Salvador Dalí: su vida, su obra, su gran musa y una curiosidad
Lo primero que hay que decir sobre el nuevo documental dedicado a Salvador Dalí que llega hoy a los cines es que estamos frente a una verdadera rareza. Hace mucho tiempo que títulos de estas características permanecen alejados de la pantalla grande, limitados a lo que aparece como espacio natural para su difusión mediática. El dominio del documental como género se corresponde hoy a la televisión y a las plataformas de streaming.
La última experiencia de este tipo llegada a los cines argentinos fue Michelangelo infinito, en abril de 2019. Pero ese acercamiento a la figura de Miguel Ángel y a su magna obra exhibía una cierta impronta teatral a partir de sus constantes cruces entre el documental y la ficción. Podríamos explorar alguna línea muy sutil entre el "infinito" que se sumaba en el título de aquella producción italiana al nombre del pintor y escultor y el subtítulo que acompaña a la mención de Dalí en este documental que se exhibirá, en principio, durante solo dos jornadas (jueves 27 y sábado 29) en cuatro complejos de la cadena Cinépolis (Recoleta, Caballito, Pilar y Neuquén), en una única función diaria, a las 18.
Pero la diferencia salta a la vista a poco de iniciarse Salvador Dalí: en busca de la inmortalidad, dirigido por David Pujol y realizada por la fundación que lleva el nombre del artista. Para reforzar el carácter oficial del proyecto, el guion lleva la firma de Pujol y Montse Aguer, directora desde 2015 de los museos de la Fundación Gala-Salvador Dalí.
Aguer aparece como interlocutora del director durante todo el documental y guía del recorrido que durante algo más de una hora y media se hace por la vida y la obra de Dalí. De hecho, esta experta indiscutida en la obra de Dalí es hoy la máxima autoridad de los tres escenarios alrededor de los cuales giró la vida de Dalí y que constituyen la columna vertebral del documental: la Casa Dalí de Portlligat (Cadaqués), el Museo-Teatro de Figueras y el Castillo de Pubol.
De esta impronta se desprende lo más atractivo y lo menos sugerente de la obra, como suele ocurrir con todas las visiones "oficiales" de la trayectoria de un gran artista. De un lado tenemos el acceso casi irrestricto a lo mejor del arte de Dalí, retratos de familia, imágenes y videos de extraordinario valor documental, obras cuidadosamente elegidas y un acercamiento que sería imposible lograr de otro modo. Pero esa condición marca a su vez un límite: la posibilidad de asomarse a la obra de Dalí desde una mirada alternativa y hasta cuestionadora. La visión oficial cierra por definición la posibilidad de hacerse preguntas y de plantear interrogantes sobre alguna de las etapas de su obra.
Conjeturas aparte, la obra de Dalí es extraordinaria y el retrato documental que llevan adelante Pujol y su equipo cumple con las expectativas. La estructura del relato es bastante convencional, ya que sigue en sentido cronológico estricto la evolución de su vida y de su obra. Armada a partir de episodios breves, con títulos bien cargados de sentido, los investigadores exploran el lugar que va ganando Dalí dentro del movimiento surrealista, su relación apasionada (personal y artística) con Gala, esposa y musa a tiempo completo, el conflictivo vínculo con parte de su familia, los viajes (París, Nueva York) y el regreso constante, a veces pasajero y luego definitivo, a los tres puntos de referencia permanente de su vida, desde los cuales Dalí construye una obra que en el fondo no hace más que reflexionar sobre el sentido de la vida y el enigma de la muerte.
Tal vez haya que esperar para encontrarse con las instancias más atrayentes de esta investigación documental. Por un lado, las imágenes de aquéllos increíbles happenings y performances que Dalí compartía en los años 70 con residentes e invitados a su casa de Portlligat, que parecía siempre tener sus puertas abiertas. Por el otro, un extenso tramo final dedicado a los últimos años de la vida de Dalí, que desde la muerte de Gala decide vivir casi en penumbras, encontrando una tardía inspiración en teorías científicas y textos matemáticos. En ese ocaso, el documental muestra otro hallazgo: entre la música que Dalí elegía como calma y consuelo de esos tiempos dolorosos, las óperas de Wagner (Tristán e Isolda, sobre todo) se mezclaban con el tango Caminito.