Superhéroes en problemas: en Deadpool & Wolverine queda a la vista la encrucijada actual de Marvel
La nueva película del poderoso estudio es un esfuerzo autoconsciente, con chistes procaces y mucha sangre, por escapar de la crisis creativa que atraviesa desde hace un tiempo el universo de los superhéroes
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Deadpool & Wolverine (Estados Unidos/2024). Dirección: Shawn Levy. Guión: Ryan Reynolds, Rhett Reese, Paul Wernick, Zeb Wells y Shawn Levy. Fotografía: George Richmond. Música: Rob Simonsen. Edición: Shane Reid y Dean Zimmerman. Elenco: Ryan Reynolds, Hugh Jackman, Emma Corrin, Matthew Macfadyen, Morena Baccarin, Ron Delaney, Leslie Uggams. Distribuidora: Buena Vista. Duración: 127 minutos. Calificación: solo apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: buena.
Hubo un tiempo en el que las películas de Marvel hablaban por sí solas. Había en ellas historias atrayentes con espíritu fantástico y efectos visuales portentosos, casi siempre puestos al servicio del relato y no al revés. Los héroes eran seres falibles con atributos extraordinarios que representaban con genuina convicción aquello de que un gran poder entraña una gran responsabilidad. Sus adversarios eran villanos de esa misma condición, pero transformados en ángeles caídos como castigo por la desmesura de sus ambiciones.
Este sueño infinito encontró sus límites (desgaste, fatiga, repetición, tedio) cuando cayó en la misma desmesura que identifica a los peores personajes de este inmenso tablero: la “batalla del Multiverso”, donde cualquier realidad es intercambiable. Y por esa razón todo da lo mismo. Total, siempre hay un nuevo mundo a mano para corregir o ajustar cualquier problema.
Antes de la debacle (una crisis creativa de la que todavía no puede salir), Marvel creó en una línea paralela, ajena a su sistema principal, a una especie de autoconciencia marginal, procaz y bastante cínica que se permitía decir y hacer todo lo negado para el resto. Gracias al relajado desparpajo de Ryan Reynolds, Deadpool ofrecía humor irreverente, provocación y mucha sangre mientras se burlaba (todavía desde lejos) del resto de ese universo rompiendo todo el tiempo la cuarta pared.
Para tratar de resolver toda esta encrucijada, la plana mayor de Disney y Marvel decidió unir todos los eslabones que estaban dispersos. Con la absorción completa de los estudios 20th Century Fox facilitó la unión de las piezas. Solo había que encontrar la herramienta ideal para articular y ejecutar la operación.
Aquí entra Deadpool, más autoconsciente que nunca, hablando todo el tiempo a la cámara para buscar la complicidad en esa búsqueda del espectador más identificado con los avatares de Marvel a lo largo de estas últimas dos décadas. Esta nueva película está pensada para ellos y los no iniciados tendrán que hacer un curso rápido para entender varias de sus claves por más que las escenas de acción y algunos chistes realmente buenos (con temática e imágenes adultas, niños abstenerse) funcionen más allá de esta lógica.
La tarea que se le asignó aquí a Shawn Levy, un artesano de Hollywood inclinado a la comedia, es la de integrar el antiguo universo de Marvel (el de los Vengadores, principalmente) con el de los X-Men, sumado a algún otro microcosmos paralelo que no conviene revelar, recuperado de manera muy graciosa y sorprendente. El trámite exige la reaparición de la Autoridad de Variación del Tiempo (AVT), una especie de burocracia cósmica revelada en la serie Loki que se ocupa de manejar las distintas líneas del Multiverso y cuyos miembros se caracterizan por sus explicaciones anodinas y alambicadas. Como Mr. Paradox (un Matthew Macfadyen siempre agitado), todo un modelo de esta conducta.
La AVT entra a tallar cuando Deadpool tiene que salvar a su propio mundo y necesita la ayuda de su álter ego, que no es otro que Wolverine. Pero este personaje extraordinario y atormentado, al que Hugh Jackman siempre aportó intensidad, energía y profunda amargura, se había despedido en Logan (2019), un formidable western crepuscular. No tenía sentido alguno reabrir una historia cerrada de manera tan admirable.
¿Qué hizo Marvel? Recurrió a la martingala del Multiverso para resucitarlo en otro de sus infinitos mundos y crear desde allí la única alianza posible destinada a evitar que todos ellos terminen en un páramo administrado por Cassandra Nova (Emma Corrin, excelente) y que parece sacado de alguna película de Mad Max. En esa misión, Jackman y Reynolds funcionan como una pareja ideal de enemigos íntimos. La iracundia de Wolverine y el descaro de Deadpool se combinan en pantalla a la perfección. Sin embargo todo suena calculado, demasiado autoconsciente, como si hasta los chistes más provocativos sobre la propia realidad de Marvel y Disney tuviesen el guiño de las propias corporaciones.
Todo funciona en definitiva como una rara mezcla entre catarsis institucional, autorreflexión y reseteo hacia un nuevo punto de partida (¿otra fase con todos los personajes integrados? ¿otros Vengadores?). La nueva fórmula incluye algunas inesperadas reapariciones construidas con ingenio, pero sobre todo pensadas como ofrenda celebratoria a los fans. No importa si adquieren sentido o no en el relato, porque en la lógica de Marvel y Disney lo que importa es otra cosa. Dejar en claro que la alternativa, por si nuestros héroes resultaban derrotados, era llevar a todo Marvel a un lugar bautizado como El Vacío.
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