Soledad: cómo fue el rodaje de la película de Agustina Macri
Corría el año 2015 y Agustina Macri estaba en pleno rodaje en Munich, Alemania. Hacía frío, mucho frío, pero no era excusa para interrumpir las grabaciones de Snowden, el film de Oliver Stone del que participó la hija mayor del presidente de la Argentina. Fue ahí en ese mismo instante en que entendió que la función siempre debía continuar: ni la nieve, ni los dedos congelados interrumpirían el trabajo. Algo que la ayudaría años después cuando un grupo de okupas anarquistas boicotearon la grabación de su ópera prima, Soledad,en Turín, Italia.
El libro de Martín Caparrós cayó en manos de Agustina como préstamo de una amiga mientras estaba trabajando en Alemania. Lo leyó en pocos días. Según cuenta, las primeras páginas de Amor y Anarquía –la biografía novelada sobre la vida de María Soledad Rosas– las leyó de corrido. "Leí más de doscientas páginas en letra diminuta, subrayé con lápiz negro, circulé cosas, doble vértices de hojas aunque no me guste", dice a LA NACION. Y en ese mismo instante comenzó a escribir el guion. La primera versión tuvo 130 páginas, lo que en tiempos fílmicos equivaldría a una película de 130 minutos, más de dos horas. Fue así que Agustina empezó a transitar el camino, leyendo, releyendo y buscando la forma de llevar esa historia a la pantalla grande. Otras personas también habían querido traducir la vida de Soledad Rosas al séptimo arte, 20 años después de su muerte, pero nadie había logrado concretarlo.
María Soledad Rosas puede ser hoy un personaje desconocido. No vivió mucho: a los 24 años apareció ahorcada en una granja en las afueras de Turín en julio de 1998. Fue Martín Caparrós, quien se interesó en su historia después de conocer la noticia de su muerte. Vivió dos semanas con un grupo okupa italiano y se reunió en varias oportunidades con los padres y la hermana de Sole. Como resultado de esa investigación, publicó Amor y Anarquía en 2003. Según ha dicho el mismo periodista se trata de su trabajo menos "irónico y canchero", ya que luego de conocer la historia, Soledad le generó mucho respeto. Ella era una licenciada en Turismo, que vivía en Barrio Norte junto a sus padres pero no estaba contenta. Paseaba perros, vivía escuchando música y tenía un novio que no era aceptado por su familia. En ese contexto, le regalaron un pasaje a Italia, donde fue con una amiga un poco más grande que ella. De casualidad, terminó en una casa okupa, El Asilo, donde conoció a un grupo de personas que vivían como ella soñaba vivir: en libertad y fuera del sistema. De a poco, Sole encontró en ellos un grupo de pertenencia y descubrió su costado anarquista. Meses después conoció a Edoardo Massari, el amor de su vida, con quien se mudó a una casa tomada en Collegno.
Esos meses deben haber sido los más felices de su vida. Edo, como le decían, tenía 34 años y con él terminó de cimentar sus ideales. Pero ese amor duró poco: dos meses. La policía secreta italiana, Digos, los metió presos a ellos dos y a Silvano Pelissero, un amigo de Edo, por ecoterroristas. Los acusaban de haber cometido un atentado con dinamita y molotovs en el Valle de Susa (Piamonte), en protesta contra la construcción de un Tren de Alta Velocidad (TAV), que había sido cometido por los misteriosos Lobos Grises. Al momento de ese hecho, Sole estaba en Buenos Aires; Edo, preso, y Silvano, en Ginebra. Fue un caso ejemplo para el resto de los anarquistas, pero lo que no se imaginó la policía secreta fue lo que pasó después: Edo se suicidó en la cárcel y Sole, meses después, en la prisión domiciliaria. Ella no quiso desligarse de sus compañeros como le aconsejaron sus padres para ser juzgada en la Argentina, decidió quedarse y terminar con su vida. Así se convirtió en un ícono del anarquismo en Europa.
