La directora habló con LA NACION de Priscilla, su nueva película en la que retrata la vida de quien fue la esposa de Elvis Presley; las luces y las sombras de contar una historia con voz propia
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Serena y reflexiva, curiosa y amable Sofia Coppola aparece en la pantalla con la madurez que la mayoría de sus criaturas de ficción nunca llegan a alcanzar. La directora de Perdidos en Tokio y Las vírgenes suicidas, entre otras odas al misterio del alma femenina, se entusiasma hablando de Priscilla, su nuevo film que se estrenará el próximo jueves en la cartelera local. Se trata de un nuevo ingreso en su brillante galería de adolescentes en pleno despertar emocional que cuenta la historia de una chica enamorada demasiado pronto de la estrella más fulgurante de su época: Elvis Presley. Basada en el libro de memorias escrito por Priscilla Presley en los años 80, la película hace de un relato conocido por muchos una novedosa exploración sobre la soledad y la independencia tan deseada y tan pocas veces alcanzada. Al menos para las criaturas que tanto fascinan a la realizadora que aunque no los aparenta tiene 52 años y una hija de 16 años que podría haber tenido o no algún problema en la escuela al mismo tiempo que su madre está concentrada en la charla por zoom con LA NACION.
“Uy, perdón. Me están llamando del colegio de mi hija. ¿Te molesta si contesto y luego seguimos hablando? Me quiero asegurar de que esté todo bien”, dice Coppola algo contrariada pero asumiendo por completo el rol de esas madres de adolescentes que no saben qué hacer con sus hijas que tantas veces escribió en su carrera desde la perspectiva de las niñas. Es que la hija de Francis Ford Coppola, uno de los directores más celebrados y famosos del cine norteamericano de los últimos cincuenta años, siempre se identificó con esas bellas criaturas poco preparadas para ingresar a la adultez. Y aún ahora, esas son las historias que más le gusta contar, las que muestran que las hermanas de Las vírgenes suicidas, la diletante de Perdidos en Tokio, la reina María Antonieta y la joven novia del rey del Rock representan las diferentes caras de una misma y fascinante moneda.
“Disfruté mucho de encontrar en la historia de Priscilla puntos de contacto y conexiones personales que hicieron fascinante el trabajo de trasladar sus memorias a la pantalla. Además fue muy emocionante tener por primera vez en mi carrera a la persona real que estaba retratando para consultarle ante cualquier duda. Eso sin olvidar que se trata de una figura icónica en los Estados Unidos, una mujer que tuvo una experiencia de vida única”, cuenta la directora ya de regreso en la conversación luego de atender la llamada -que por suerte no fue nada para preocuparse- del colegio de su hija Romy, quien hace pocos meses demostró estar interesada en el negocio familiar al protagonizar y dirigir un video en TikTok en el que hacía bromas a costa de su mamá y su también famoso padre, el músico Thomas Mars del grupo Phoenix, encargado de la banda sonora de Priscilla.
La película que cuenta una historia conocida desde una perspectiva novedosa, la de la propia Priscilla, antes de transformarse en la esposa de tapa de revista de Elvis empieza su recorrido a finales de los años cincuenta cuando la joven tenía 14 años y más ilusiones de las que la base militar alemana, en donde su padre había sido trasladado podía contener. Solitaria e inquieta, la Priscilla del film busca algo aunque no sabe muy bien qué es cuando Elvis se cruza en su camino. Lo que sigue es algo más de una década que recorre el vínculo entre el ídolo diez años mayor y la joven que poco a poco se da cuenta de que detrás del cuento de hadas la aguarda el vacío.
“Quería concentrarme en ese periodo en el que ella parecía tener una vida de ensueño, una casa hermosa y un marido exitoso mientras que la realidad era que la mansión era su jaula de oro y el lugar en el que se quedaba sola mientras Elvis se iba y no la llevaba con él. No tenía permitido tener amigos ni trabajo. Quise retratar esos tiempos en los que Elvis estaba presente y el lugar se llenaba de energía y emoción en contraste con los momentos de soledad en los que se suponía que debía conformarse con ser la esposa del rey. Y si no lo conocía tampoco podía quejarse o decir algo porque se le exigía que fuera constantemente positiva en su presencia”, detalla Coppola que necesitaba una actriz que pudiera encarnar todos los matices de su personaje central desde los catorce años hasta más allá de los veinte. Y después de mucho buscar la encontró gracias a la recomendación de su antigua musa: Kirsten Dunst. La intérprete nominada al Oscar por su trabajo en El poder del perro acababa de compartir el set de la película Civil War de Alex Garland (Ex Machina) con Cailee Spaeny, una actriz en ascenso de poco más de veinte años que la había deslumbrado. Una opinión que compartían los encargados del casting de Priscilla que también pusieron su nombre primero en la lista.
