Rumbo al mar: cómo fue el emotivo rodaje de la última aventura cinematográfica de Santiago Bal
Comienzo y final, debut y despedida, un camino por delante y el último saludo sobre el escenario. De todo eso trata Rumbo al mar, la película que llega hoy a los cines, pero también es la esencia del proyecto que la concibió.
El film que resultó ser el trabajo póstumo de Santiago Bal y a la vez el debut de su hijo menor Federico como actor de cine (Crímenes imposibles se estrenó antes, pero se rodó después), experimentó un largo recorrido desde que el guionista Juan Faerman escribió el primer tratamiento. "Sería el 2013 o 2014 cuando lo hice", le cuenta el autor a LA NACION. "Nació como un cortometraje y un amigo me alentó a transformarlo en largo. Yo vengo del palo del humor y no me sentía cómodo haciendo drama por lo que tenía muchas dudas y hasta prejuicios. Pero me gustó el resultado, y también era ir contra los prejuicios, algo que me parece fundamental siempre".
Mientras se gestaba la historia de Rumbo al mar, Santiago Bal pasaba por el peor momento mediático de su separación de Carmen Barbieri, y su salud lo obligaba a caerse y levantarse periódicamente, tanto que para ese entonces ya había atravesado dieciocho operaciones. A la par, con 24 años, Federico comenzaba a dejar de ser "el hijo de" gracias al "Bailando por un sueño", del que había participado en 2012. Igualmente, todavía veía como un sueño aplicar lo que había aprendido de cine, tanto estudiando en la Universidad del Cine (FUC), como siendo técnico de locaciones en películas como Un cuento chino, de Sebastián Borensztein.
Pero un día los planetas se alinearon, Juan y Fede se conocieron, se hicieron amigos, y el guionista, revisando papeles, encontró la historia de Rumbo al mar y se le ocurrió mostrársela. "Fue un locura del momento", dice Faerman. "Un productor me había dicho que el tema de ese guion era el casting, y eso me quedó resonando. Todavía no sé bien por qué le ofrecí hacer un drama a Fede, tampoco él tenía ninguna necesidad de tomar ese riesgo. Al principio le pareció medio delirante de mi parte, pero se lo compartió a Santiago y él se volvió loco, lo agarró de la solapa y le dijo ‘Fede, no podemos dejar pasar esta oportunidad'", asegura. Y así, por la intuición de alguien que sabía mucho, pero mucho de cine y espectáculos, la historia encontró a sus dos protagonistas.
"Te voy a dejar un legado"
Desde que se separó de Barbieri, y un poco antes también, Santiago Bal soñaba con trabajar en familia. Tal vez por su salud cada vez más golpeada, tal vez por ver crecer a su hijo en el mundo del espectáculo, intentando alcanzar una antorcha que alguna vez fue suya, quién sabe. Sea cual fuere el motivo el deseo era vibrante en él. Cómodo con el teatro de revistas, aquel encuentro lo imaginó siempre arriba de un escenario. Y aunque finalmente la unión se dio con su último espectáculo, Nuevamente juntos, un amor de revista, el cine llegó un poco antes, y tuvo mucho de revancha.
Luego de 18 películas, el capocómico se había despedido por voluntad propia de la pantalla grande en 1986 con Las colegialas se divierten, sin haber estado nunca del todo conforme con su recorrido artístico en el cine. Fede Bal coincide con Juan, y le cuenta a LA NACION el entusiasmo de aquel primer contacto de su padre con el guion de Rumbo al mar: "Ni siquiera tuve que convencerlo. Yo estaba haciendo temporada en Carlos Paz y cuando se comenzaron a dar las condiciones para hacer la peli, le mandé el libro y se enamoró. Lo leyó completo en media hora y me dijo: ‘Yo hace mucho que no hago cine, a mí me encanta el teatro pero el cine es tu gran pasión. Lo vamos a hacer por vos, porque te voy a dejar un legado. Tu primer película va a ser conmigo, y a la vez va a ser mi última película".
Rumbo al mar es una road movie que comienza en Tucumán, con un padre al que le queda un mes de vida y decide aprovecharlo viajando a Mar del Plata en moto con su hijo, con el que tiene una relación más bien distante. En el recorrido que toca Córdoba, Rosario, Buenos Aires y, finalmente, "La Feliz", los dos hombres se redescubren en sus individualidades a través del tiempo que comparten, sin golpes bajos pero con momentos de mucha emoción.
