Sin aire: sobrevivir a un evento impensado
Una lógica desesperada y una protagonista que jamás cae en situaciones decepcionantes
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Sin aire (The Dive, Alemania, 2023). Dirección: Maximilian Erlenwein. Guión: Maximilian Erlenwein y Joachim Heden. Cinematografía: Frank Greibe. Edición: Philip Thomas. Elenco: Luisa Krause y Sophie Lowe. Duración: 91 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: buena.
Se puede postular que, junto con otra media docena de subgéneros, el cine de suspenso minimalista se inicia y encuentra uno de sus puntos más altos con Alfred Hitchcock. En Ocho a la deriva (1944) el realizador inglés se autoimpone el obstáculo – y lo sortea ampliamente- de filmar un largometraje dentro de un pequeño bote salvavidas con ocho sobrevivientes: la película está contada casi enteramente con primeros planos -la cámara es un náufrago más en la ínfima barca- y sin música. El maestro francés Robert Bresson no solo toma la posta sino que sube la apuesta en Un condenado a muerte se escapa (1956) con una valentonada a la que ni Hitchcock se atrevió: cuenta el final de su película en el título y de todos modos obtiene un resultado cautivante. Durante 95 minutos, un prisionero de guerra depende solo de su voluntad, ingenio y los exiguos objetos que encuentra en su pequeña celda para alcanzar la resolución prometida.
Este rubro tiene un amplio linaje, como las recientes 127 horas, en la que James Franco queda apresado en una grieta en la montaña o All is lost, con Robert Redford como único tripulante de un velero perdido en el océano que se hunde lenta e irremediablemente. Todas estas películas, que respetan las tres unidades (lugar, tiempo y acción) del drama clásico, se prueban en el ejercicio de crear una pieza dinámica de cine puro con las mismas herramientas que tendría un unipersonal en el teatro.
Sin aire muestra a dos hermanas, hijas de un buzo, con una relación tensa aunque no hablan de ello, que se encuentran una vez al año para compartir lo que parece una tradicional una aventura submarina. May (Luisa Krause), quien trabaja con buceadores profesionales, no muestra demasiado entusiasmo por la propuesta y parece complacer desganadamente a su hermana, mientras que Drew (Sophie Lowe) es más jovial e inexperta. Tras la exploración de unas claustrofóbicas y estrechas cuevas ocurre un maremoto que provoca un derrumbe submarino y May queda atrapada bajo un peñasco inamovible con solo 20 minutos de oxígeno en sus tanques. Lo que sigue es una carrera frenética de su hermana para encontrar soluciones a este problema, que puntualmente se van frustrando a la misma velocidad con que aparecen.
Este tipo de films ponen en juego como ningún otro el célebre principio de economía narrativa conocido como el “arma de Chéjov”, que establece que todo lo presentado en un relato debe ser necesario. Por ejemplo, si un arma se introduce en el primer acto, debe ser disparada en el tercero. Aquí todo es un arma de Chéjov porque cada elemento tiene un propósito que se va revelando a medida que avanza la narración, algunas veces de modo más feliz y sorpresivo que otras. A favor de la película se puede decir que su protagonista jamás cae en acciones decepcionantes que funcionen puramente como dilaciones, eso que un espectador se dice que jamás haría si estuviera en su lugar. La estricta aunque desesperada lógica de sus actos tiene la contrapartida de que a veces es fácil anticipar cuáles serán y el resultado. Pero Bresson ya demostró que eso no es lo más importante. La urgencia del conflicto planteado, la puesta ágil del realizador alemán Maximilian Erlenwein y la enérgica cinematografía a cargo de Frank Greibe (Corre, Lola, Corre) presurizan el relato. Los ocasionales flashbacks y la metáfora insistente de que es justamente bajo la superficie donde se encuentra la verdad del vínculo entre las hermanas resultan innecesarios, pequeños agujeros que le restan compresión al que de otro modo sería un relato herméticamente sellado.
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