasta el final de su vida.
Todo lo que ocurre a partir de ese momento adquiere sentido completo cuando se integra a la idea fuerza del documental. La vida entera de Reeve y de sus seres más queridos es presentada aquí, de manera precisa y también muy amorosa, como la historia de un grupo de personas enfrentadas a escenarios y situaciones vitales de una adversidad mayúscula. Resultan tan fuertes esos desafíos que solo podrán superarlos desde la fe, la convicción y la voluntad de aprender y asumir nuevas habilidades.
No son muchas las voces que acompañan este viaje retrospectivo. Están en primera fila los tres hijos de Reeve, Matthew, Alexandra y William, junto a cercanos colaboradores y cuatro colegas que acompañaron con una entrañable amistad al malogrado actor hasta el final: Susan Sarandon, Glenn Close, Whoopi Goldberg y Jeff Daniels. A partir de ellos se evoca, por ejemplo, el destructivo escenario hogareño en el que Reeve se crio y se propuso exorcizar una vez que tuviera su propia familia. También la decisión de buscar un destino para su vocación fuera del teatro en el que se estaba formando como actor. “¡No vayas, te van a comprar!”, le suplicaba William Hurt a Reeve cuando éste le confesó que había aceptado una prueba de cámara como Superman para la primera gran producción que Hollywood preparaba sobre el superhéroe del comic en Londres, según el recuerdo de Daniels.
La derrota, la frustración y el fracaso son imágenes que se repiten (y se superan) a lo largo de la vida de Reeve, sobre todo durante el minucioso acercamiento que se hace con la ayuda de excelente material de archivo a la rehabilitación post-accidente. Allí lo vemos de vuelta al trabajo, actuando y dirigiendo, además de recibir la ovación de su vida en el Oscar 1996. Hay también aquí detalles muy profundos de sus dos matrimonios, primero con la británica Gae Exton y luego con la actriz Dana Morosini, que fallecería de cáncer poco después de la muerte del actor.
Hay mucho más en el camino de Reeve, una persona de admirable (y activo) espíritu deportivo que pocos días antes del accidente estrenó una película en la que su personaje sufre una grave discapacidad. Y también está presente todo el tiempo el recuerdo de Robin Williams, compañero y amigo de toda la vida. “Robin estaría vivo si Reeve no nos hubiese dejado tan pronto”, confiesa Close en un momento. Y nos conmovemos todavía más.
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