La actriz, que está a punto de estrenar el film Como el mar, conversó con LA NACION sobre qué significa para ella el rol de madre, los desafíos del medio artístico y la situación del país
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Rodeada del glamour y el desparpajo que desde siempre envolvió a la fama de su madre, poco a poco, Sofía Gala Castiglione desplegó sus alas, se abrió camino en el cine y logró el reconocimiento de su nombre propio. Y afianzada y lejos de las plumas, lo que heredó es la misma pasión e irreverencia de Moria Casán; en su caso, su presencia no pasa por desapercibida, no por lo exuberante pero sí por lo intempestiva. La premisa de Sofía Gala siempre fue vivir la vida a su manera, sin reparos a la hora de revolver el statu quo. Hoy la actriz se prepara para el estreno de Como el mar y conversa con LA NACIÓN sobre la situación de los artistas en el país, la rebeldía y la maternidad.
Dirigida por Nicolás Gil Lavedra y escrita por Zoe Hochbaum y Gustavo Gersberg, Como el mar llega a los cines este jueves 28 de marzo. El film, que tiene a Castiglione y Hochbaum como protagonistas y cuenta con la participación especial de la actriz española Carmen Maura, fue distinguido en el Festival de Cine Iberoamericano en la sección “Panorama Latino” y cautivó al público y a la crítica con una historia que aborda con sensibilidad la relación entre una madre y su hija.
—La película explora la maternidad. ¿Cómo viviste vos tu rol de hija y de madre?
—Lo más interesante de esta película es que habla sin miedo y sin juicio sobre un tipo de maternidad que no es la normativa. Creo que no existe lo normativo, eso es un engaño. Pensamos dentro de etiquetas y binomios permanentes: Boca/River, mujer/hombre, madre buena/madre mala. La verdad es que hay tantas relaciones y vínculos como gente en el universo. Ninguno es mejor que el otro, excepto que el vínculo incluya violencia y alguien le pegue a su hijo. Pero después, en el medio, hay un montón de grises que es donde realmente existimos todos. Principalmente, a las mujeres nos meten dentro de etiquetas todo el tiempo. Entre nosotras lo sabemos y nos apoyamos en casi todo. Yo me siento conectada al resto de las mujeres en distintos roles, como madre, amiga, sobrina, hija. En esta película, como en la vida, no hay buenas y malas madres: hay personas con sus defectos y con sus virtudes. Me interesa hablar de las emociones tal cual las vivimos: nadie vive las emociones en un blanco y negro; las cosas suceden dentro de un mar de emociones, por eso creo que está acertado el nombre de la película, Como el mar.
—Vos y tu mamá siempre llamaron la atención en los medios como mujeres transgresoras sin miedo a romper mandatos...
—La rebeldía depende de cada uno. Pero creo que en este momento lograr seguir haciendo arte en una situación donde todo el tiempo se ponen palos en la rueda es casi romper un mandato. Cada vez se pueden producir menos cosas independientes porque no hay plata ni hay lugar, y en general siempre se trabaja con los mismos actores. Creo que decir lo que uno piensa y tratar de ser fiel a las ideas es algo cada vez más difícil de hacer, es algo transgresor.
—Muchos artistas se muestran preocupados por las medidas del Gobierno en torno a la cultura...
—A la cultura no se le presta la atención o no se le da el lugar que para mí tiene que tener, ni en la Argentina ni en el resto del mundo. La cultura es muy importante: además de ser un símbolo de identidad, existe para abrirte la cabeza, para que te hagas preguntas, para que las personas puedan pensar por su cuenta. No es casualidad que la cultura esté hoy donde está. Hay una situación global que abarca a todos los tipos de arte, se ve mucho en la música: todo es cada vez más plástico, más frívolo, más complaciente. El arte se fue convirtiendo en entretenimiento y no hay lugar para el arte que incomoda y hace pensar. Creo que es un síntoma de la época. No es que yo me la pase leyendo Nietzsche, pero me parece que es necesario un poco de arte que te haga pensar. Me parece que es subestimar a la gente creer que la cultura no les interesa ni los moviliza. Quitarle la cultura a un pueblo es quitarle la posibilidad de pensarse a sí mismo. Mientras más dormidos nos tengan, más soldados del sistema vamos a ser.
—¿Compartís la idea de que hoy la prioridad es el hambre y no la cultura?
