Salvar al rey, el documental que revela los escándalos por los que Juan Carlos I tuvo que renunciar a la corona española
Tiene tres capítulos y lo acaba de estrenar HBO Max; cuenta con gran cantidad de testimonios, audios y otras pruebas que no dejan bien parado al exmonarca, hoy retirado en Emiratos Árabes
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Salvar al rey (España, 2022). Dirección: Santi Acosta. Disponible en: HBO Max, en tres capítulos de 50 minutos cada uno aproximadamente. Nuestra opinión: muy buena.
Ahora que el tema de las monarquías europeas está en boca de todos, llega muy oportunamente este documental español dedicado a una figura muy polémica, Juan Carlos I, el rey que abdicó en 2014 en favor de su hijo, Felipe VI. Esa renuncia estaba cantada hacía rato: la prensa había ventilado durante años los escándalos relacionados con este singular heredero de la dinastía Borbón, hoy instalado en una mansión valuada en 11 millones de dólares de la Isla Zaya Nurai, territorio que pertenece al Emirato de Abu Dabi. Justamente alrededor de sus vínculos con países árabes a los que habría vendido ilegalmente armas españolas gira una parte de la trama de este documental de tres episodios, que recorre casi cuarenta años de reinado marcados por el constante desprestigio de un personaje clave de la historia política de la España contemporánea.
La elección del título Salvar al rey no es fortuita: esa fue exactamente la consigna a la que se ajustó toda la maquinaria del Estado español durante años para preservar a Juan Carlos del descrédito popular que él mismo provocó con muchas de sus decisiones y conductas. También colaboró un sector mayoritario de la prensa del país, renuente a perjudicarlo durante demasiado tiempo.
La protección para Juan Carlos involucró al propio servicio de inteligencia español, que organizó los encuentros del ahora rey emérito con sus amantes en lugares secretos. Relaciones que mantuvo estando casado con la Reina Sofía, enterada de esas infidelidades y también decidida a soportarlas para garantizar la llegada de su hijo Felipe a la Corona.
Así como mantuvo una doble vida durante muchísimo tiempo, Juan Carlos no fue para nada precavido para proteger su intimidad: la vedette Bárbara Rey, con la que tuvo un largo amorío, lo chantajeó con grabaciones de cámaras y micrófonos que instaló en su casa deliberadamente con ese objetivo que terminó consiguiendo. Se habló de un pago de 4 millones de euros para comprar su silencio y de un programa televisivo dedicado a la cocina que le ofreció la televisión de Valencia por pedido expreso del Rey aun cuando la actriz, que hoy tiene 72 años y está retirada, no sabía cocinar ni hablaba valenciano.
Tampoco fue gratis la noticia del accidente que Juan Carlos sufrió en Botsuana mientras cazaba elefantes en la selva de ese país africano acompañado por otra de sus amantes, la aristócrata alemana de origen danés Corinna Larsen. Corría abril de 2012 y España atravesaba una etapa de turbulencias políticas por el fuerte ajuste que había decidido el gobierno de Mariano Rajoy. Ese incidente fue una bisagra para buena parte de los medios y la sociedad española: Juan Carlos ya no gozaba de la misma impunidad que lo había beneficiado hasta entonces y pronto renunciaría a su trono.
Esa relación de más de diez años con Larsen le trajo problemas que todavía resuenan: la empresaria presentó una demanda contra Juan Carlos por acoso, seguimiento ilegal y difamación. Según ella, agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) español la amenazaron en Londres y Mónaco entre 2012 y 2020 para que no abriera más la boca. Al rey no le fue mejor con algunos de los hombres que fueron alguna vez sus más estrechos colaboradores, lobistas que cuando salieron a la luz algunos negocios turbios lo traicionaron; ni con su yerno, el marido de la infanta Cristina, Iñaki Urdagarin, estrella del handball devenido empresario corrupto.
A los testimonios de numerosos periodistas, políticos y exagentes secretos, el documental suma algunos de esos reveladores audios que empañan la imagen del exmonarca: “Me dicen de la Guardia Civil que ojalá aparezca muerto”, le dice con mucha frialdad a Bárbara Rey en una conversación telefónica cuando ella le pregunta casi en tono periodístico por la fuga del exdirector general de la Guardia Civil español Luis Roldán en 1994. Roldán estaba acusado de robar más de 400 millones de pesetas de “fondos reservados” y de haberse beneficiado de comisiones millonarias de obras adjudicadas por el Estado español gracias a la influencia de Juan Carlos. La cantidad de pruebas sobre los desaguisados durante su reinado es abrumadora. La tirante relación que mantuvo con dos de las grandes figuras del Partido Popular -Rajoy y su antecesor en el puesto de presidente del Gobierno de España, José María Aznar-, tenía que ver con esas desprolijidades, impropias de un hombre de Estado elogiado como pieza clave de la Transición española (un papel que, a propósito, el best seller de Javier Cercas Anatomía de un instante puso seriamente en cuestión).
En el documental también aparecen -como una de las columnas vertebrales de la investigación, de hecho- el testimonio y las cintas de Queca Campillo, una fotógrafa con la que Juan Carlos mantuvo otra relación amistosa y sentimental durante más de treinta años. El material que logró reunir Santi Acosta, conocido periodista de la televisión española que ideó y dirigió el proyecto, es tan contundente que HBO Max no titubeó en producirlo cuando recibió el ofrecimiento. “Fueron muy valientes al apostar por esta serie -dice Acosta-. Tuvimos el respaldo de tres despachos de abogados -uno español, uno británico y uno estadounidense-, así que todo lo que se dice en los tres capítulos tiene validez y veracidad”.
Hoy por hoy, el prestigio de este rey ya sin corona es muy escaso. Su historia de aval al franquismo -fue el propio dictador el que impulsó un nombramiento que en realidad le correspondía a su padre, Juan de Borbón, con el que el militar no tenía buen feeling-, la sucesión de escándalos que se fueron haciendo públicos y su retiro en un país, Emiratos Árabes Unidos, sin partidos políticos ni instituciones democráticas, no son pergaminos que ayuden. Con la excepción hecha de sus fieles defensores -los reductos más conservadores de la sociedad española- y de la monarquía británica, que hace unos días le envió una cordial invitación al funeral de Isabel II.
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