Señora de nadie: a 25 años de su muerte, se agiganta el legado de María Luisa Bemberg
En un lejano programa de Función privada, el histórico ciclo televisivo que conducían los periodistas Carlos Morelli y Rómulo Berruti, este último interrogaba a la invitada sobre si hablar de feminismo no era como hablar de machismo pero al revés. "Ser machista es ser fascista", respondió María Luisa Bemberg con la misma firmeza con la cual su voz serena pero comprometida se pronunció ante el sometimiento que denunciaba con extraordinaria lucidez intelectual. No fue la primera directora mujer argentina, un error bastante frecuente que olvida otros esfuerzos pioneros, pero sí la de mayor gravitación de toda la historia del cine argentino gracias a una filmografía que, si bien no extensa, se construyó con sesgos autobiográficos para erigir una mirada al conflicto humano desde la óptica femenina.
Hoy se cumplen 25 años del fallecimiento de Bemberg, una directora que anticipó muchos derroteros de la sociedad por venir y también construyó los cimientos desde los cuales depositar esperanzas de tantas otras reflexiones. Nació el 14 de abril de 1922 en "cuna de oro", hija de una de las familias de abolengo, que construyó un imperio económico destacado popularmente desde la industria cervecera, aunque incluyó muchas otras actividades. Pero a María Luisa, su pertenencia a la aristocracia argentina le permitió una ruptura con la moral pacata, la mojigatería y la frivolidad, y con tan solo seis largometrajes expuso una lucha contra todos los prejuicios y también sus dogmas.
"Estaba muy abierta a cualquier tipo de manifestación y, sobre todo, tenía para las mujeres una inteligencia muy particular para decir todo lo que tenía que decir", expresaba Luisina Brando en una entrevista televisiva al momento de su muerte, el 7 de mayo de 1995, cuando cerró un ciclo de vida muy diferente al "destino diseñado" por su origen social y su género. A fin de cuentas, su crianza no observaba otro horizonte que los buenos modales y la alta cultura, para acompañar a un marido, cuidar un hogar y participar de reuniones benéficas. Eso era todo. Pero todo fue distinto.
El recuerdo, gracias al aniversario, permite actualizar el legado de la cineasta y revivir anécdotas hoy impensadas en el mundo del cine argentino, como el éxito de Camila que, además de ser una de las primeras películas de producción nacional estrenada en la recientemente recuperada democracia, fue vista por más de dos millones de espectadores y fue sólo superada por Porky´s, duplicando la convocatoria de Los cazafantasmas en la taquilla de 1984. Eso fue apenas un prólogo a su nominación al Oscar como Mejor Película Extranjera. "Fue un reconocimiento: el hecho de sentir que se me respetaba. No solamente el éxito, sino el respeto que hubo a partir de la película. Lo que más me dio fue la oportunidad de conocer, desde esa actriz, otros países, y en calidad de artista, de llegar a un festival y que me trataran como una artista. Y las posibilidades que había de conocer ese país también desde mi medio, yo nunca había tenido la oportunidad de estar en Hollywood, o estar en el Festival de Cannes y ver a los actores y directores y después de eso poder elegir", declaraba a Mirtha Legrand una sonriente Susú Pecoraro, que asimismo había obtenido el premio a la mejor actriz por su composición de Camila O’Gorman en el Festival de Cine de Karlovy-Vary. Camila fue la segunda película argentina nominada al premio de la Academia (la primera fue La tregua) y si bien perdió la estatuilla ante la suiza La diagonal del loco, de Richard Dembo, ganó un sitial de referencia en el cine mundial impensado hasta entonces por el cine argentino.
Pero para llegar a esa marca histórica no hará falta la reproducción del anecdotario personal para construir una autobiografía en la pantalla grande. Bemberg escribió su primer guion a los 47 años; dirigió su ópera prima a los 58. La historia de Crónica de una señora, que dirigió Raúl de la Torre, significó un replanteo en vida de la protagonista y en el cine, el arribo de una presencia autoral muy marcada. También motivó una carta desde París con la firma de su padre, Otto Eduardo Bemberg, quien le advertía, preocupado, por los riesgos del juicio a que se exponía por parte de otras señoras de su clase.
