Star Wars: las tres trilogías, frente a frente, ¿cuál es la mejor?
El estreno de Episodio IX: El ascenso de Skywalker marca el cierre de la nueva trilogía de Star Wars. La saga de Rey (Daisy Ridley), Kylo Ren (Adam Driver) y compañía cerró con broche de oro, pero sin estar exenta de polémicas. Y con la tercera trilogía finalizada, es el momento ideal para batir a duelo a las tres trilogías, definir sus mejores escenas, sus claroscuros y por qué la franquicia creada por George Lucas aún sigue dominando Hollywood.
La trilogía inicial, Episodios IV,V y VI: el comienzo de la leyenda
¿De qué se trata? Luke Skywalker (Mark Hamill) es un humilde campesino que desea algo más para su vida. Lo que el joven desconoce es que le aguarda un destino de grandeza cuando encuentra a dos droides que esconden un mensaje: "Ayudanos Obi Wan, eres nuestra última esperanza". A partir de allí, el joven conoce a Ben Kenobi (Alec Guinness), un retirado miembro de la orden Jedi, una estirpe de caballeros erradicada. Junto a él, a Han Solo (Harrison Ford) y Chewbacca (Peter Mayhew), deberán rescatar a la princesa Leia (Carrie Fisher), y medir sus fuerzas contra el villano Darth Vader (James Earl Jones / David Prowse). Involucrado en la misión de los rebeldes, Luke comenzará un duro entrenamiento para convertirse en Jedi y derrotar para siempre al Imperio.
¿Por qué marcó a fuego la industria hollywoodense? Desde La novicia rebelde a Tiburón, la industria de Hollywood comenzó a pulir un sistema de films promocionados como "el evento del año", largometrajes que no se podían dejar pasar y que había que ver sí o sí porque todo el mundo pronto iba a hablar de ellos. Y Star Wars terminó de perfeccionar esa lógica de la industria, con una saga de múltiples continuaciones y apta para toda la familia. Y el dato no menor es que estas películas marcaron el comienzo de una franquicia que aún hoy sigue siendo enormemente rentable. La trilogía fundacional de Star Wars fue un momento de coyuntura y definió la importancia del merchandising como fuente inagotable de ingresos dejando también un verdadero desfile de frases que se anclaron en el corazón de la cultura popular.
El mejor momento. De la gigantesca cantidad de escenas icónicas que dejaron Una nueva esperanza, El Imperio contraataca y El regreso del Jedi, probablemente el mítico "Luke, yo soy tu padre" sea la más importante. El instante en el que se revela que Vader es el familiar del héroe fue el primer gran spoiler del cine, al punto que para evitar filtraciones, Lucas en rodaje grabó una frase alternativa ("Luke, yo maté a tu padre"). Y a poca distancia se ubican otros momentos inolvidables: Han disparándole a Greedo en el bar; el diálogo "Te amo", "Lo sé"; Luke entrenando con Yoda (Frank Oz) en Dagobah o las mil veces que el Halcón Milenario surcó el espacio.
El gran personaje. Pensar Star Wars sin Darth Vader resulta imposible. El villano tuvo un recorrido excepcional, un diseño majestuoso, una voz perfecta (a cargo de James Earl Jones), un porte distinguido (a cargo de David Prowse) y un final de necesaria redención. Su popularidad lo convirtió en el ícono más inmediato de la saga y cada aparición suya en alguna historia sigue generando el mayor de los intereses. Este Jedi tentado por el lado oscuro es también la mayor moraleja del relato y por qué no hay que dejarse corromper. Si bien la saga presenta otros personajes enormes como Han Solo, es innegable que escuchar la música de Star Wars alcanza para pensar ante todo en la inmensidad de Darth Vader.
Medalla de plomo. A pesar de sus muchos éxitos, estos títulos no estuvieron exentos de algunas decisiones que generaron polémicas. Los constantes retoques digitales que Lucas realizó sobre los films a medida que los fue reestrenando y algunos groseros agujeros de guion (¿Vader no percibe la Fuerza de Luke y Leia en Episodio IV, y sí en los restantes?) son puntos que juegan en contra de la historia. Pero el ingrediente que no termina de entenderse es el rol de los Ewoks. Estos peluches de mirada perdida aparecen en El regreso del Jedi marcando el acento más infantil de la historia. Imposible comprender cómo el orgulloso ejército Imperial, que llegó a dominar la galaxia, de golpe caía en trampas artesanales hechas con hojas de árbol y maderitas. Para colmo de males, el musical que acompañó la versión original del film (y que luego fue reemplazada por una escena de mayor despliegue) presentaba una secuencia tan edulcorada, que no se condecía con el tono de amarga victoria que dejaba la aventura de Luke.
Mientras tanto, en la caja de ahorro de George Lucas... Un director del que nadie esperaba nada, hizo todo bien. Lucas era tildado de tener un cine hermético y una personalidad muy introvertida que no le permitía trabajar bien con sus propios actores y actrices. Pero tenía algo a favor: su amistad con Francis Ford Coppola. El director de El padrino fue su mejor aval para que FOX diera luz verde a este proyecto y que de la noche a la mañana, Star Wars se convirtiera en un éxito arrollador que llenó la cuenta bancaria de Lucas de a millones.
