Soul: en la nueva película de Pixar el cielo puede esperar
Cuando mañana se estrene Soul, el nuevo film de Pixar, en Disney+, sin pasar por las salas, el acontecimiento será una rareza para el estudio que lleva más de 25 años realizando films que atrapan la imaginación y la emoción de los espectadores. Pero no será la única novedad de una película que transcurre entre una Nueva York tan bellamente representada que cada plano conmueve aun sin proponérselo y un mundo etéreo dónde las almas se preparan para llegar a la Tierra. Es que por primera vez en su historia, un film de Pixar tiene como protagonista a un personaje afroamericano.
"Siempre buscamos reflejar el mundo con la mayor amplitud posible. Y finalmente estamos representando una parte de la población que hasta ahora no había tenido mucho espacio ni voz en nuestros films", dice en diálogo con LA NACION Pete Docter, uno de los directores de la película que llevó cuatro años para completarse y que, cuando comenzó la emergencia sanitaria mundial, se encontraba en las instancias finales de la producción y debió ser completada de manera remota.
El protagonista de Soul es Joe Gardiner (Jamie Foxx le pone la voz en la versión original en inglés), un hombre negro de mediana edad y músico de jazz con más frustraciones que éxitos en su haber. Joe trabaja como profesor de música en una escuela hasta que el mismo día que le ofrecen ser el maestro titular de la clase también consigue la oportunidad de sus sueños: tocar el piano en la banda de Dorothea Williams (Angela Bassett), una leyenda de la música neoyorquina. El único problema es que apenas confirma el show, Joe cae por una alcantarilla y su espíritu viaja al más allá. Y ese es solo el comienzo de la aventura en la que Docter (Up, una aventura de altura) y su codirector Kemp Powers prueban los límites de la capacidad expresiva de la animación gracias a un relato ambicioso, que se hace las preguntas existenciales que la filosofía lleva siglos postulando: ¿cuál es el origen de las personalidades? ¿Nacemos con un propósito? Dos incógnitas que reunirán a Joe con 22 (Tina Fey), un alma sin interés de trascender su esotérico mundo de origen, gerenciado por unos guías presentados en dos dimensiones como una versión del cubismo de Picasso, aunque reinterpretado en líneas de neón.
"Siempre pensé que había nacido para hacer esto. La animación era mi pasión y mi propósito pero después de Intensamente, un éxito en todo sentido, sentía que no era suficiente. De alguna manera esperaba sentirme diferente, como si gracias al suceso de la película se tuviese que arreglar todo en mi vida. Y no sucedió. Esa fue la chispa de este proyecto, lo que me hizo cuestionar mis objetivos y si estaba viviendo de la manera correcta. Por supuesto que en estas cosas no hay un correcto o incorrecto, pero eso abrió la puerta de una línea de pensamiento que nos llevó hasta acá", explica Docter, que desde la salida de John Lasseter del estudio es su máximo responsable creativo.
Decididos a desarrollar un relato repleto de cuestionamientos ontológicos que involucran a la vida después de la muerte, a la meditación y al misticismo en una película de animación supuestamente dirigida al público infantil, incluso en el todopoderoso e hipercreativo mundo de Pixar las cosas no resultaron nada sencillas. Hasta que, por una casualidad de esas que en retrospectiva no lo parecen tanto, la productora Dana Murray se cruzó con un video en YouTube de una clase magistral dictada por el reconocido músico de jazz Herbie Hancock.
"Cuando vimos el video de Herbie todo se acomodó. Supimos que Joe sería un músico de jazz y que su recorrido estaría equilibrado entre sus experiencias en el más allá y su retorno a la vida en la Tierra. Antes pasamos por una versión en la que el protagonista era actor en busca de fama pero cuando probamos esa posibilidad nos dimos cuenta de que no era una opción muy interesante porque parecía un objetivo demasiado egoísta y no tenía la pureza que tiene la música", relata Murray. Y Docter amplía: "Su ejemplo nos guió en muchos sentidos. En su exitosa carrera Hancock también fue muy criticado por los puristas del jazz debido a sus cruces con la música pop pero él, como muchos otros músicos con los que hablamos, está más interesado en llegar al público que en mantener el status quo. Y eso es también lo que nosotros tratamos de hacer en nuestras películas".
Así, una vez decidido el rumbo narrativo, el equipo creativo de Soul tuvo la oportunidad de agradecerle a Hancock en persona lo que su trabajo significó para el film. Es que el músico formó parte del nutrido grupo de asesores de la "comisión cultural" formada en el estudio para esta película. Un grupo de respetados creativos de raza negra que funcionaron como garantes de que la representación de Joe y su mundo fuera verosímil, respetuosa y lo más lejos de las caricaturas que a través de la historia de la animación se hicieron de la población negra de los Estados Unidos. Para ello también se sumó al proyecto primero como guionista y luego como codirector Powers, un dramaturgo que en los próximos meses podría sumar un par de nominaciones al Oscar por proyectos que aparentemente no podrían ser más distintos. Es que es el autor de la obra teatral One Night in Miami, que él mismo adaptó para el cine en la película dirigida por Regina King, uno de los films mejor encaminado de la temporada de premios modelo 2021.
Los sonidos del más allá y del más acá
Si el jazz es la columna vertebral de la narración, cuando el relato pasa al otro plano –a ese más allá que en realidad es un más acá– la animación y los sonidos mutan en una de las representaciones más extrañas y desconcertantes de la historia de Pixar. Lejos de su realismo habitual, ahí las reglas son otras o directamente desaparecen, lo que se refleja en la imagen pero también en la banda de sonido para la que convocaron a un dúo de músicos que difícilmente alguien relacione con el estudio: Trent Reznor y Atticus Ross. La dupla ganó el Oscar por su trabajo en Red social de David Fincher, con quien suele colaborar de manera habitual. Y aunque parezcan estar a un universo de distancia de la sensibilidad de Pixar, Reznor y Ross captaron el espíritu de su parte del film tan perfectamente como lo hizo el pianista Jon Batiste para los segmentos jazzeros. Uno de los logros más notables de Soul reside en hacer de esas improbables convivencias un conjunto divertido, sensible y evocativo.
"Hay una gran cita del compositor Aaron Copland que dice algo así: "si me preguntan si la música tiene un significado mi respuesta sería que sí. Si me preguntan si puedo explicarlo en palabras, mi respuesta sería no". No hay palabras, pero nosotros intentamos transmitir esa sensibilidad a través de la animación", dice Kemp desde Los Angeles y en el cuadro de al lado del zoom, desde San Francisco, Docter asiente.
"Es como la historia del caballo de Troya. Te damos este regalo que en su interior lleva a nuestros guerreros listos para tomar la ciudad. Siento que esta película, y todas las de Pixar en realidad, tiene una apariencia divertida y colorida que hace que hasta los niños más chiquitos se interesen por ella pero dentro del film, cuando vas más profundo, te encontrás con temas como las pérdidas, la identidad y otras cuestiones humanas que no te esperas que aparezcan en un dibujo. La gente asocia a la animación con contenido para niños, "A mi nena le va a gustar", ese tipo de cosas. Pero creo que ese es un condicionamiento cultural, sucede porque estamos acostumbrados a que la animación se utilice para historias bobas y banales. Lo que nosotros intentamos hacer es resistirnos a esa categorización y mostrar que es un arte capaz de expresar mucho más de lo que expresó hasta ahora", cierra el director, convencido que con Soul se acercó un poco más a su objetivo.
Soul
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