La épica de una bailarina desnudista en Las Vegas fue uno de los mayores fracasos de 1995, aunque el paso del tiempo le dio una merecida revisión
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A comienzos de los noventa, Paul Verhoeven era uno de los directores más taquilleros de la industria. El realizador neerlandés había desembarcado en Hollywood pocos años atrás, y había llevado a cabo una verdadera seguidilla de éxitos: entre 1987 y 1992, estrenó Robocop, El vengador del futuro y Bajos instintos.
Las tres eran piezas muy distintas, pero indudablemente llevaban la firma de este autor, una mirada que empujaba los límites de lo permitido en Hollywood, haciendo foco en contextos que deshumanizaban a sus personajes, presos de la tecnología o del deseo. El ojo clínico de Verhoeven para los batacazos de taquilla parecía infalible, hasta que el estreno de Showgirls le demostró, de la forma más cruel posible, que en la meca del cine no hay nombres sagrados ni éxitos garantizados.
Una película como un favor
Luego de El vengador del futuro, Verhoeven y Arnold Schwarzenegger estaban deseosos de trabajar nuevamente juntos, y un relato ambientado en las Cruzadas prometía ser el próximo paso de ambos. Sin embargo, la productora Carolco les informó que no podía costear los cien millones de dólares que exigía esa mega producción. La compañía se encontraba a un paso de la bancarrota y, teniendo en cuenta que había financiado varios de sus films, el realizador quería entregarles un éxito de taquilla que les permitiera salir a flote. En ese momento, el presidente de Carolco, Mario Kassar, le contó a Verhoeven sobre un guion que habían comprado y por el que ya habían pagado un adelanto de cuatro millones de dólares: se trataba de una historia ambientada en el mundo de las bailarinas de Las Vegas. Por ese motivo, y como favor personal, Verhoeven aceptó hacerse cargo del proyecto, aunque con algunas condiciones.
El guion inicial de Showgirls no terminaba de entusiasmar al neerlandés, quien le hizo varias modificaciones. El libreto ponía el acento en el lado artístico y musical de ese mundo pero, cuando el director fue a Las Vegas a empaparse de la vida del lugar, concluyó que la película debía girar en los aspectos más sórdidos y en la sexualidad palpable que habitaba tanto en los clubes de categoría como en los pubs en los que comenzaban sus carreras las aspirantes a bailarinas. Verhoeven pensó en una estructura deudora de La Malvada (el clásico de Mankiewicz con Bette Davis), y así retocó las bases de Nomi Malone, una bailarina desnudista que alcanza un meteórico ascenso en Las Vegas, en el que se enfrenta a la estrella consagrada Crystal Connors, dentro de un mundo en el que la moral no tiene cabida de ningún tipo.
Verhoeven era consciente que su película iba a ser un relato sobre cuerpos desnudos, que el sexo era el mayor protagonista y que sus personajes se movían en entornos de una sordidez fascinante. Por ese motivo, le exigió a Carolco libertad creativa total, y les informó que su largometraje iba a ser prohibido para menores de 18 años, una categoría que significaba un riesgo en términos de taquilla. Se trataba de una movida audaz, pero desde Carolco la aceptaron, sin saber que en ese momento estaban firmando su propia defunción.
Una desnudista sin actriz
El casting soñado por Verhoeven no era poca cosa. El director quería a dos pesos muy pesados, ni más ni menos que a Drew Barrymore como Nomi, y a Madonna como Crystal. Si bien la cantante no mostró interés, Barrymore sí llegó a negociar su presencia, hasta que la rechazó debido a que su personaje, básicamente, se encontraba desnuda durante tres cuartos de la película. A partir de ahí comenzó el habitual desfile de nombres que buscaron protagonizar el proyecto. Entre las muchas figuras que quisieron ser Nomi, se encontraron Pamela Anderson, Angelina Jolie, Denise Richards y una desconocida Charlize Theron (que luego de ser contratada, prefirió renunciar por el mismo motivo que Drew Barrymore).
Sin ninguna candidata en el horizonte, finalmente apareció la carismática Elizabeth Berkley, una actriz que venía de hacer la comedia juvenil Salvados por la campana y que buscaba redireccionar su carrera. Con respecto al rol de Crystal, luego de ser rechazado por Sharon Stone y Daryl Hannah, quienes consideraron que el film era una explotación vulgar del cuerpo femenino, fue finalmente Gina Gershon la intérprete que aceptó el personaje. El último en completar el elenco principal fue Kyle MacLachlan, que bajo la piel de Zack Carey iba a ser la última pata del triángulo amoroso central.
