Streaming: cinco joyas expresionistas para celebrar los cien años del doctor Caligari
"¡Tan despacio llegan aquí las películas extranjeras!", se lamentaba de manera anticipada a su estreno en la Argentina el crítico Narciso Robledal –aquél que junto con Horacio Quiroga llevaban adelante la sección dedicada al "cinematógrafo" en la revista Caras y Caretas– sobre la película que había tenido oportunidad de ver en el Capitol Theatre de Nueva York y asimismo aconsejaba a las "lectoras cuyo sistema nervioso sea delicado" ante el impacto que podía causar su exhibición. "Bastará –¡oh, amables lectoras!– con una pequeña dosis de bromuro o simplemente con un vaso de agua con gotas de azahar".
Así se anunciaba, para el 23 de junio de 1922 en Buenos Aires, el estreno de El gabinete del doctor Caligari, una película que se había presentado al público por primera vez el 26 de febrero de 1920 en el Marmorhaus de Berlín, pero que en la Argentina tuvo inconvenientes en su exhibición, porque contravenía una ordenanza municipal que no permitía obras situadas en el interior de hospicios. Fue recuperada para su exhibición en 1927 por León Klimovsky, quien la proyectó en la biblioteca Anatole France como prólogo a la fundación del Cine Club Buenos Aires, que tendría lugar un año después. Allí confluyeron Jorge Romero Brest, Horacio Cóppola, Jorge Luis Borges y José Luis Romero y se hicieron nuevas proyecciones del clásico alemán que casi medio siglo más tarde, incluso, fue "telonero" de las presentaciones del disco Artaud, de Spinetta, en el teatro Astral.
De su dorada premiere berlinesa, tan sólo un mes después de terminada la película, se cumplió un siglo. Es la obra cumbre del expresionismo en el cine o, a juicio de los puristas, una de las pocas que merece tal denominación en virtud de su escenografía devenida de las artes plásticas. Pero referirse a El gabinete del doctor Caligari es también la posibilidad de recordar junto con la gran película de Robert Wiene a una época que estudiosos como Lotte Eisner definiera en libros como La pantalla demoníaca, o Siegfried Kracauer dimensionara en De Caligari a Hitler, con los precisos y preciosos contornos académicos que permiten vislumbrar como el cine reflejaba tanto el crujir democrático de la República de Weimar –con su escenario de hiperinflación y miseria– como anticipar el ascenso del nazismo tiempo después. Pero, entre tanto, se debe advertir los grandes alardes de su creatividad y cómo el cine se había convertido en uno de los grandes fenómenos de masas en Alemania.
Al igual que su realización, el estreno de El gabinete del doctor Caligari está repleto de leyendas, pero el crítico argentino de Caras y Caretas asistió a la singular proyección neoyorquina, que incluía prólogo y epílogo de teatro en vivo recomendándola fervientemente: "Véanla nuestros lectores y pasarán más de una hora intrigadísimos, bien que algunos espíritus impresionables sueñen con ella al acostarse…", remarcaba sobre una historia contada como un cuento de hadas pero que es considerada como "el primer verdadero film de terror", por el prestigioso crítico Roger Ebert, si bien El estudiante de Praga (puede verse en YouTube) fue la piedra basal del período.
"La alegoría final sugiere que el mundo en que vivimos está en manos de un loco", analizó el uruguayo Manuel Martínez Carril sobre la global y premonitoria anticipación de Caligari. Su oscuro y retorcido estilo visual, lo turbio del manejo de la autoridad y la percepción desdoblada de una realidad opresiva constituyeron una marca para el cine alemán inmediatamente posterior y una poderosa influencia estilística en el cine de terror de Hollywood de las décadas subsiguientes, influencia que llega hasta nuestros días de la mano de Tim Burton, y de ciertos perfiles de la cultura dark o gótica. Junto con los ríos de tinta en su honor, algo queda claro: Caligari convirtió a un período del cine en clásico y extendió la vigencia reflexiva de las vanguardias durante un centenario que hoy celebra, y que hace necesario volver a verla una vez más, título al que le sumamos films enrolados en el expresionismo para descubrir.