La segunda trilogía: episodios I, II y III: el origen del mal
¿De qué se trata? En un planeta desolado, un niño posee un extraordinario control sobre la Fuerza, la energía que permite a sus portadores convertirse en Jedis. El pequeño, llamado Anakin Skyalker (Jake Lloyd), conoce a un prestigioso caballero que decide entrenarlo, pero que luego de morir a manos de un Lord Sith, encomienda esa tarea a Obi Wan Kenobi (Ewan McGregor). Así pasan los años y el pequeño Anakin, convertido en Jedi, peca al enamorarse de una princesa. Ese vínculo será su pérdida porque ante la muerte de su amada se entregará al lado oscuro, matará a la mayoría de los Jedis y se convertirá en Darth Vader, principal alumno del malvado Darth Sidious (Ian McDiarmind).
¿Por qué marcó a fuego la industria hollywoodense? Luego de un paréntesis de 16 años, Episodio I fue el regreso (¿con gloria?) de Star Wars a las salas. Fans adultos y niños que solo habían visto las películas viejas en la tele, se arremolinaban en las salas para ver por primera vez un film de la saga en pantalla grande. Por otra parte, aquí se mostraba el mundo de los Jedi en su apogeo, luchas multitudinarias a puro sable láser y la galaxia en un punto de prosperidad muy alejado de la estética oxidada de las historias fundacionales. Claramente esta trilogía estaba por debajo de la original, pero el apetito por ver más Star Wars era tan grande que hizo de estos films un éxito de taquilla muy por encima de la calidad que tenían.
El mejor momento. Luego de la lluvia de críticas a Episodio I: la amenaza fantasma, Lucas aceitó su maquinaria y mejoró la calidad de las secuelas, con personajes mejor pulidos y estructuras narrativa más sólidas. Aunque Episodio III: la venganza de los Sith es la más redonda de esta trilogía, la segunda parte entregó una de las secuencias más aplaudidas. Sobre el final de la historia, se desata la batalla de Geonosis y allí se puede apreciar a los Jedi sumergidos en una guerra a gran escala, con infinidad de sables láser blandiéndose a lo largo y ancho de la pantalla, en un climax que los fans esperaban ver desde el nacimiento de esta saga. La frutilla del postre llegaba con Yoda mostrando su maestría absoluta frente al Conde Dooku (Christopher Lee). Ver al ex Muppet en digital, luchando y saltando fue un momento de verdadera felicidad Jedi.
El gran personaje. Ewan McGregor fue desde el vamos una de las pocas decisiones acertadas de un casting francamente doloroso. El actor escocés, en la piel de Obi Wan, le brindó al personaje la distinción y el porte que Alec Guinnes había demostrado en la saga original. Lucas mostró la juventud del héroe y lo convirtió en un caballero Jedi sabio, paciente, con dotes de detective y una maestría absoluta en el campo de batalla. Su crecimiento a lo largo de las tres películas -de ser un imprudente padawan a un sabio de opinión respetable- fue más interesante que la evolución del propio Vader y el amor del actor por el mítico Jedi lo llevó a aceptar nuevamente ese rol en una miniserie que se estrenará, tentativamente, en 2021
Medalla de plomo. De todos los errores que cometió esta trilogía cuesta mucho quedarse con uno y aunque a esta altura ya sea redundante decirlo, Hayden Christensen como Anakin Skywalker sigue siendo la decisión más desacertada. El actor no logra desplegar absolutamente ninguno de los matices que requiere su personaje; en las escenas de acción salta como si estuviera en un pelotero, en los momentos de tragedia pone expresión de constipado más que de angustia, y en las escenas románticas Natalie Portman agoniza pensando en el gran compañero que fue Jean Reno. Sin un intérprete de talento (y nobleza obliga, con algunas líneas de diálogo lamentables), el paso al lado oscuro por parte de Vader estuvo más cerca de una comedia de Mel Brooks que de la épica que Star Wars debía brindar.
Mientras tanto, en la caja de ahorro de George Lucas... Aunque la recepción mixta por parte del público no alegró al padre de la obra, una intensa maquinaria dedicada a la elaboración de merchandising le permitió a Lucas acariciar el sueño de comprar el mundo. Muchos criticaban el exceso de naves, mundos y criaturas digitales frente al espíritu artesanal de la trilogía inicial, pero las posibilidades infinitas de los avances tecnológicos eran una sirena cuyo canto Lucas no supo desoír. En ese amor por la pantalla verde, el realizador ignoró que quizá la riqueza de los personajes fue desde siempre el verdadero motor de la querida franquicia.
