Rosaura a las diez: el enojo de Susana Campos, el humorista que dio el golpe y el regreso a Cannes, 66 años después
La novela de Marco Denevi se convirtió en una pieza codiciada por el mundo del cine, pero el escritor eligió que fuera Mario Soffici quien la llevara al cine
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“Yo me llevé la novela a casa, eran cinco ‘raccontos’ en la novela, que yo reduje a cuatro, modifiqué algunas cosas sin alterar el espíritu del libro. Es más: a Denevi le llamó la atención, y lo recordará para bien o para mal. Yo le dije: ‘No, Denevi, no me cambie usted el final ni cambie nada porque yo voy a hacer Rosaura a las 10 de Marco Denevi, el libro que ha sido premiado, no puedo traicionar a Marco Denevi, de modo que sea fiel al libro’”. Con estas palabras recordaba Mario Soffici la génesis de una de las traslaciones más felices de un libro a la pantalla grande de toda la historia del cine argentino. Porque Rosaura a las 10 es un gran libro y Rosaura a las diez, asimismo, una gran película, como certificaron desde un comienzo los espectadores que concurrieron en su estreno el 6 de marzo de 1958 al cine Gran Rex.
Dos meses más tarde, la película era aplaudida en el Festival de Cannes -lugar al que regresa ahora en la sección Cannes Classics, 66 años más tarde, en copia restaurada-, donde la Palma de Oro de ese año correspondió al entonces potente cine ruso con Pasaron las grullas, de Mijail Kalatozov; el mejor director fue Ingmar Bergman con Tres almas desnudas y el premio especial del jurado se lo llevó Mi tío, de Jacques Tati. Demasiados nombres para acceder a un premio o el privilegio dorado de integrar esa tan exigente selección. Aunque Sóffici provenía del más clásico modelo industrial del cine de la época de oro, su Rosaura a las diez se emparentaba con otro tipo de cine que, en nuestro medio, estaban alumbrando Fernando Ayala y Leopoldo Torre Nilsson y que se daría en llamar cine moderno en los textos de teóricos e investigadores, por sus nuevas búsquedas narrativas donde el manejo del tiempo y el punto de vista serán una marca preponderante.
Rosaura a las 10 fue escrita por un Marco Denevi de tan solo 32 años entre el primer día de julio y el último de septiembre de 1954 y con edición del sello de Guillermo Kraft llegó a las librerías en octubre de 1955. Fue un éxito de ventas e interesó de inmediato al mundo del cine; Atilio Mentasti, de Argentina Sono Film, se quedó con los derechos de un libro que también interesó a Vittorio de Sica para que fuera protagonizado por Renato Rascel. Pero los derechos ya estaban vendidos y, dentro de las opciones del sello, Denevi prefirió a Soffici por la especial admiración que tenía sobre su cine aunque en el proceso de la adaptación conjunta se vivieran varias desavenencias que el notable realizador de Prisioneros de la tierra zanjó en un pedido de confianza que obtuvo. Mucho se ha citado el quiebre del punto de vista en virtud de la previa existencia de Rashomon de Akira Kurosawa aunque las referencias son aún anteriores, según confesaba Denevi a LA NACIÓN el 5 de febrero de 1995: “A mí me parece que la estructura de la novela, esa sucesión de distintas versiones de los mismos hechos (copiada de La piedra lunar, de William Collins) traducida en imágenes podría resultar tediosa cuando no irritante. Rosaura... no era Rashomon”, escribía el autor. Aunque nunca reconocía influencias en su cine, es inevitable vincular a Rosaura a las diez con el mundo de seducción, progresiva sordidez y crimen que tenía Mala Mujer, de Fritz Lang.
La historia de Rosaura a las diez se resume en los sobres que van llegando, delicadamente perfumados, cada miércoles, a la pensión “La Madrileña” de Doña Milagros, donde se producirá el encuentro entre Rosaura y Camilo Canegato, el tímido restaurador de cuadros para una película que va desde el melodrama al policial con cuatro puntos de vista (Doña Milagros, David Réguel, Camilo Canegato y Rosaura). Para ese rol preponderante se dijo que Argentina Sono Film había ofrecido a Mirtha Legrand el papel, algo que nunca llegó a conocimiento de Soffici, quien sí había citado para la posible Rosaura a Beatriz Taibo, Elida Gay Palmer y Susana Campos. Para quedar en el horizonte del director, Gay Palmer mutó a una blonda cabellera pero no alcanzó para que Soffici olvidara la mirada de Susana Campos.