Si Julio y Marcos (los personajes) encuentran en la ruta un motivo para volver a conectar, Santiago y Federico no hicieron más que profundizar aún más la relación entre ellos. "Hay escenas muy íntimas. Julio le dice a Marcos ‘Bebé’, que es como siempre me decía él", recuerda el joven actor. "Papá improvisaba mucho delante de cámara, y los primeros días yo llegaba al rodaje nervioso y le decía, ‘Si esto va a ser así, yo tengo que prepararme de otra manera’, y él se reía y me contestaba ‘No, vos estás muy bien, lo que pasa es que yo tengo experiencia’. Hay momentos que quedaron en la película donde nos tentamos de verdad, porque él me cambiaba el diálogo, lo daba vuelta, lo mejoraba y me hacía reír mucho. Son momentos muy lindos".
Famoso por su exigencia profesional, Santiago Bal era muy consciente de lo que quería que fuera Rumbo al mar. Por eso, el clima distendido con su hijo, como también su cuidado por cada toma, se extendió a todos los aspectos del film, y también a sus responsables. Faerman -que ha desarrollado la mayor parte de su carrera haciendo reir- da un ejemplo que, asegura, no va a olvidar nunca: "Para mí era un prócer, era muy fuerte y muy significativo verlo haciendo mi guion, en un lugar dramático. Algo muy lindo, muy especial y a la vez muy raro. Me acuerdo que cada vez que me veía me agradecía, pero lo más gracioso fue que en un momento, por una cuestión operativa, me pidieron agregar una escena más en clave de comedia. Pero cuando Santiago la leyó, se enojó y me dijo: 'Juan, no te dediques al humor que no es lo tuyo'. Por suerte esa escena no quedó en el corte final, porque tenía razón, no iba".
Lo que vos digas se hace
No fue fácil para el actor -de entonces 82 años- atravesar las exigencias de un rodaje con locaciones tan disímiles; sin embargo, Santiago siempre manifestó una total predisposición. "Tomó mucho frío", recuerda hoy Fede. "Por momentos me dio mucho miedo porque la película tiene muchos exteriores, muchas filmaciones en la carretera, pero papá se la bancó como un campeón. Estaba dando todo de sí".
Y de entre tantas escenas atesoradas, elige una en particular: "Recuerdo una hermosa en Mar del Plata. Habíamos filmado en la escollera de la Bristol al atardecer, esa noche salimos a tomar algo con el equipo y me dijeron: ‘Es necesario volver a hacerla porque la luz no quedó bien’. A mí tampoco me había gustado nuestra actuación. El tema era cómo le decía a mi viejo de volver a hacerla a la mañana, porque habíamos tomado mucho frío y él lo sufrió mucho. Le golpeé la puerta de la habitación y le dije que sería bueno volver a hacer la escena al día siguiente a la mañana, me contestó: ‘No hay problema, me pongo el reloj a las cuatro y media, lo que vos digas se hace. Vamos ahora si querés’. Era tan lindo".
Santiago Bal falleció el lunes 9 de diciembre de 2019, sin haber podido ver Rumbo al mar en pantalla grande. Sí tuvo la oportunidad de verla junto a Carmen Barbieri en la casa de Federico. Y desde ese momento, cada vez que tenía que hablar del film o miraba el trailer se le quebraba la voz y se emocionaba hasta las lágrimas. Carmen también.
Para padre e hijo no fue una película más. No solo por la historia de ese hombre en el ocaso de sus días, tan cercana a la vida real, sino también por ese lazo invisible entre aquel que comienza y aquel que se despide, algo que atravesó tácitamente a padre e hijo desde aquel día que leyeron el guion y fantasearon con verla en la pantalla grande.
"Rumbo al mar significa algo hermoso para mí", concluye Federico. "Siento que hay un legado que él me da, un apellido que tengo que defender y una película que me abre la puerta grande del cine. Nunca supe que iba a partir antes del estreno, pero sabía que, por lo menos en la pantalla grande, iba a ser su último gran trabajo. Quería despedirlo como se lo merecía porque creo que los grandes se inmortalizan en el cine. Y estoy seguro de que eso va a suceder con él".
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