Streaming: Mi hijo es apenas el esqueleto de una intriga, con certeras actuaciones de James McAvoy y Claire Foy
Tras el modesto éxito de Mon garçon (2017), el director y guionista Christian Cariot decidió repetir la experiencia del thriller con grandes dosis de improvisación en los bucólicos paisajes escoceses
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Mi hijo (My Son, Reino Unido/Francia/Alemania, 2021). Dirección: Christian Cariot. Guion: Christian Cariot, Laure Irrmann. Fotografía: Eric Dumont. Montaje: Loïc Lallemand. Elenco: James McAvoy, Claire Foy, Tom Cullen, Gary Lewis, Max Wilson. Duración: 95 minutos. Disponible en: Amazon Prime Video. Nuestra opinión: regular.
Mi hijo nace como un curioso experimento. En 2017, el director francés Christian Cariot convocó a Guillaume Canet y Mélanie Laurent para hacer un thriller de bajo presupuesto sobre una pareja, ya separada, cuyo hijo desaparece misteriosamente en un paisaje invernal. Para Canet la experiencia fue ardua, ya que solo se le entregó un resumen de su personaje de apenas seis páginas y debió improvisar con criterio propio la búsqueda del paradero de su hijo.
El modesto éxito que Mon garçon (2017) conquistó en Francia impulsó a Cariot a repetir la experiencia ahora en Escocia, durante los meses más arduos de la pandemia. Filmar en un lugar alejado como los bosques escoceses, con un equipo técnico reducido y apenas un puñado de actores, se convirtió en una estrategia de supervivencia llevada a la mismísima pantalla.
El experimento no sale tan bien como podría haberse imaginado, si bien la película tiene varias escenas logradas. Y el mérito fundamental es de los dos protagonistas de esta nueva versión, James McAvoy y Claire Foy, que dan a sus personajes una espesura dramática que no parece estar contenida en ese esqueleto de intriga ideado por Cariot. La película está construida para desembocar en una encerrona final que supone un juego de gato y ratón en un edificio abandonado, esquema ajustado a un par de sustos y varios escalofríos. De esta manera, todo su calculado andamiaje se ve arrastrado a los empujones por el movimiento de los actores antes que por el armado del guion, en una lógica que instala y descarta hipótesis sin dejarlas madurar narrativamente, diseñando las decisiones de los padres desesperados como movidas de ajedrez para llegar al tablero de la resolución final.
Las imágenes iniciales muestran a Edmond Murray (McAvoy) llegando a una zona boscosa de Escocia, a kilómetros de Glasgow, sitio en el que su hijo de siete años fue secuestrado durante la noche. El pequeño Ethan (Max Wilson) pasaba allí unos días de campamento junto a sus compañeros de clase y su desaparición origina un operativo de búsqueda en todos los alrededores. Cuando comienzan los interrogatorios descubrimos que Edmond no está demasiado tiempo en contacto con su hijo y su exmujer debido a sus viajes constantes alrededor del mundo. Trabaja en la industria petrolera y el contenido de sus misiones implica reserva y secretismo. Por otro lado, Joan (Foy) ha formado una nueva pareja con Frank (Tom Cullen) y ambos se alojan en una cabaña en los alrededores del sitio de la desaparición para tener noticias inmediatas. El inspector Roy (Gary Lewis) es quien comanda los interrogatorios sin descartar ninguna hipótesis para la investigación.
Durante las primeras escenas, la improvisación a la que se juega Cariot sale indemne en tanto los actores conducen sus reacciones con solvencia y oficio. Tanto McAvoy como Foy exploran esa extraña combinación de culpa y desesperación que despierta la ausencia de Ethan, la angustia de recorrer ese entorno impenetrable en busca de algún indicio de su paradero, la imaginación del horror. Son pocos los momentos que comparten en cámara, pero son los más certeros a la hora de instalar el drama que siempre funciona como corazón de toda pesquisa, y acá con mayor fuerza en tanto todo se dirime entre muy pocos personajes. El primer dilema que asalta a Edmond asoma cuando la policía le exige su celular para investigar sus contactos y establecer si detrás de la desaparición de Ethan hay una extorsión por secretos empresariales. El otro cabo que se presenta es la extraña reacción de Frank ante la tragedia, que consiste en incitar a Joan al descanso y planificar un futuro como si nada hubiera ocurrido. ¿Dónde está el culpable? ¿Es el Otro o anida en el propio Edmond, en su rol como padre, sus ausencias y desatenciones?
A partir de allí la película apuesta a un recorrido vertiginoso hacia el final, que no consigue amasar el drama de ninguno de esos interrogantes sino sobrevolarlos con la prisa de una acción atropellada. Si bien Cariot resuelve con astucia la pendiente de la resolución, usando la nocturnidad, el silencio y algunos golpes de efecto, no consigue un verdadero compromiso con lo que sucede más allá de un terror epidérmico, apenas explorado en los momentos de oscuridad de su propio héroe. De hecho, los destellos más audaces del relato se consiguen cuando Edmond convierte su culpa en una furia ciega y los mecanismos más previsibles del thriller se asoman a un camino más arriesgado e inquietante. Finalmente, Mi hijo no hace más que lo que estaba previsto, en un recorrido en el que la idea de “improvisación” se diluye en los pasos prescritos por ese destino final. Dos actores como McAvoy y Foy merecen más que esos retazos de efectivo entretenimiento.
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