El rodaje de Showgirls demandó que las estrellas femeninas pusieran el cuerpo, como ningún otro proyecto de Hollywood les había exigido jamás. Elizabeth Berkley contó que debía aguantar jornadas de rodaje de 16 horas, durante las que no llevaba más ropa que sus tacos altos. Para colmo, su relación con Gina Gershon era muy mala, y Verhoeven alimentaba esa rivalidad, con el objetivo que entre ambas hubiera tanta tensión como la que tenían sus respectivos personajes. Finalmente, el rodaje culminó con grandes expectativas que, nadie podía anticipar, iban a estar muy lejos de la realidad.
Elizabeth Berkley, la gran víctima del fracaso
Showgirls era una mancha de aceite que destruía todo a su paso, y si bien algunos de sus protagonistas huyeron del desastre en el que se convirtió esa película, hubo algunas víctimas que se hundieron con el barco. Cuando el largometraje llegó a las salas de Estados Unidos en septiembre de 1995, la prensa y el público no dudaron en atacarla con notable ensañamiento. Los críticos parecían no comprender que estaban frente a una sátira camp del mundo de las desnudistas, una versión rococó de La malvada cuyo atractivo era justamente su registro artificial.
Como la famosa perilla de Spinal Tap que llegaba al nivel once, Showgirls era un melodrama desmedido que parecía combinar a Douglas Sirk con John Waters, y si bien Verhoeven era muy consciente del color pretendidamente exagerado que buscó en las actuaciones, a la larga lo consideró un grosero error. Para colmo, Carolco, que había producido este film como apuesta segura, terminó gracias a él en la bancarrota, y como era de esperar, pronto todos empezaron a buscar un culpable.
Kyle MacLachlan fue el primero en procurar despegarse de la mala fama del proyecto, y si bien negó rumores sobre abandonar la alfombra roja antes de la premiere, luego declaró: “Me senté en mi butaca a sufrir las dos horas de duración del film”. Gina Gershon no habló demasiado de la película, y el elenco, cuando daba una nota, solía hacer comentarios negativos. Pero a fin de cuentas, quien cargó sobre sus hombros el brutal fracaso de este título, fue su principal estrella.
Ante el alud de pésimas críticas, el agente de , Eilzabeth Berkley renunció a seguir representándola, y durante años su aparición en cualquier ficción era asociado al desastre de Showgirls. La carrera de esa actriz fue tan en picada, que Verhoeven llegó a responsabilizarse de ese destino, cuando aseguró: “Mi película hundió la carrera de Elizabeth de forma contundente. Hizo que mi vida fuera más difícil, pero no al nivel que la afectó a ella. Después de eso, Hollywood le dio la espalda, y si hubiera que culpar a alguien, debería ser a mí”.
La salvación en forma de VHS
A pesar de ser la burla de Hollywood, Verhoeven siempre se hizo cargo de su película, y cuando Showgirls arrasó en innumerables categorías de los premios Razzie (algo así como los Anti Oscar), este director se convirtió en el primero en ir personalmente a buscar todas sus estatuillas, símbolo del fracaso. Pero aún en un marco tan desastroso, el título alcanzó un puñado de logros, como ser el film prohibido para menores de 18 más taquillero hasta el momento, o recaudar más de cien millones de dólares en su llegada al VHS (cuando, trágicamente, Carolco ya no tenía los derechos sobre él).
Con el paso del tiempo, Showgirls logró una merecida reivindicación. Una nueva generación de críticos supo leer este relato desde otro ángulo, encontrándole innumerables atractivos que siempre estuvieron ocultos para quienes no supieron despojarse de prejuicios, ni entregarse plenamente al relato moral salvaje de Nomi Malone. Incluso directores de gran prestigio como Quentin Tarantino, Jim Jarmusch o Jacques Rivette elogiaron las bondades de este largometraje, su renovadora mirada sobre los universos femeninos y las mujeres rabiosamente libres en su deseo y sus objetivos. Pero eso no significó que la historia tuviera un final feliz.
Dueña de una carrera que nunca terminó de recuperarse, Berkley debió hacer como su Nomi Malone y tuvo que repartir y dar de nuevo, comprendiendo que la pesadilla vivida debía ser superada pero no olvidada. Y en una reciente entrevista, ella aseguró: “En 1995 todo era muy distinto, podíamos asumir esos riesgos. Pero ser alguien tan joven en medio de ese terremoto, fue algo especialmente doloroso. Sin embargo, fui capaz de encontrar mi resiliencia, mi poder y mi seguridad. Y quiero agradecer por quienes me dieron la posibilidad de completar ese círculo, para así poder disfrutar la alegría de lo que esto significó”.
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