"Esta película es el resultado de una decisión irresponsable", admitió el director mexicano Alejandro González Iñárritu en febrero de 2016. Puede parecer un sincero examen de conciencia, porque antes de esa confesión ya no había mucho para esconder alrededor de lo que había sucedido durante el rodaje de The Revenant: El Renacido.
Entre otras cosas, la exposición de un grupo de actores (algunos de ellos celebridades mundiales) y un extenso equipo artístico y técnico a condiciones climáticas extremas que pusieron el riesgo la salud física y mental de todos. A eso se sumaron una serie de desbordes presupuestarios y varios cambios aplicados a la fuerza y sobre la marcha por esa suma de contingencias, algunas inesperadas. Planteadas así las cosas, entre 15 y 20 integrantes de la producción optaron por abandonar sobre la marcha el proyecto o fueron despedidos, hartos de soportar tantas adversidades. El rodaje resultó, de este modo, todavía mucho más accidentado.
Un ejercicio de superviviencia extrema
Pero la suerte ya estaba echada cuando Iñárritu aceptó sus culpas. La película había cubierto con creces todos sus propósitos, buscados o no. Un mes antes de la confesión del mexicano, The Revenant: El Renacido se había llevado tres Oscar después de sumar 12 nominaciones, incluyendo una como mejor película. Iñárritu obtuvo su segundo Oscar consecutivo como director (al año siguiente de haberlo ganado por Birdman) y se convirtió así en el tercer cineasta de la historia en alcanzar ese lauro detrás de John Ford y Joseph L. Mankiewicz.
Los otros dos premios tuvieron mucho que ver con la situación límite expuesta por el director. Leonardo DiCaprio, después de una larguísima e inexplicable espera, finalmente recibió la consagración de la Academia de Hollywood como mejor actor protagónico gracias a un papel tomado de la vida real, el de Hugh Glass, un avezado explorador y aventurero dedicado allá por 1823 a cazar animales y comercializar sus pieles en los indómitos y salvajes territorios del norte de Estados Unidos. DiCaprio contaría después que buena parte del rodaje lo colocó en situaciones que perfectamente pudo haber vivido en su tiempo el personaje que le tocó interpretar. Casos y cosas de un tiempo salvaje e indómito, pero que ocurrieron en pleno siglo XXI.
El Oscar restante, tal vez el más merecido de todos, se lo llevó Emanuel "Chivo" Lubezki,el extraordinario director de fotografía mexicano que logró portentosos resultados cumpliendo al pie de la letra el deseo del realizador de hacer todo lo posible para que la película tuviese imágenes registradas con luz natural, reduciendo al máximo el uso de efectos visuales. Esta idea fija de Iñárritu le abrió la puerta a las mayores complicaciones que enfrentó la película. Al depender tanto de un clima extremo, como se verá, las jornadas se extendieron (o se acotaron) casi sin fin, los planes originales quedaron inutilizados y el equipo debió enfrentar penurias y situaciones que por momentos resultaron insoportables.
Podría decirse, entonces, que ese rodaje convertido en un ejercicio de supervivencia extrema también contribuyó al éxito de la película. Y que Iñárritu sacó claras ventajas de todo lo que sucedió, por más que se haya arrepentido después de varias de las cosas que ocurrieron. Empezando por la obsesión del director de querer rodar en condiciones extremas de frío invernal en Alberta (Canadá) solo porque quería que el rodaje tuviera el mismo orden cronológico de la narración.
"Diría que la película es el feliz resultado de una muy mala decisión. De la irresponsable decisión que tomé. Pero a veces necesitamos algo así. Ser ingenuos y ciegos a la realidad. De lo contrario jamás nos embarcaríamos a hacer determinadas cosas. Quiero decir que no soy un idiota. Sabía todas las dificultades con las que nos encontraríamos. Pero estoy contento de haber tomado esa decisión irresponsable por más que las cosas pudieron haber terminado muy mal. ¿Se entiende lo que quiero decir?", fue la explicación de Iñárritu después de un triunfo que también se festejó en los escritorios de los ejecutivos de los estudios 20th Century Fox. Los caprichos artísticos del director extendieron mucho más allá de lo previsto el presupuesto inicial de la película, pero los 135 millones de dólares invertidos finalmente en la producción (al principio eran 95 millones) terminaron triplicándose en las boleterías de los cines de todo el mundo. Revenant: El renacido recaudó casi 533 millones.
"Todo lo que pasó fue algo muy parecido a cuando se consigue escalar el Everest sin que nadie muera en el intento, pero al mismo tiempo todos saben que algo así estuvo muy cerca de ocurrir", admitió Iñárritu. Los miedos extendidos entre los miembros del equipo y la sensación de inseguridad constante que los fue ganando se convirtió en una de las características fundamentales de la filmación, definida por un miembro del equipo técnico como "un infierno viviente" con temperaturas bajo cero. Todo en nombre de una pretendida perfección artística. "Valió la pena tanto sacrificio porque fue lo que llevó a que la película luciera realmente muy bien", es una de las frases que se le atribuyó al director.
Los productores se defendieron señalando que jamás estuvo comprometida la salud del equipo y del elenco, más allá de los previsibles desafíos de rodar en condiciones extremas entre la nieve, el hielo y las temperaturas heladas del invierno canadiense. Para filmar en remotas regiones de Alberta se contrataron especialistas entrenados en montañismo y en situaciones de supervivencia extrema, así como en tareas relacionadas con el riesgo de enfrentarse con la presencia de osos y otros animales.