“Cuando me tocó Rosaura a las diez fue una profunda emoción, fue haber tocado el cielo con las manos en ese momento. Era una película muy ambiciosa, una superproducción de Sono Films, después... Era la película codiciada en ese momento por todas las actrices, creo que probaron a todo el país. Yo, que estaba contratada en Sono, me enojé muchísimo y además me enojé tanto, tanto, que pensé que la prueba no la hacía”, confesaba Susana Campos a la periodista Clara Fontana para el ciclo Historias con aplausos. El otro enorme hallazgo fue Camilo Canegato en el rostro del afamado cómico Juan Verdaguer que fue, quizás, el primer comediante de enorme fama en protagonizar un rol dramático en el cine argentino para un elenco que se completó con los nombres de Alberto Dalbes, María Concepción César, María Luisa Robledo, Amalia Bernabé y Miguel Ligero. Una producción en la que Soffici asumió un meticuloso rodaje que demandó a los estudios cuatro meses de intenso trabajo también desde lo técnico, por ser el segundo film nacional rodado en el sistema AlexScope (una adaptación local de Laboratorios Alex del Cinemascope), cuyo cuadro anamórfico prácticamente duplicaba al formato convencional. Fue un proyecto largamente acariciado por Sono desde que Mentasti rubricó con Soffici el contrato para realizar Rosaura a las diez, un 12 de abril de 1956, comenzado su labor en el set en junio del año entrante.
Dos años más tarde de esa firma parecía irreal que Rosaura a las diez se proyectara en Cannes, allí estaba Susana Campos, que asistió a la inauguración de un festival que contó con la presencia del príncipe Rainiero de Mónaco, de la princesa Grace Kelly, de Sophia Loren y Danielle Darrieux, entre centenares de estrellas. La delegación argentina estuvo integrada por Arturo S. Mom, delegado del Instituto Nacional de Cine, representantes de la Embajada Argentina en París, Atilio Mentasti y, brevemente, por Juan Verdaguer, quien al momento de ofrecerse un almuerzo en el restaurante La Napule para un centenar de invitados y luego un cóctel a la prensa en el Hotel Martínez, ya había abandonado el festival. El miércoles 7 de mayo de 1958 fue exhibida en dos oportunidades Rosaura a las diez, donde fue vista por un nutrido grupo de la crítica francesa que celebró su realización y donde se destacaron los análisis de Roger Regent, de Le Monde; Jacques Delfour, de L’Humanité y Denis Marian de París Journal. Sin premios, el inevitable radio-pasillo decía que tenía un muy seguro premio al mejor guion que, finalmente ante la protesta italiana de Césare Zavattini, el jurado otorgó a un film cuyas páginas habían sido firmadas por Pascquale Festa Campanile, Massimo Franciosa y Pier Paolo Pasolini para Giovani Mariti, de Mauro Bolognini.
Nombre fundamental del cine argentino, Mario Soffici -que había nacido en Florencia, el 14 de mayo de 1900 y murió austeramente en Buenos Aires el 10 de mayo de 1977- fue objeto del homenaje del 16° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Anotaba su entonces director, el crítico Claudio España, que luego de intentar una copia nueva en 35 mm. de Prisioneros de la tierra y de Barrio Gris, la imposibilidad de entonces de contar con un original en condiciones resumió en la copia nueva de Rosaura a las diez que se vio, espléndida, en el escenario del Teatro Colón de Mar del Plata. Con los años, aparecerían copias de Prisioneros de la tierra que hicieron posible su restauración por parte del Museo del Cine porteño con apoyo de la Martin Scorsese Foundation. Este capítulo añade la esperanza de la recuperación de una filmografía de un director fundamental pero que se desentendía de su leyenda, tal como respondía Soffici en Reportaje al cine argentino: “Hay que aclarar en primer término lo que se tiene entendido por ‘director’. Yo entiendo que el director es un narrador, un hombre que cuenta. Yo me encuentro frente a un problema y lo cuento. Lo cuento como yo siento”.
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