"Sin City", el cómic que cobra vida
"La ciudad del pecado" ("Sin City", Estados Unidos/2005). Dirección: Frank Miller y Robert Rodriguez, con la colaboración de Quentin Tarantino. Con Bruce Willis, Mickey Rourke, Jessica Alba, Benicio del Toro, Nick Stahl, Elijah Wood, Jaime King, Clive Owen, Rosario Dawson, Brittany Murphy, Josh Hartnett, Michael Madsen, Carla Gugino, Powers Boothe, Michael Clarke Duncan y Rutger Hauer. Basado en la colección de historietas "Sin City", de Frank Miller. Música: John Debney, Graeme Revell y Robert Rodriguez. Fotografía y edición: Robert Rodriguez. Dirección de arte: Jeanette Scott. Producción de Dimension Films y Troublemaker Studios hablada en inglés con subtítulos en castellano y presentada por Buena Vista Internacional. Duración: 124 minutos. Para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: buena
Paradigma de la iconografía, del tono y de la estética del cine negro, en Sin City, la ciudad del pecado del título, conviven antihéroes y perdedores obsesionados y llenos de traumas, políticos, eclesiásticos y policías tanto o más corruptos que los ciudadanos comunes, femme-fatales tan voluptuosas como traicioneras, prostitutas de toda clase que devienen en expertas luchadoras, asesinos seriales con predilecciones caníbales o pedófilas, brutales gángsters de cuarta categoría y matones contratados para los encargos más desagradables.
En los bajos fondos de "Sin City" -la popular creación del historietista y dibujante Frank Miller- se mixturan un look retrofuturista (con preminencia de los años 50) y nocturnal, guiños a la pulp fiction de Jim Thompson, a la literatura de Dashiell Hammett, Cornel Woolrich y Raymond Chandler, guiños al Quentin Tarantino (aquí director "invitado") de "Perros de la calle" y "Tiempos violentos", un erotismo y una violencia tan gráficos como estilizados, una ampulosa y omnipresente voz en off existencial tan propia del film-noir y una estructura fragmentaria que salta de una historia a otra, de las desventuras de un personaje a otro sin demasiada continuidad, coherencia ni justificación.
Robert Rodriguez intenta combinar la apuntada imaginería visual del cine negro (a partir, claro, de una lectura convenientemente modernizada) con una idea todavía más audaz: trasladar la estructura de los libros originales a la narración cinematográfica. "La ciudad del pecado", entonces, no es una simple historieta transpuesta a la pantalla grande, sino más bien un cómic filmado con el espíritu de la creación original de Miller.
Pero tanto la propuesta narrativa como la impronta absurda y caricaturesca o el despliegue visual no tardan demasiado en agotarse. Una vez que el espectador se sumerge en el submundo de "La ciudad del pecado" ya lo ha visto (casi) todo. Los directores muestran demasiado pronto sus cartas y el espectador descubre rápidamente los trucos. El diseño en blanco y negro con algunos detalles en rojo (la sangre de una herida, las luces de un auto, el lápiz labial de una vampiresa) es atractivo, pero tampoco alcanza para sostener un relato que se autofagocita a la media hora.
Si la historia -absolutamente fiel al cómic original- no crece demasiado y transita los mismos tópicos (corrupción, trampas, traición y venganza) por lo menos el film ofrece unos cuantos hallazgos técnicos y el desfile -generalmente en pequeños papeles- de una veintena de actores de primerísima línea.
Rodada íntegramente con cámaras digitales de alta definición con el ya clásico esquema del cine sustentado en efectos visuales (los intérpretes trabajan sobre un fondo verde y luego se le incorporan las imágenes generadas por computadora), "La ciudad del pecado" demuestra que pueden construirse mundos completamente nuevos y funcionales gracias a los aportes de la tecnología y sin contar con presupuestos demasiado elevados.
Destinado principalmente a un público juvenil masculino, "La ciudad del pecado" tiene una fuerte carga misógina y machista, con toques de sadismo y una estigmatización de la mujer que puede herir ciertas sensibilidades. Feministas, entonces, mejor abstenerse. En cambio, para aquellos que disfrutan de la violencia, del erotismo y de la acción, que encuentran en los clisés del cine-noir un motivo de regocijo, este nuevo film del prolífico Robert Rodriguez puede ser, más allá de sus apuntadas reiteraciones, una posibilidad de verdadero disfrute.
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