—¿Cuándo fue primero el arte? Nunca. Ni acá ni en ningún lugar. Siempre hubo cosas arriba del arte. Por el otro lado, creo que uno no solamente sobrevive comiendo; o sea, eso no es vivir, es sobrevivir. Tener para comer no es lo único que importa. Es importante la calidad de vida y que en cualquier lugar un pibe pueda acceder a una poesía o a una canción o a una buena película: eso le puede cambiar el día, le puede cambiar su manera de pensar, lo puede hacer sentir bien. Que haya cultura no quiere decir que haya hambre. Una cosa no quita la otra.
El arte y la política
—¿Sentís que hay un ensañamiento hacia algunos de tus colegas?
—Desde mi lugar de burguesa acomodada, me parece súper clasista el hecho de pensar que porque alguien tiene menos recursos que vos no necesita tanto el arte como vos. He visto mucha gente salvarse con el arte. Hay un montón de cosas que van más allá de las necesidades básicas y creo que los que nos gobiernan tienen que pensar en eso también. Tienen que entender que no somos robots que cargan la batería y ya con eso estamos. Necesitamos un pueblo pensante: que cada individuo pueda pensar por su cuenta para trabajar colectivamente cambios. El que pone como excusa el hambre para que la cultura no exista está siendo sumamente clasista y está denigrando a un montón de gente que tiene el derecho de poder disfrutar y de poder llegar al arte.
—¿Creés que el arte que se consume hoy es superficial?
—No creo que todos los pibes que hacen un video de TikTok quieran hacer arte: solamente es una manera de entretenerse. Es una nueva forma de comunicarse, pero que les quitó a las nuevas generaciones el deseo y la búsqueda. El hecho de estar súper conectados tiene su lado B: si todo está al alcance de las manos uno pierde el deseo. Antes tenías que buscar e investigar qué disco te ibas a comprar. Hoy hay una sobreinformación que termina tapando el deseo.
—¿Alguna vez te sentiste limitada a la hora de expresar tu opinión por miedo a quedarte sin trabajo?
—No juzgo a quienes prefieren no opinar. En general es muy difícil pensar en que si das una opinión después, de pronto, podés quedarte sin trabajo. Más allá de que uno apueste a una salida colectiva, uno tiene su casa y su familia y ningún colectivo de nadie va a venir a decirte: “Tomá, te doy plata para que sobrevivas”.
—¿Nunca te ofrecieron plata o beneficios para apoyar alguna causa?
—No. Es al contrario de lo que piensa mucha gente. Al final del día pareciera que uno se tiene que salvar solo. A mí en general no me gusta opinar personificando a nadie ni de forma partidaria. No creo que Javier Milei ni que Cristina Kirchner sean el problema; me parece que esto de individualizar la política o ponerle un nombre no es el camino. Me gusta hablar de las cosas que pasan, pero no me gusta poner el foco en una persona y mandarlo a matar. Salir a atacar a una sola persona es un mecanismo de la gente sin argumentos. Gran parte de la población eligió al gobierno actual, entonces tampoco sirve ir en contra de eso. Hay que trascender la pelea constante entre todos. Yo no tengo ganas de culpar individuos, no es un tema de individualidades. No hay un solo culpable de todo lo que está pasando, ni una verdad absoluta. Lo único que queda es poder comunicarnos entre nosotros con respeto y debatir todas las ideas.
Su mirada sobre los argentinos
—¿Cómo ves a los argentinos hoy?
—Estamos tan ensimismados en nuestro país que no nos damos cuenta lo que está pasando a nivel global. Acá no tenemos terroristas, no tenemos una guerra, no somos un país bélico. Obviamente que estamos atravesando una situación de crisis, pero no hay que hablar ni ver solamente eso. La realidad es que la mayoría somos todos trabajadores y los que no laburan y están mirando desde arriba representan un porcentaje muy pequeño.
—¿Te gusta vivir en la Argentina?
—Es un país increíble lleno de gente talentosa, no solo talentosa en cuanto al arte. Los argentinos somos personas que sabemos vivir, nos ayudamos entre nosotros. Somos alegres. Anda a cualquier país del mundo y nadie te da un beso y te invita a la casa como acá. Enseguida conocés a alguien y se preocupan por vos. Es un país en el que, si alguien lo necesita, se hace una vaquita en tiempo récord. Somos generosos, atorrantes, cararrotas. Tenemos un país increíble. No puede ser que haya hambre en un país donde tiras una semilla de cualquier cosa y crece. Tenemos mar, tierra. O sea: tenemos todo y nos hicieron creer que somos unos chantas y que no somos los mejores. Como estamos todos peleados entre nosotros no nos damos cuenta.
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