El gabinete del doctor Caligari (1920)
Hans Janowitz y Carl Mayer escribieron la historia del doctor Caligari, un médico hipnotizador que recorre los pueblos como feriante y lleva a un médium, Césare, capaz de predecir la muerte y es además instigado a cometer asesinatos. Iba a ser dirigida por Fritz Lang pero fue Robert Wiene quien se encargó del film que protagonizaron Werner Krauss, como el doctor del título, y Conrad Veidt, como Césare. Ambos actores venían del teatro expresionista. Con la llegada de Hitler, Krauss abrazó el nazismo y se lo nombró "actor del Estado", Veidt escapó de Alemania y fue el agente nazi Heinrich Strasser en otro clásico, Casablanca. Disponible en Qubit y en YouTube.
Nosferatu (1922)
Primera adaptación no oficial de Drácula, de Bram Stoker, fue la única producción de Prana Film, empresa fundada con intención de producir películas sobre el ocultismo. La viuda de Stoker inició un juicio por plagio y la sentencia ordenó la destrucción de las copias, pero ya muchas habían sido distribuidas por el mundo y eso salvó la obra de Friedrich Wilhelm Murnau. Por lo demás, la historia es casi idéntica y sirvió a una remake de Werner Herzog y al film La sombra del vampiro, que la homenajean. Max Schreck encarnó al singular conde Orlok y su rol también estuvo sujeto a leyendas vampíricas. Murnau murió a los 42 años en un accidente de auto en California. En 2015, su cráneo fue robado del cementerio Stanhdorf de Berlín. Disponible en Qubit
Los nibelungos (1924)
"La muerte de Sigfrido" y "La venganza de Krimilda" enmarcan las dos partes de esta obra maestra del genio de Fritz Lang, a la que el teórico Román Gubern definió como "expresionismo arquitectónico". En la primera, Sigfrido, hijo del rey, forja una espada de gran guerrero y enfrenta al dragón pero sucumbe a la traición. En la segunda, Krimilda debe vérselas con el rey de los hunos, a quien utiliza como instrumento de venganza por la muerte de Sigfrido. La partitura que Gottfried Huppertz completa la epopeya visual que Lang también demostró con creces en Metrópolis y la densidad de la historia de M, el vampiro, también disponibles en esta misma plataforma. Disponible en Qubit
Las manos de Orlac (1924)
Luego de Caligari, la fama de Robert Wiene alcanzó escala mundial y le permitió seguir rodando varios títulos, algunos de raigambre expresionista como Genuine y otros literarios como aquél basado en Crimen y castigo, de Dostoievski. Orlac (Conrad Veidt), es un famoso pianista que pierde sus manos en un accidente y recibe las de un asesino como transplante. Su talento interpretativo desaparece, pero sus impulsos criminales lo obsesionan (está basada en el libro de Maurice Renard). Wiene rodó algunos títulos más y huyó de Alemania con la llegada de los nazis, recalando primero en Hungría y luego en París, donde murió en 1938. Disponible en Qubit
Fausto (1926)
Fue una de las producciones más costosas de la productora UFA, el estudio más importante de Alemania hasta la llegada del nazismo. Los claroscuros fotográficos deslumbraron junto a efectos especiales adelantados para la época. Aquí, el trasfondo de la peste lleva al venerable Fausto a un pacto con Mefistófeles para luego sucumbir ante la promesa de la juventud eterna. Con el magistral Emil Jannings quien ya había trabajado con el director F. W. Murnau en Tartufo y La última carcajada, esta última también disponible en streaming. "Unos jirones de llamas, unas letras de fuego se inscriben de través en la pantalla prometiendo a Fausto, como antaño al doctor Caligari, el poder y la grandeza", escribió Lotte Eisner. Disponible en Qubit
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