“Para mí era muy importante que la elegida pudiera interpretar el personaje desde los 14 a los 29 años. Tenía que ser la misma actriz porque la esencia de la historia es seguir su transformación. Además necesitaba que fuera creíble como adolescente y como una mujer adulta. Y entonces conocí a Cailee (Spaeny) que físicamente aparenta ser mucho menor de lo que es en realidad. Cumplió 25 años durante el rodaje en el que demostró una habilidad maravillosa para mostrar el paso del tiempo en Priscilla a través de los cambios en su voz y en su lenguaje corporal. Siento que capturó perfectamente las particularidades de la adolescencia, algo que tengo muy presentes porque tengo una hija de 16 años y porque yo todavía recuerdo qué se sentía tener esa edad”, comenta la directora con una sonrisa y mucho modestia. Lo que ella no se anima a decir es que su cine sutil, emotivo y evocativo es prueba más que suficiente de su conexión con las historias de esas jóvenes mujeres que atraviesan el mundo y sus circunstancias adversas en pleno florecer de su angustia adolescente.
Sus protagonistas suelen ser enigmáticas, misteriosas criaturas que en manos de otro realizador podrían haber sido personajes secundarios o notas al pie de las intrigas palaciegas, la crisis existencial en Asia o uno de los tantos pequeños planetas atraídos por el campo magnético creado por la galaxia Elvis. Si nada de eso sucede en Priscilla se debe a Coppola y su empecinamiento en la mirada lateral, en dejar a la estrella del rock en un significativo segundo plano para concentrarse en la mujer colgada de su brazo. Una decisión que no le resultó sencilla plasmar en pantalla en más de un sentido. Es que su Elvis es interpretado por el actor australiano Jacob Elordi (Euphoria) de 1.96 metros de altura, una estatura que frente a los 1.55 de Spaeny subraya las diferencias entre ambos personajes.
“Confieso que no fue algo intencional. Al menos en principio. Es decir, sabía que Jacob era muy alto pero cuando los vi juntos lo único que podía pensar era en lo difícil que sería que entraran en el mismo cuadro frente a las cámaras. De hecho, tuvimos que construir una plataforma para que Caillee caminara en algunas escenas que comparten pero aún así él todavía quedaba mucho más alto que ella. Creo que en el contexto de nuestra historia esa disparidad funciona porque finalmente se trata de una relación con un enorme y evidente desequilibrio de poder. Además, fue una de esas cosas que pasa cuando hacés un film independiente: tenés que trabajar con lo que tenés y rogar que se ajuste a los temas de tu relato o encontrarle la vuelta para que lo haga”, explica Coppola que también tuvo que hacer malabares con la banda de sonido del film cuando los albaceas de las canciones de Presley le negaron el permiso para utilizarlas en su película. Encima de lidiar con el hecho de que Baz Luhrmann estaba filmando su Elvis casi al mismo tiempo en que ella terminaba de escribir el guion de Priscilla. “La película de Luhrmann es sobre Elvis y su vida pública mientras que esta muestra el otro lado de la historia. Es la perspectiva de Priscilla sobre su vida privada y para mí eso la hace completamente distinta”, cuenta la directora que no esquivó uno de los aspectos más polémicos de la pareja: el hecho de que su relación comenzó cuando Priscilla era menor de edad.
“Es una parte muy importante de su historia. No fue fácil de filmar aunque ayudó mucho que en realidad los intérpretes tuvieran la misma edad. No creo que hubiese podido dirigir la película si la actriz hubiese tenido catorce años pero igual fue complicado encontrar el tono correcto porque quería mantener el punto de vista de esa adolescente que pensaba, según escribió Priscilla en su libro de memorias, que era todo muy romántico y no pensaba en términos de grooming o pedofilia. Y por momentos hubo escenas que tenían esa impronta pero quise mantenerme fiel a contar el cuento desde su perspectiva. Espero que los espectadores pueda ver las cosas desde su mirada y luego pensar sobre ella y decidir qué les pareció teniendo en cuenta que las cosas se pensaban y vivían de maneras muy diferentes a las actuales. Yo, como madre de una chica de esa edad, no me sentiría cómoda con un vínculo como ese pero es su historia, su experiencia y mi misión era retratarla como ella decidió contarla”, afirma la directora cuya convicción hizo que encontrara más de un obstáculo en la búsqueda de la financiación necesaria para hacer la película.
Ni su probada carrera como realizadora ni su ilustre apellido le dieron ventaja cuando se trató de conseguir el dinero para hacer la película en sus términos: “Estamos en un momento muy difícil para el cine independiente, especialmente si se trata de hacer films un poco diferentes o inusuales. Muchos de mis colegas intentan reunir el presupuesto que necesitan a través de las plataformas de streaming. Eso implica que muchos proyectos dependen de lo que el algoritmo piensa que la gente quiere ver en lugar de surgir de la inspiración de un humano. No es fácil salir de esa lógica y menos si, como en mi caso, se trata de contar historias centradas en la experiencia femenina pero al mismo tiempo es muy gratificante hacer películas en las que tengo el control creativo para realizar lo que imaginé. En resumen: es difícil hacer cine pero seguiré haciéndolo porque, honestamente, para mí es adictivo”.
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