Su primer largometraje, Momentos, presentaba la historia del adulterio pero desde la mirada de la mujer, con su consecuente tensión y remordimiento, y también analizaba cómo la rutina se impone a la pasión. Entre medio, el guión de Triángulo de cuatro, que filmó Fernando Ayala, y la fundación de su empresa con la productora Lita Stantic, consolidaron sus intenciones artísticas que desembocarían en su ópera prima. "Yo no te puedo contar la cantidad de gente que se acercó a mí y me dijo ‘¿Cómo te metes con esta mujer? ¿Sabe lo que quiere? Era mujer, era una mujer grande ya, y también pertenecía a una clase social que motivó que hubiese gente que dijo, 'Se quiere dar el gusto, que se de el gusto'", recordaba Stantic en el documental Un sueño hermoso, recientemente estrenado. Sin su presencia como eficiente productora, es difícil intuir si la carrera de María Luisa Bemberg hubiese podido encontrar su rumbo.
Pero retrospectivamente, el guion de Crónica de una señora fue el devenir de una obra teatral titulada La margarita es una flor, con la que se presentó a un concurso de obras cortas organizado por LA NACION. Fue declarado desierto y terminó sentando la base de ese futuro argumento. El teatro fue su primer encantamiento y ya en 1949, con su marido Carlos Miguens, concretó su primera labor empresarial en el Smart; en 1960 produce La visita de la anciana dama, de Friedrich Dürrenmat, en el Astral y confecciona un elogiado vestuario, pero indudablemente un temprano hito en su carrera fue la dirección del Teatro del Globo junto a Catalina Wolff donde, por su intermedio, tuvo lugar la presentación de una banda de rock que haría historia: Almendra, el grupo de Luis Alberto Spinetta. Durante ese tiempo también participaría de la fundación de la UFA (Unión Feminista Argentina).
A Momentos, que le brindó premios a Graciela Dufau en los festivales de Chicago y Huelva, le siguió Señora de nadie, título surgido luego de que a sus 32 años, el matrimonio de una década con Carlos Miguens llegara a su fin. Dejó de ser "la señora de Miguens para convertirse en la señora de nadie". Las fotos de juventud sorprenden, ambos eminentemente bellos, como salidos de un cuento de hadas, viviendo una historia de amor sincero pero que trocó su fin en aras de la libertad. La historia de Leonor (Luisina Brando), como la típica mujer de clase media urbana, que vive el derrumbe al descubrir que su marido la engaña, fue estrenada el 1 de abril de 1982, en el cine Ambassador, pero el film pasó desapercibido ante el comienzo, al día siguiente, de la guerra de Malvinas. Había pasado cinco años luchando con la censura del Ente de Calificación Cinematográfica para llegar a las salas argentinas.
Todas las historias desarrolladas por Bemberg tienen un denominador común: mujeres arriesgadas que experimentan en sus ansias de libertad una suerte de muerte civil al salirse de los lineamientos que impone la sociedad patriarcal. La sumatoria de las muertes que viven en carne propia como consecuencia de sus decisiones, desde la simbólica a la física, todas ellas "ejemplificadoras", tienen su síntesis perfecta en Camila, historia que estaba en los pensamientos de la directora inmediatamente el día después del estreno de Señora de nadie. No era difícil intuir su interés histórico en esta heroína trágica, ya que añadía a los acontecimientos reales un lejano vínculo de su familia con Felipe Elortondo y Palacios, por entonces deán de la Catedral de Buenos Aires y uno de los instigadores de la persecución rosista. Resultaba entonces muy difícil sostener la acusación de plagio que el poeta Enrique Molina trabó sobre Bemberg en base a su novela Una sombra donde sueña Camila O’Gorman (la Justicia falló en favor de la directora). Tampoco hubo dudas en elegir a Susú Pecoraro para interpretar a la joven de alcurnia cuyo romance con el cura Ladislao Gutiérrez desató una tormenta política que terminó con la muerte de ambos. La pareja romántica con Imanol Arias aseguró junto a la alta calidad del conjunto el éxito que la acompañó.
