Ridley Scott, sobre la polémica por su film de Napoleón: “Una película no puede ser una lección de historia”
El director presentó en Madrid el film protagonizado por Joaquin Phoenix que llega este jueves a las salas argentinas
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El tan esperado Napoleón de Ridley Scott que se estrena este jueves en la Argentina llega envuelto en un excitante olor acre de pólvora y polémica. El cineasta se animó a tratar de meter la vida completa del corso en una película y claro, le quedó todo un poco acelerado (le presentan a la archiduquesa María Luisa y a la siguiente escena ya le entregan al hijo que tuvo con ella; Waterloo es un choque frontal en el que no se ven los combates por la granja de la Haye Sainte ni por el castillo de Hougoumont y en el que los prusianos llegan enseguida). Y con los apuros y el exceso de elipsis, quedaron afuera algunas cosas como la guerra de España entera, aunque es cierto que Bonaparte hubiera estado de acuerdo en correr un tupido velo sobre “la úlcera española”. No obstante eso y alguna licencia como mostrar al emperador al frente de cargas de caballería sable en mano en Borodino y Waterloo, donde sufría de hemorroides, Napoleón es un gran espectáculo, con batallas, sexo, húsares y hasta momias, y cañones, muchos cañones. El Napoleón de Scott no se mete la mano en la pechera sino que su gesto icónico es taparse los oídos al cañonear.
El director de 85 años que muestra en el film la influencia de Barry Lyndon de Kubrick (la luz de las velas, la música, el cuidado en el vestuario), está especialmente satisfecho de la interpretación de los protagonistas, Joaquin Phoenix y Vanessa Kirby (Josefina), pese a que alguna prensa francesa los comparó maliciosamente con Ken y Barbie (para adultos, con algún momento tipo cruce de piernas de Bajos instintos). “Si baja la mirada verá una sorpresa que no podrá olvidar, ciudadano general”). La respuesta de Scott (británico y sir) fue mandar a todos los críticos, especialmente a los franceses, al diablo. “Una película no puede ser una lección de historia”, recalcó ayer en una entrevista con el diario español El País en la que explicó que el modo en que retrata el vínculo íntimo entre sus personajes principales responde a un deseo de equilibrar el relato “para que no todo fuera acción militar, batallas, y para quitar un poco de trascendencia. Con Napoleón existe la tendencia a hacerlo todo muy solemne y aburrido. Buscamos un tono de humor en esas secuencias, que no traicionan lo que aparece en las cartas íntimas, algunas muy explícitas en cuanto al sexo. Estoy muy satisfecho también con la escena en que se mete debajo de la mesa y avanza en cuatro patas hacia Josefina. Ahí la actriz, Vanessa Kirby, no sabía lo que iba a hacer Joaquin y salió así, ¡salió muy bien!, ella es muy buena. Otra secuencia en la que introdujimos ese toque de humor fue en la del golpe de Estado del Brumario, cuando le caen encima ferozmente los diputados. Hay una gran violencia, pero también es cómica. La rodamos toda en una sola toma, con 8 cámaras”.
-La película no termina de decidirse por una visión de Napoleón. ¿”Matón corso” o generoso con el enemigo? ¿Maltratador -le pega un guantazo a Josefina en el acto del divorcio- o romántico? ¿Patán grosero -”Lástima que un hombre tan importante no tenga modales”, comenta el embajador de Inglaterra- o fino intelectual? (gran lector, fue miembro del Instituto de Francia y autor del Código Civil).
-Napoleón es corso y los corsos son muy duros. Tiene un carácter agresivo y carece de elegancia. Pero vuelvo a insistir en que era muy intuitivo, ese es su principal rasgo. También lo es la influencia de su madre.
-Fue un personaje que podía ser muy inspirador, ¿se identifica con esa cualidad de Napoleón usted que tiene en sus películas momentos como el monólogo de las lágrimas en la lluvia del replicante Roy Batty en Blade Runner, los del general Máximo en Gladiador o la arenga de Balian en Cruzada?
-Hay fuerza y bonitas metáforas en los textos de Napoleón, tenía momentos inspiradores. En cuanto a Blade Runner, la novela original de Philip K. Dick [¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?] ya tenía diálogos hermosos, con una melodía que sugería lo que había que decir en la película. Siento además una gran admiración por los guionistas. A propósito de Gladiador, recuerdo que cuando dije que iba a hacer una película sobre la Roma Antigua pensaron que sería un péplum de género. Se equivocaron.
-Ha hecho muchas películas históricas.
-El peligro al hacerlas es que no te des cuenta de que no pueden ser una lección de historia. Son películas. Los personajes deben dialogar normalmente. En Napoleón salió muy bien. Usé cuatro cámaras para rodar los diálogos y los actores se sintieron mucha comodidad para improvisar y con mucha libertad. Les avisé que estuvieran listos para cualquier cosa.
-Se nota la misma fascinación por la época napoleónica, los uniformes, las armas, que en su primera película, la inolvidable Los duelistas (1977).
-La fascinación sigue. ¿Sabe?, todo viene de Roma.
-Lo dice porque está con Gladiador 2.
-No, no, Napoleón sacó toda la inspiración de allí. Las águilas, la magnificencia de los equipamientos, la disciplina, el espíritu de cuerpo. También los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, por cierto. Es interesante ver todo lo que empezó en Roma, en la Roma imperial.
-Napoleón es una película de cañones.
-Era artillero, y eso se notó siempre. Lo sabía todo de los cañones. Cómo colocarlos y dispararlos, pero también cómo fundirlos. Es lo que muestro que hizo en el asedio de Tolón.
-Esa batalla es muy impactante, muestra un Napoleón muy humano, hiperventilando antes del combate, luchando cuerpo a cuerpo y al que le matan el caballo (episodio histórico) en una escena brutal. En total muestra cinco batallas, Tolón, Pirámides, Austerlitz (dando por buena la leyenda del desastre de los rusos y austríacos en el hielo), Borodino y Waterloo. ¿Cuál es el secreto para ofrecer una buena batalla en cine, usted que ha hecho tantas?
-Dibujarla antes. Yo dibujo y soy bastante bueno. Fui a una escuela de arte, me dio clases Lucian Freud, y tuve de compañero a David Hockney. Viví en Hartlepool, al noreste de Inglaterra, una ciudad muy industrial que me influyó mucho. Había un gran cine, el Odeón, y yo pintaba los carteles. Hice uno para Orgullo y pasión, de Stanley Kramer, que trataba de la guerra con los franceses, con Cary Grant, Sofía Loren y Frank Sinatra. Así que podría decirse que ese tema ya lo he tocado.
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