"Al principio no tomaba real conciencia de quién era Soledad: no sabía que detrás había una familia cargando un dolor tremendo, no sabía ni podía imaginar que esta película iba a movilizar tantas emociones", dice Agustina, quien contactó a la familia cuando decidió hacer el film y se sintió bien recibida por los Rosas. También, conoció a un paseador de perros amigo de Soledad, de quien aprendió aún más de su vida antes de su mudanza a Italia.
En 2016, Macri tenía el guion listo. Viajó a Buenos Aires y empezó con los casting. Habían sido preseleccionadas más de 25 actrices, todas bajo una condición: tenían que raparse sí o sí, si no lo hacían era complicado imaginar a Soledad. Vera Spinetta había hecho dos castings muy buenos y quedó finalista con otra actriz. Agustina confió en su intuición y se inclinó por la hija de Luis Alberto Spinetta. Según dice, no se arrepintió. "Tenía la energía justa para el personaje, sobre todo en la escena de la cárcel con la hermana. Hoy a la distancia, siento que no podría haber sido otra persona, que Vera es perfecta: era y es Soledad", cuenta. También, que Vera estudió italiano antes de viajar, porque no hablaba ni una sola palabra. Algo, que en definitiva, la unía a Soledad quien llegó a Italia sin conocer el idioma.
Lo que siguió fue el viaje a Italia, donde trabajaron con un equipo técnico local. La preproducción fue en Roma. El escritor italiano Paolo Logli la ayudó a revisar el guion y así escribieron nueve versiones. "Yo tenía muy presente el libro de Caparrós, pero ya sentía que había ido incorporando otros materiales: mi experiencia en Italia, conocer personas que fueron activas en esas épocas, material de archivo, etc", explica. También le sumó elementos de Le scarpe dei suicidi, la versión italiana de los hechos, escrita por un anarquista. La misma incluye transcripciones literales de las conversaciones registradas por la Digos en esa época.
A fines de 2017, Agustina se instaló en Turín junto al jefe de producción. Después de algunas idas y vueltas, decidió cambiar al productor italiano y eso atrasó un poco el proceso. Ajustado eso, lo que restaba era terminar de definir el equipo técnico y los protagonistas italianos. "Cuando finalmente terminé de armar el grupo de anarquistas principales, empezamos a trabajar todos juntos. El primer encuentro duró casi seis horas; se generó un clima de mucha sinceridad. Más allá de lo que ellos querían saber de mí –qué tipo de película quería hacer, cómo la quería hacer, qué esperaba de ellos– hubo algo que cambió la dirección del encuentro hacia un lugar inesperado e increíble", cuenta a LA NACION. Lo que le expresaron los actores era el miedo y la carga que sentían al representar a personas que aún estaban vivas. Fausto Cabra, quien encarna a Luca Bruno, planteó la posibilidad de cambiarle el nombre a su personaje en el film para poder moverse más libremente. Tiempo después, Luca sería uno de los anarquistas que se mostraría en contra de que se lleve adelante esta película.
El "boicot" anarquista
Lejos de ponerse contentos con la idea de contar la historia de Edo y Sole, los okupas y los anarquistas de Turín mostraron su desacuerdo con la película. El Asilo, el centro social donde Soledad llegó por primera vez, aún existe. Según cuenta Agustina, solía ser un viejo jardín de infantes, que fue ocupado por el Movimiento Anarquista en 1994 y así funciona hasta la actualidad. Se autogestionan con fondos que salen de cenas y fiestas abiertas que hacen cada martes. El escenógrafo de la película, Maurizio Kovacs, militaba a mediados de los 90 en El Asilo. Fue él el primero en encontrarse con las reacciones negativas de sus excompañeros: al contactar gente local para sumar al equipo, muchos se negaron a participar. Kovacs, antes de que Macri llegara a Turín, habló por teléfono con ella, le contó lo que estaba pasando y utilizó la palabra "boicot". No solo no querían ser parte sino que estaban llenando la ciudad con volantes y grafittis. "SOLE E BALENO VIVONO NELLE LOTTE, BOICOTTA IL FILM" (Sole y Baleno viven en la lucha, boicot al film), escribieron en las paredes.
