Streaming: en Una obra maestra, el crimen usa muchas máscaras
Una obra maestra (The Burnt Orange Heresy, Reino Unido-Italia/2019). Dirección: Giuseppe Capotondi. Guion: Scott B. Smith, basado en la novela de Charles Willeford. Fotografía: David Ungaro. Edición: Géraldine Mangenot. Música: Craig Armstrong. Elenco: Claes Bang, Elizabeth Debicki, Mick Jagger, Donald Sutherland, Alessandro Fabrizi, Rosalind Halstead. Duración: 99 minutos. Disponible en: Flow, Google Play Películas e iTunes. Nuestra opinión: buena
El director de Una obra maestra –presentada en el festival de Venecia en 2019– es Giuseppe Capotondi, el mismo de La hora del crimen (La doppia ora), de 2009, y estos dos son sus únicos largometrajes. Su ópera prima es una de esas películas de las cuales contar el argumento estaba contraindicado: un policial italiano de misterio y con algunos otros elementos que mejor no adelantar. La hora del crimen sorprendía y confundía, y estaba hecha con honestidad narrativa y desde esa tesitura jugaba a divertir, a estremecer y a crear personajes fuertes.
Una obra maestra (The Burnt Orange Heresy) está hablada en inglés aunque transcurre mayormente en Italia, y es algo así como un policial leve, un estudio de (pocos) personajes fuertes, una película sobre arte y máscaras. También honesta narrativamente, posee menos sorpresas y menos potencia que La hora del crimen. De todos modos, esta segunda obra es de esas raras películas que en la actualidad siguen confiando en los encantos más directos del cine, el gran arte del siglo XX. Y con esa confianza y algo de brío nos presenta a un crítico de arte, a una chica que huye de algo y decide jugar a ser otra, a un millonario coleccionista de arte y a un pintor elusivo y recluido.
El millonario le encarga al crítico obtener una pintura del renuente Jerome Debney y en ese tren, tal vez, deban sobrevenir algunas horas criminales. Pero el eje aquí es menos el delito que el arte y las máscaras, sobre todo del crítico –alguien que ensaya cómo mentir, o cómo hablar de arte– y, en menor medida, de la chica y sus poses. El pintor miente a pura franqueza, y el millonario maneja ese lenguaje directo y concreto de quienes saben lo que quieren y lo que pueden porque pueden casi todo.
Capotondi muestra la belleza y la fealdad de la arquitectura, las glorias y esplendores de la naturaleza y las cumbres y lodazales del arte con esa confianza sin muchas vueltas en las imágenes y en las ideas que a veces se encamina hacia la falta de sutileza, y también confía en la historia que tiene para contar y en sus actores y sus personajes.
Esa confianza se la retribuyen con creces Donald Sutherland y Mick Jagger, íconos pertrechados de alma, trascendencia, fotogenia y actuación cinematográfica. La pareja protagónica, Claes Bang y Elizabeth Debicki, sin embargo, apela a énfasis interpretativos innecesarios, e intenta convencer de sus disfraces ostentando demasiado las máscaras, como si pensara que el cine es igual a la televisión de ficción más crasa. De hecho, Bang busca con denuedo parecerse al Pierce Brosnan de El caso Thomas Crown; claro, se le ven los hilos, y así la gracia huye despavorida y el carisma brilla por su ausencia.
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