Sátira que se queda a mitad de camino
"Las mujeres perfectas" ("The Stepford Wives", Estados Unidos, 2004) Dirigida por Frank Oz. Con Nicole Kidman, Matthew Broderich, Glenn Close, Bette Midler, Christopher Walken, Roger Bart. Guión: Paul Rudnick, sobre una novela de Ira Levin. Fotografía: Rob Hahn. Música: David Arnold. Producida por Scott Rudin, Donald De Line, Edgar J. Scherick y Gabriel Grunfeld. Presentada por United Internacional Pictures. Hablada en inglés. Duración: 90 minutos. Apta para todo público.
Nuestra opinión: regular
El comienzo es prometedor: después de los títulos, una selección regocijante de viejas fotos publicitarias de electrodomésticos para la esposa ideal, las primeras escenas apuntan contra la televisión, más específicamente, contra el diseño despiadado de los reality shows. Joanna Eberhart (Nicole Kidman) es una productora en el pináculo de su creatividad y de su fama, en el momento de anunciar su nueva invención, "I can do better" ("Lo puedo hacer mejor"). Un matrimonio feliz es llevado a una isla y sometido a todo tipo de tentaciones sexuales para poner a prueba su sentido de la fidelidad. Se proyecta un adelanto de la serie. En él, un marido resiste, pero su mujer cede a los encantos del fornido demonio que le han asignado para apartarla del camino que conduce al lecho conyugal.
La escena es graciosa. La platea ruge de entusiasmo ante la exposición de Eberhart/Kidman. Sólo una persona se encuentra a disgusto: el marido abandonado, que se pone de pie y, mientras saca una pistola, sugiere de viva voz un nuevo entretenimiento televisivo consistente en matar al conductor del programa. Su puntería no es buena, pero las consecuencias de sus disparos resultan sabrosas: las autoridades del canal despiden a la agredida. Les gustan los escándalos, pero siempre y cuando afecten a los demás y no a ellos. A propósito: la expresividad de Nicole Kidman en la escena en que es echada de modo intempestivo demuestra una vez más sus extraordinarias condiciones de actriz.
Tras el prólogo, uno se prepara con ganas para disfrutar de una comedia inteligente, pero el filo comienza a mellarse, lamentablemente, muy pronto. Para ayudarla a reponerse del shock, el esposo de Nicole, Matthew Broderick, se muda con ella al Stepford del título, un barrio cerrado en el que todas las mujeres son perfectas, la conjunción de sonrisas, spray, consagración al hogar, tontería y polleras tableadas que, según el clisé, constituye el ideal femenino de los norteamericanos.
También este campo -como el de la TV, dejada definitivamente de lado- hubiera sido bueno para la ironía si el guionista y el director no se hubieran enredado en la adaptación del libro original de Levin, una trama de suspenso más previsible que tenebrosa, y si no se hubieran limitado al antipático retruécano chistoso que suele campear en las sit-coms como único recurso humorístico.
La conspiración de los varones de Stepford para transformar a sus esposas a su antojo no se desarrolla fluidamente en imágenes, cae en los trazos torpes y ñoños a los que Oz nos tiene acostumbrados y ni siquiera logra, más allá del tramo inicial ya narrado y de algunas réplicas insidiosas, pasajes relativamente divertidos, como los que tuvieron sus films anteriores "Bowfinder, el director chiflado", "La tiendita del horror" y "¿Es o no es?". Al final, quedan un regusto tibio y una moraleja previsible: quien busque la perfección no encontrará la felicidad. Hasta entonces, lo mejor habrán sido las actuaciones, sobre todo las de las chicas: también están muy bien Glenn Close y Bette Midler. Por su parte, Roger Bart le saca el jugo a su gay criticón e informal, al que Stepford también quiere transformar en esposa perfecta.
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