La tercera trilogía: episodios VII, VIII y IX: regreso con gloria
¿De qué se trata? Una nueva generación de héroes, heroínas y villanos revitalizan la saga. Rey es una chatarrera que, como le sucediera a Luke, descubre que la Fuerza vive en su interior. Decidida a cumplir su destino, la joven emprende una batalla contra la Primera Orden y uno de sus máximos referentes: Kylo Ren. En el transcurso de la aventura, la joven encontrará en Luke, Han y Leia el apoyo necesario para descubrir su propio camino, mientras arma su propia generación de rebeldes junto a Poe (Oscar Isaac) y Finn (John Boyega), a medida que intenta evitar un posible destino como Sith.
¿Por qué marcó a fuego la industria hollywoodense? Porque esta vez sí fue el regreso con gloria de Star Wars a los cines. Cuando se anunció el film con la vuelta de viejas caras y un reinicio que prometía respeto por el canon establecido en las películas clásicas, el entusiasmo era absoluto. Y el primer largometraje de esta nueva tanda cumplió con creces al entregar una aventura sólida y con personajes de gran atractivo. El despertar de la Fuerza fue un éxito absoluto en cines y la prueba irrefutable de que en buenas manos la franquicia es una fuente de aventuras inagotables.
El mejor momento. Muchísimos. Desde la vuelta de Han Solo a la preciosista batalla de Kylo y Rey contra la Guardia pretoriana en Episodio VIII: los últimos Jedi, llegando al ataque a lomo de Orbaks en Episodio IX: el ascenso de Skywalker, fueron muchísimas las grandes escenas que dejó esta última trilogía. Y a pesar de que cada fan tiene su favorita, una de las más importantes es el duelo de Rey y Kylo, en El despertar de la Fuerza. Empuñando por primera vez un sable láser, la joven se confirmaba como la Jedi de la historia, sorprendiendo no solo al villano, sino también a la propia audiencia que seguía pensando que el gran héroe iba a ser Finn. Fue un instante de un mucho impacto, comparable a Luke cerrando los ojos y destruyendo de un tiro la Estrella de la muerte en Episodio IV. Desde ese momento la heroína se iba a convertir en el gran motor de la saga y en la gran embajadora del universo Star Wars modelo siglo XXI .
El gran personaje. Bien construidos, los villanos de esta saga siempre son más interesantes que los héroes. Vader es prueba de eso y Kylo Ren fue un digno heredero de ese rol. Una de las mayores sorpresas de Episodio VII se produce cuando Han revela que Kylo, en realidad, es hijo suyo y de Leia. Obsesionado con la figura de Vader, Ben Solo cambia su identidad y se entrega al lado oscuro para terminar la tarea que su abuelo no pudo lograr. Luego de matar a su padre, Ren inicia el camino de una posible redención y establece un poderoso vínculo con Rey. La ambición lo lleva a plantearse la posibilidad de no querer obedecer a nadie por sobre su hombro, mientras debate qué tanta humanidad queda en su interior. Kylo es un villano de enorme en carisma y rico en su abanico de grises. Y ahí es donde se encuentra su mayor virtud, en que el espectador nunca termina de conocerlo hasta que su destino final lo enaltece como uno de los máximos personajes trágicos del cosmos Star Wars.
Medalla de plomo. Las discusiones alrededor de esta trilogía suelen dividir aguas y encontrar los pasos en falso aquí no es tan sencillo (y que no haya un Jar Jar Binks, ya demuestra la intención por hacer las cosas bien). Aunque algunos celebran el ejercicio espejo del director J. J. Abrams, cuyas películas estructuralmente se asemejan a las de la trilogía original, la oveja negra de esta tanda es Episodio VIII, una historia que generó descontento por ir contra el deseo de los fans. De esta manera, la medalla de plomo en este caso le cabe a Disney, dueña de la franquicia, y a la presidenta de Lucasfilms, Kathleen Kennedy. Si bien las películas cumplen con las expectativas, hay un evidente temor por disgustar al público y por este motivo uno de los aspectos más repudiables de esta trilogía fue dar marcha atrás en Episodio IX con respecto a tramas que se habían desarrollado en su antecesora. En este sentido, y más allá de sus muchos logros, El ascenso de Skywalker abusa del fanservice y brinda varias secuencias pensadas para que los seguidores no salgan de su zona de confort y el error es que cuando Star Wars asume mayores riesgos y va por caminos más audaces, como se vio en Rogue One o en The Mandalorian, las aventuras galácticas maduran y entregan grandes relatos.
Mientras tanto, en la caja de ahorro de George Lucas... Luego de vender en 2012 Lucasfilms y con ello los derechos sobre Star Wars, Lucas tomó distancia de su obra. Emocionalmente atravesado por una ruptura que le duele más de lo que está decidido a aceptar, el director habló a veces a favor y otras en contra de la dirección que tomó la aventura galáctica lejos de su mando. Quizá la ironía esté en que para que la saga continuara con un elevado nivel de calidad, como demostró la última trilogía, Star Wars debía estar en manos ajenas a las de su creador y, para bien o para mal, esa es una realidad que a los fans más veteranos aún les duele. El consuelo, y no es un dato menor, es que Lucas cobró por esa venta la abultada suma de cuatro mil millones de dólares. Final feliz para su caja de ahorro.
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