Pero seguramente pocas de sus obras sean tan personales como Miss Mary, con su retrato del cambio de paradigmas de la alta burguesía argentina, film que culmina con una estampa que la directora conocía muy bien: el 17 de octubre de 1945. Julie Christie compone a la gélida institutriz inglesa que convive en un verano con los rituales familiares signados por la represión: "Me hubiera gustado seguir estudios sistemáticos cuando era joven. Envidiaba a mis hermanos que iban a colegios. Nosotras, por ser mujeres, recibíamos clases particulares. Seguíamos a papá y a mamá en sus viajes de negocios. Era triste depender de esas gobernantas que llevaban una vida tan gris. Eran personas que no se sentían a gusto con la servidumbre, pero que tampoco pertenecían al salón. Miss Mary fue en cierto modo un homenaje a esas mujeres a las que se les pagaba para querer a chicos ajenos", confiaba Bemberg al siempre magistral Hugo Beccacece para LA NACION Revista, en 1990.
A la represión del Estado (Camila) y de la familia (Miss Mary) sumará la de la Iglesia en su poderoso retrato de Sor Juana Inés de la Cruz con Yo, la peor de todas inspirada en Sor Juana o las trampas de la fe, de Octavio Paz, que hace foco en los últimos años de Juana Inés de la Cruz cuando debe abjurar de la creación poética sólo por el hecho de ser mujer. La inolvidable labor del fotógrafo Félix Monti, la ambientación de Esmeralda Almonacid, el vestuario de Graciela Galán y los diseños del afamado arquitecto polaco Voytek consiguieron la atmósfera ascética pero envolvente necesaria para el film donde una religiosa y poeta –interpretada por Assumpta Serna– entra en conflicto con la autoridad eclesial pero tiene plena comunión con Dios, "No hay retórica en el film de Bemberg, que respira Dios y poesía", señaló un crítico italiano luego de su exhibición en el Festival de Venecia.
Tres años después del estreno de Yo, la peor de todas llegará su última película, titulada De eso no se habla. Un film muy especial, adaptado del cuento de Julio Llinás por la directora y el guionista Jorge Goldenberg: "Un contenido esencial para el ser humano: la soledad, la pasión, la soberbia, la libertad y el destino", definió María Luisa a su obra con aires de fábula. Los detalles de este trabajo se actualizan en el sensible documental de Tomás de Leone Un sueño hermoso –disponible en Cine.Ar Play– que reconstruye el derrotero de su protagonista Alejandra Podestá. En otro documental, Yo recuerdo, a Marcello Mastroianni se lo ve bailar con Podestá, de cuyo personaje se ha enamorado, y cuyo enanismo es el secreto al que alude el título del film. "Ubiqué esa escena justo después del momento en el que él ironiza sobre la etiqueta del "latin lover", dijo la realizadora de Yo recuerdo, Ana María Tató, a LA NACION cuando lo presentó en el Festival de Cannes en 1997.
Ya enferma, aunque con una voluntad indoblegable, dedicó sus esfuerzos a terminar el guion de El impostor, basado en el cuento homónimo de Silvina Ocampo, que finalmente dirigió su entonces asistente de dirección, Alejandro Maci. Dos meses antes de su muerte, por intermedio de sus hijos, donó al Museo Nacional de Bellas Artes su pinacoteca personal, integrada por veintisiete obras de arte rioplatense donde se anotan los nombres de Barradas, Figari, Torres García, Xul Solar y Pettoruti.
Junto con Leonardo Favio, el de Bemberg probablemente es uno de los nombres más trascendente del cine argentino y sobre cuya huella hoy pueden encontrarse las carreras de una innumerable cantidad de talentosas directoras que son parte de su lucha y su legado. En aquella entrevista en Función privada añadía: "Estamos terminando con la era patriarcal y estamos empezando otra. Yo no la voy a ver, porque es lento como movimiento históricamente hablando, pero el siglo que viene yo creo que las mujeres y los varones estarán en pie de igualdad. Entonces el feminismo morirá". Esa era la aspiración de su deseo y parte fundamental de la construcción de una poética cinematográfica que la erigió como la gran voz femenina del cine argentino.
