Streaming: Vigilando a Jean Seberg es un thriller sobre el estrellato
Vigilando a Jean Seberg (Seberg, Estados Unidos/Gran Bretaña, 2019). Dirección: Benedict Andrews. Guion: Joe Shrapnel, Anna Waterhouse. Fotografía: Rachel Morrison. Edición: Pamela Martin. Elenco: Kristen Stewart, Jack O’Connell, Anthony Mackie, Margaret Qualley, Yvan Attal, Gabriel Sky, Vince Vaughn. Duración: 104 minutos. Disponible: Cablevisión Flow (en alquiler). Nuestra opinión: buena.
Jean Seberg fue primero una presencia trágica en la hoguera de Santa Juana (1957), película en la que Otto Preminger la descubrió y la marcó para siempre con el mismo fuego que a la santa. Luego fue la hija rebelde y enamorada como Electra en Bonjour Tristesse (1958), en aquellos días de hedonismo nacidos del recuerdo de Françoise Sagan. Fue una aparición inolvidable y al mismo tiempo efímera, como lo descubrió Jean-Luc Godard cuando convirtió su imagen en el emblema del nacimiento de la nouvelle vague, con su remera a rayas y su corte a la garçon, con esas miradas de ternura y traición que la definieron en Sin aliento (1960).
Pero la Seberg del director teatral Benedict Andrews cuenta otra historia, la del regreso a Estados Unidos, la de las turbulencias matrimoniales, la de la estrella perseguida por aquellos mismos impulsos de rebeldía e independencia por los que antes la habían celebrado. La Seberg de fines de los 60, en la encrucijada entre la frivolidad y el despertar político, es tal vez la cara más interesante del personaje, atrapada en la mirada de un mundo que tanto la desea como quiere destruirla. En ese gesto la historia asume el perfil de un thriller en el que el cazador resulta ser un agente del FBI del villano J. Edgar Hoover, encomendado a perseguir a la estrella sospechada por sus relaciones con los Panteras Negras. Otra vez el amor y la traición.
El agente Jack Solomon (Jack O’Connell) se convierte, en la mirada de Andrews, en el delegado de una maquinaria de control y espionaje que día a día, al espiar a su víctima en sus salidas y conversaciones, se integra a su mundo. A ese mundo de verdad y artificio, de dolor y tragedia, como un voyeur prisionero de su mirada devoradora. Mientras el contexto de la vida de Seberg, las idas y vueltas de su profesión, las tensiones raciales de aquellos álgidos años se pierden en pinceladas tibias, como obligaciones de guion, Andrews consigue sostener el atractivo de su película en esa mirada, la que disecciona fascinada aquello que es enigma y peligro al mismo tiempo.
Nadie podía darle a Jean Seberg una mejor encarnación que Kristen Stewart, no tanto por su parecido físico sino porque representa ese tipo de celebridad que ha conjurado el adentro y el afuera de la pantalla en la esencia de su personaje. Stewart, con esa apariencia de frialdad calculada y belleza enigmática, habita cada paso de Seberg con su misma inquietud, con su misma fuerza indescifrable. Aquello que motivó los ataques a Seberg por su relación con Hakim Jamal, por su apoyo al movimiento negro, por el desconcierto de su activismo, es encarnado por Stewart con la perfecta combinación entre decisión e inercia. Como si en ese camino destinado a la tragedia, en el Andrews intenta capturarla de a ratos con su cámara, pudiera concitar todas las aristas de aquella mujer a la que encarna, la celebrada por sus admiradores y la confinada a un expediente por sus verdugos.
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