Sin glasear: Jerry Seinfeld dirige una amable y divertida reflexión sobre la esencia de la comedia
Unfrosted parte de una batalla corporativa entre fabricantes de cereales para reflexionar sobre el oficio de hacer reír a partir de situaciones y conductas de la realidad que con el tiempo se incorporaron a la cultura pop
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Sin glasear (Unfrosted, Estados Unidos/2024). Dirección: Jerry Seinfeld. Guión: Jerry Seinfeld, Spike Feresten, Andy Robin y Barry Marder. Fotografía: Bill Pope. Música: Christophe Beck. Edición: Evan Henke. Elenco: Jerry Seinfeld, Melissa McCarthy, Jim Gaffigan, Hugh Grant, Amy Schumer, Bill Burr, Jon Hamm, John Slattery. Duración: 96 minutos. Disponible en Netflix. Nuestra opinión: muy buena.
Jerry Seinfeld llevó adelante en las últimas semanas un verdadero tour de force que, con la excusa de la promoción de su ópera prima como realizador, funcionó en realidad como un largo acto de afirmación del oficio del comediante, de la manera en que mira al mundo y cómo responde a una realidad que resulta cada vez más hostil para quienes se animan a reírse de ella con libertad.
De todo lo que Seinfeld viene diciendo al respecto, lo que más repercutió en los medios especializados y en las redes fue lo que le dijo a The New Yorker en una entrevista. A su juicio, la comedia televisiva está amenazada por “la basura de la extrema izquierda, de la PC” y de la gente que se preocupa mucho cuando ve que otras personas están siendo ofendidas. “La audiencia nos vigila. Sabemos cuándo estamos fuera del camino. Lo sabemos instantáneamente y nos adaptamos a ello instantáneamente. Pero cuando escribís un guion y pasa por cuatro o cinco manos, comités y distintos grupos que dicen ‘esto es lo que pensamos sobre ese chiste’, bueno, ese es el final de tu comedia”.
No solo habló de eso. También opinó sobre el cine y dijo que ya no ocupa el lugar preferencial dentro de la jerarquía social y cultural que supo ganarse en el pasado. “Cuando salía una película, si era buena, íbamos todos a verla y discutirla. Citábamos líneas y escenas que nos gustaban. Ahora estamos caminando a través de una manguera de agua contra incendios, simplemente tratando de ver”, señaló. Para Seinfeld, el negocio del cine está dominado hoy por el desconcierto y la confusión. Nadie sabe muy bien qué hacer.
Antes de formular esas reflexiones, Seinfeld se puso en movimiento. En todo caso decidió dar una respuesta activa y en movimiento a toda esa perplejidad extendida casi como un virus sin antídoto aparente hasta el momento en una industria que hasta hace poco parecía indestructible en relación con su presente y su futuro. Y su respuesta fue su debut como director a los 70 años con un largometraje, después de toda una vida consagrada a la televisión y al streaming.
Seinfeld siempre fue en el mundo de la comedia un espíritu libre y capaz de desafiar todas las convenciones con propuestas distintas a todo lo visto. Pero ni la extraordinaria serie que lleva su nombre ni sus grandes shows de stand up ni sus proyectos posteriores (como el excelente e incomprendido Comedians in Cars Getting Coffee) tienen la impronta directa, provocativa y desafiante de un Ricky Gervais, un Dave Chappelle o un Jimmy Carr. En todo caso prefiere confiar en Larry David avalando de manera implícita con su presencia en Curb Your Enthusiasm algunas de las posturas sobre el estado del mundo en términos de incorrección política de su eterno álter ego.
La actitud de Seinfeld es otra. Desde hace tiempo parece decidido a plantarse en un lugar que disfruta mucho reflexionando sobre el estado actual de la comedia y preguntándose sobre la esencia de la comedia y cuáles son sus elementos básicos. En Unfrosted, presentada en nuestro idioma con títulos por lo menos extravagantes (Sin glasear o Sin edulcorar), dirige, escribe y protagoniza un relato basado en hechos reales que plantea, por sobre todas las cosas, que la comedia tal cual él la entiende es un oficio y un arte que se origina en los Estados Unidos, se identifica con cierta idea de la vida cotidiana luego adoptada por la cultura pop y a partir de allí, con esa modalidad, se transmite al mundo.
Con esas premisas, Seinfeld se apropia de un hecho verdadero ocurrido en los idealizados años 60 (al menos así los observa) en Battle Creek, Michigan, escenario de escaramuzas cotidianas entre dos grandes ejércitos consagrados a preparar los desayunos de millones de hogares estadounidenses: Kellogg’s y Post. La película relata el origen de uno de los productos más exitosos de la primera de esas marcas, unas tarteletas rectangulares y prehorneadas, rellenas de una pasta de sabor frutado, conocidas como Pop-Tarts.
Bien mirada, la película funciona como una farsa y una sátira con todas las letras. En todo caso es la crónica de esos hechos según la evoca (o la inventa) el gerente de desarrollo de Kellogg’s, Bob Cabana (el personaje interpretado por Seinfeld), algunos años después frente a la curiosidad de un niño muy avispado.
Todo lo que pasa en Unfrosted está teñido con los colores fuertes y vivos de los cartoons de la época (lo primero que vemos es la tapa de una revista del Pájaro Loco), con personajes excéntricos que se afirman en la realidad y en sus respectivos oficios, pero tienen a partir de ellos comportamientos que apuntan todo el tiempo deliberadamente a la exageración y por momentos al absurdo.
Unfrosted está lleno de chistes y situaciones de comedia construidas con timing perfecto y destinadas al disfrute con más sonrisas que carcajadas. Lo que se festeja aquí es la lógica pura de la comedia, la que transforma en comedia, a fuerza de paciencia y giros inesperados, situaciones en las que los personajes se comportan muy seriamente.
En ese sentido, la película cumple muy bien con la máxima indestructible de Mel Brooks. Esa que dice que el actor debe mantener en todo momento la seriedad porque la gracia siempre está en el texto, no en la interpretación. Por eso funcionan casi todo el tiempo las observaciones filosas sobre la cultura corporativa, la carrera espacial, las costumbres culinarias de los estadounidenses de ese tiempo y hasta lo que son capaces de hacer algunas corporaciones para sostener sus prerrogativas. Puede engañarnos la presencia de más de un personaje de conducta payasesca, pero siempre expuesta con la máxima seriedad.
Después de sus filosos dardos contra quienes quieren tutelar el humor (un arte que, por definición, está hecho para divertirse siempre a costa de algo o de alguien), Seinfeld ejerce la misma libertad que levanta como bandera de la comedia para contar la historia estadounidense de los 60 con el prisma clásico de un tipo de comedia al que rinde tributo y que alcanzó la cumbre en las memorables películas de Frank Tashlin.
Seinfeld juega todo el tiempo al borde del surrealismo pero sin ningún desborde. Confía, en cambio, en el poder de sus talentosos actores. Desde Hugh Grant (cada vez mejor actor y mejor comediante, dueño de una secuencia extraordinaria que satiriza la toma del Capitolio por parte de los seguidores de Donald Trump) hasta Jon Hamm y John Slattery divirtiéndose con el regreso de Mad Men. Todos los actores rinden a la perfección.
Hay sutiles citas políticas en Unfrosted (como un feroz retrato de JFK, genialmente personificado por Bill Burr), pero la película escapa a cualquier pretensión de instalar una agenda sobre el tema. Lo que hace Seinfeld es escribir otro capítulo de su política de la comedia a través de un dinámico, amable y regocijante viaje en el tiempo.
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