Una vida marcada por los hitos del peronismo
La cronología dirá que la vida de Bemberg estaría marcada por dos grandes sucesos del peronismo: el 17 de octubre de 1945 y el destino del cadáver de Evita, después de 1955. En el contexto del primer movimiento popular de apoyo a Perón tuvo lugar su casamiento con Carlos Miguens, tal recordaba la cineasta a LA NACION y que con certeza rescata su biógrafa, Clara Fontana: "Los invitados llamaban preguntando: «¿Se van a casar de todos modos?» Otros informaban:«Cruzaron el Riachuelo. Van a incendiar Barrio Norte». El futuro marido, el arquitecto Carlos Miguens, era por entonces delegado de la Facultad de Arquitectura en el Centro de Estudiantes. La llamada de otro de los delegados lo tranquilizó y calmó también a la familia con una particular promesa: «Carlos, no te preocupes –le dijo–. Los compañeros de la universidad y del Partido Comunista vamos a ir a la Iglesia. Defenderemos a tu novia a balazos»". Bemberg y Miguens se separaron diez años después, y luego de tener cuatro hijos: Luisa, Carlos, Cristina y Diego.
A María Luisa Bemberg acaso se le deba también el rescate del cadáver de Eva Perón. Como es conocido, tras la Revolución Libertadora, el 22 de noviembre de 1955, un comando de marinos entró al edificio de la CGT y robó su cadáver embalsamado. Luego de muchas idas y vueltas, el cuerpo volvió a manos del teniente coronel Carlos Eugenio de Moori Koenig, quien exhibía el féretro a los visitantes de su oficina. Con pánico en el rostro, María Luisa Bemberg fue una de las víctimas involuntarias de la macabra exhibición y comentó luego lo que sucedía al capitán Francisco Manrique, quien a su vez informó a Pedro Eugenio Aramburu. Moori Koenig fue relevado y Aramburu decidió el denominado "Operativo traslado" que concluyó con la "cristiana sepultura" de Eva Perón en un cementerio italiano bajo nombre falso, durante 14 años.
El hogar, la mujer y el niño
En la última edición del Festival de Cine de Mar del Plata se proyectó Juguetes (1978), que junto con El mundo de la mujer (1972), son los únicos dos cortometrajes realizados por Bemberg. Depositada por la familia Bemberg en el Museo del Cine de Buenos Aires, la copia original de Juguetes en 16mm fue reparada y limpiada por los técnicos de la institución para poder ser proyectada, impecable, en el Teatro Colón de Mar del Plata. En el cortometraje, a partir de una encuesta realizada en la Exposición Rural en 1977 a niñas y niños de 9 y 10 años, se puede ver cómo los juegos y juguetes marcan las diferencias de género y en cierta medida condicionan el futuro.
El inolvidable Marcello
Hace un par de años, Jorge Luz rememoraba ante este crítico su encuentro con Mastroianni en De eso no se habla donde compuso al alcalde: "Fue un regalo del cielo. No puedo decir que existiera amistad pero teníamos mucha afinidad. Hablábamos mucho de teatro y yo le comentaba escenas enteras de Dos hermanos, dos destinos (Crónica Familiar, de Valerio Zurlini), ante su sorpresa. Tenía una humildad que la tendría que copiar mucha gente que se cree. Él no se la creía y si se la creía lo disimulaba bastante bien (risas). Una vez tenía que hacer una toma con él, hacía un calor espantoso y estábamos todos vestidos de pleno invierno. Marcello había terminado su parte en cámara y venía mi parte, el contraplano, para completar el diálogo. Le dicen que podía irse pero él no quiso que un técnico me marcara la letra y lo hizo él, a mi casi se me caen las medias. El último día de filmación había técnicos que lloraban al momento de darle un abrazo. La película se estrenó en Venecia y fueron para allá María Luisa Bemberg con Luisina Brando, se encontraron en el avión con Marcello y les dijo: "Buongiorno María Luisa, Buongiorno Luisina. Y Giorgio el alcalde, ¿qui fá?".
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