El histrionismo del reaparecido actor cómico se adapta a la perfección a una historia de humor e intriga para toda la familia concebida a toda velocidad y con muchos chistes visuales
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Sonic 3, la película (Sonic the Hedgehog 3, Estados Unidos/2024). Dirección: Jeff Fowler. Guion: Pat Casey, Josh Miller y John Whittington. Fotografía: Brandon Trost. Música: Tom Holkenborg. Edición: Al LeVine. Elenco: Jim Carrey, James Marsden, Tika Sumpter y las voces originales de Ben Schwartz, Keanu Reeves, Idris Elba y Colleen O’Shaugnessey. Distribuidora: UIP. Duración: 100 minutos. Calificación: apta para todo público. Nuestra opinión: buena.
De toda la producción animada de altísimo perfil concebida por los grandes estudios de Hollywood para su lanzamiento en pantalla grande, Sonic es la que menos aparece a primera vista en el radar si la comparamos con personajes y títulos conectados con Disney, Pixar, Dreamworks o Sony. Sin embargo, queda bien claro con esta tercera película estrenada en los últimos cinco años que el personaje surgido en la década del 90 en el mundo de los videojuegos participa por mérito propio en las ligas mayores del género. Y por lo que se sugiere al final, desde una escena post-créditos, hay lugar de sobra para nuevas aventuras en un universo expandido.
Y todo esto ocurre porque en este viaje al cine los personajes creados por Sega, lejos de fatigar al espectador, buscan alternativas para despertar la atención y tratar de aprovechar al máximo el potencial de la historia. En Sonic 3 este mundo se expande a toda velocidad, como corresponde a la naturaleza de su protagonista, el popular erizo azul que puede recorrer enormes distancias a una velocidad supersónica.
El mayor mérito de Jeff Fowler, máximo responsable de las tres películas de Sonic, pasa por haber sabido ampliar el universo creado alrededor de este personaje sin que ese crecimiento resulte forzado o se presente como una negación del relato originario. Todo lo contrario. Al agrandarse hacia un mundo que deja de lado la soledad del comienzo (recuerden la primera película) y configurar a nuestro pequeño héroe animado como un hombre de familia, las virtudes (modestas, pero virtudes al fin) de las películas previas se consolidan y cobran el suficiente vuelo como para que esta tercera parte funcione como un sólido entretenimiento familiar.
Todo esto es posible porque Sonic 3 asume quizá en mayor medida que sus dos predecesoras una identidad que por un lado respeta a las fuentes (seguimos viendo un universo que funciona con la lógica del videojuego, con el protagonista expuesto a desafíos cada vez de mayor complejidad) y por el otro reconoce influencias visibles de un universo animado lleno de ingenio y creatividad, el que surgió alrededor del talento infinito de Chuck Jones y sus Looney Tunes.
Aunque a veces nos perdamos en el vértigo de una peripecia que transcurre siempre a toda velocidad, Fowler confía en el poder y el atractivo del humor físico y visual que concibe y resuelve situaciones al estilo de las andanzas del Correcaminos. Esta tercera historia pretende ir más lejos que las anteriores con la aparición de una suerte de álter ego del protagonista, otro erizo de aspecto más negruzco y envuelto en una gran pérdida llamado Shadow (con la voz de Keanu Reeves en la versión original), más la duplicación del personaje de carne y hueso encarnado por Jim Carrey, pero al mismo tiempo se subordina a una lógica menos ampulosa. En sus mejores tramos, Sonic 3 se conforma con funcionar como una parodia de ciertos modelos y tipos de las películas de superhéroes, un poco a la manera de las películas de Lego.
La excusa argumental es una estridente conspiración para hacer estallar al mundo, pero detrás de esa anécdota aparecen algunos detalles atractivos: la comunión entre Sonic y sus coloridos aliados (el zorro Tails y el equidna Knuckles), la sensibilidad humana aportada por el muy divertido Tom Wachowski (James Marsden) y sobre todo el histrionismo elevado a la máxima potencia de Carrey, que se siente más que nunca en su salsa gracias a una doble presencia verdaderamente disfrutable. Aquí, el doctor Robotnik aparece junto a una suerte de clon de mayor edad y entre los dos se construye la mejor representación imaginable de un villano de caricatura, propio del dibujo animado, pero hecho y actuado de carne y hueso. Los retruécanos y juegos de palabra que propone Carrey, divertidísimos, son intraducibles para el doblaje al castellano. Pero igualmente su aporte está lleno de muy buenos momentos visuales.
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