"Pegaron miles de panfletos en los vidrios de la oficina, y los de producción tuvieron que llamar a la policía: el boicot estaba recién empezando", dice Agustina. Además señala que no había manera de resolver la confusión porque ellos no querían dialogar.
La película buscaba reivindicar a los personajes y, de alguna manera, denunciar cómo la Justicia los había mantenido presos sin un delito contrastable, pero para contar esta historia, la realizadora tenía que hacerlo respaldada por la misma policía. "¿Por qué si queríamos una película con la intención de reivindicar la lucha de Sole y Baleno, su inocencia y el autoritarismo de un Estado culpándolos de terroristas sin fundamentos, teníamos que ´defendernos´?", se pregunta Macri y agrega: "Dentro de las paradojas que empezaban a suceder, la producción tuvo que apelar a las fuerzas de seguridad, incluso a la Digos -la misma fuerza de servicios secretos que siguió y registró las conversaciones de estos jóvenes inocentes- ahora estaban ' protegiéndonos' del ataque de ese mismo grupo de anarquistas que hoy decían clamar por la protección y libertad de Sole y Baleno".
Al día siguiente de esos primeros roces, Agustina –que a esa altura ya se sentía perseguida– tuvo que entrar a la oficina de producción por el estacionamiento. Su equipo de trabajo se mantenía unido, pero el ambiente era tenso. "El conflicto nos dio esa fortaleza especial, única, que te dan esas circunstancias. El fantasma del enfrentamiento y el de saber que había gente que no estaba de acuerdo con lo que estábamos haciendo, nos fortalecía", suma. Ese ambiente hostil terminó por hacerlos cambiar de locación. Ante la amenaza de un boicot, por más chico que fuera, no podían poner en riesgo el rodaje. "Con que treinta, veinte o incluso cinco personas encontraran algún medio para frenar la filmación para nosotros era suficiente", explica. Es que en cine se necesita poco para complicar las cosas.
Tras una semana de filmación en Turín, donde el equipo soportó desde convocatorias en radio en contra del film –algo que Agustina reprodujo en una de las escenas de Soledad– hasta pinchaduras de ruedas de camiones, panfletos, petardos, bombos y trompetas, grafittis y disturbios, el rodaje se trasladó. La ciudad elegida fue Génova, un lugar muy importante para Agustina, ya que su abuelo emigró desde ese puerto a la Argentina. No fue fácil porque la mayoría de los técnicos era de Turín, lo que aumentó los costos de producción.
Tras esperar dos semanas a que las nuevas locaciones estuvieran listas, empezaron los primeros fríos. "Habían pasado dos semanas de pausa, de pre-producción para las locaciones y escenografía y estábamos de nuevo encarando el trabajo que faltaba: 24 días netos", recuerda. El rodaje allí fue totalmente diferente, lo único fuera de lo normal era la cantidad de policía que los rodeaba. "Era salir del set y encontrarse con policías uniformados, de civil, patrulleros, camiones de policía, agentes armados", enumera. Lo único desafortunado que ocurrió fue una noticia que salió en el diario local que mostraba las nuevas locaciones. Las alarmas volvieron a encenderse por miedo a que el boicot se instalara en esta nueva ciudad. Por suerte, no sucedió. La última etapa de grabación fue en Ovada, un pequeño pueblo entre Liguria y el Piemonte. La nieve volvió a la vida de Agustina como aquella que la había acercado a Soledad Rosas en ese invierno de Munich. Su ópera prima estaba llegando a su fin, al menos la etapa del rodaje. Todavía faltaba la edición, pero el boicot había quedado en el pasado.
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