Pero no fue solo ese frío varias veces multiplicado con temperaturas bajo cero lo que condicionaba el rodaje, ya que se reducían a la mínima expresión las horas de luz disponibles para que Lubezki cumpliera el deseo de despojar a la imagen de cualquier artificio. El cambio climático, según lo que reconoció un apasionado de esos temas como el propio DiCaprio, también influyó para que las cosas se complicaran todavía más con una situación imprevista de deshielo.
De Canadá a la Argentina
"La nieve empezó a derretirse ante nuestros ojos. Habíamos planeado filmar la escena final de la película en un lugar en el que supuestamente sobraba la nieve, pero eso de repente dejó de pasar. Por eso nos vimos obligados a interrumpir el rodaje en Canadá", reconoció en un momento el director. Las circunstancias obligaron a una mudanza igual de extrema, de Canadá al extremo sur de la Argentina. DiCaprio, Iñárritu, Lubezki y parte del equipo técnico y artístico llegaron a fines de julio de 2015 a Ushuaia y lograron en Tierra del Fuego durante una semana completar el rodaje siguiendo la cronología del propio relato.
DiCaprio fue parte central de esa experiencia de rodaje que estuvo al borde de lo imposible. "Participé de muchos proyectos muy ambiciosos como Titanic, pero la experiencia de The Revenant superó todo. Fue como estar en una aventura loca. En varios sentidos, creo que Alejandro estaba buscando algo parecido a lo que pasó con Fitzcarraldo. Quería entrar en el corazón de las tinieblas y creo que logró sumergirse en una experiencia que para él resultó completamente transformadora", reconoció el actor.
Las obsesiones de Iñárritu y su voluntad férrea de filmar contra viento y marea con luz natural forzaron una postergación inesperada de varias semanas, porque el clima no terminaba de acomodarse a los deseos del director. Esto llevó a otro de los protagonistas, Tom Hardy, a tomar una decisión tan extrema como la temperatura: debió renunciar al papel que en principio había aceptado en Escuadrón suicida para no perder la continuidad del rodaje, que se había postergado tanto hasta el extremo de superponerse con la otra película.
La obsesión de Iñárritu de aprovechar las poquísimas horas de luz disponibles cada día y seguir filmando cronológicamente extendió los tiempos del rodaje hasta lo insoportable. Y obligó a varios actores a rodar escenas previstas para una determinada temperatura ambiente a hacerlo con hasta 10 o 20 grados menos. "Todos estaban congelados. Los equipos empezaban a resquebrajarse. Llevar la cámara de un lugar al otro empezaba a convertirse en una pesadilla", admitió el director.
La obsesión de Iñárritu
En la crónica de rodaje publicada en The Hollywood Reporter se cuenta que en una escena Iñárritu había dispuesto que uno de los personajes debía ser arrastrado por la tierra helada completamente desnudo. Para prevenir sobre todo daños en la zona genital ordenó que se le colocara un traje protector de material plástico. "Fui muy considerado porque el actor era un excelente muchacho de 22 años. Todo el tiempo le pregunté si estaba bien", comentó el director. Pero del otro lado, miembros del equipo señalaron que cada vez que Iñárritu le hablaba, el actor tenía que prepararse para filmar la escena de nuevo. "Estaba dolorido por todas partes", agregaron.
Otra escena en la que un actor debía sumergirse en aguas heladas también desató una gran controversia. Integrantes del equipo denunciaron que ese actor debió usar un traje deliberadamente roto para evitar que quedara a la vista y que por esa razón tuvo que ser atendido por los médicos. El director asistente Scott Robertson desmintió las versiones y dijo que todos los días se hacían reuniones para debatir temas de seguridad. "No tuvimos ni un solo lastimado a pesar de todas las locuras de m... que se hicieron en el rodaje", replicó.
Otra obsesión de Iñárritu pasaba por la búsqueda de realismo. Se cuenta que en su vida de pionero en el siglo XIX, Glass devoró en una ocasión el hígado crudo de un bisonte. Y el director estaba decidido a reproducir ese momento en su película. El equipo había adaptado una gelatina para que DiCaprio (vegetariano asumido desde 1992) no tuviese problemas en simular el episodio, pero Iñárritu estaba decidido a que se comiera un hígado real. Y el actor aceptó el reto.
Así lo recuerda Emanuel Lubezki. "Estábamos filmando y de repente Leo se detuvo y dijo: 'Chicos, ¿tienen el hígado real?'. ¡Y lo hicieron! Fui a ver a Leo y le dije que estaba preocupado. 'Vas a morder esa cosa, está llena de sangre. Espero que no te sorprendas. ¿Estás seguro de que quieres probarla?'. 'Hagámoslo', me contestó sin dudar", le contó el director de fotografía a Vanity Fair. DiCaprio narró más tarde la experiencia. "Lo peor es la membrana que está alrededor. Parece un globo. Cuando uno la muerde, todo estalla en tu boca", dijo.
Comerse un hígado no fue lo único que tuvo que afrontar DiCaprio en esa búsqueda de realismo extremo. En un momento la cámara tenía que mostrarlo con las huellas de un visible deterioro físico. Para lograrlo, el actor debió someterse a sesiones de entre cuatro y cinco horas diarias con el equipo de maquillaje. Tenía que levantarse a las 3 de la mañana y dejar que le colocaran en el cuerpo 47 fragmentos prostéticos para simular heridas, cicatrices y daños corporales. Después de esa preparación empezaba un viaje de dos horas por caminos de ripio o tierra hasta el lugar del rodaje de esas escenas, alejado de toda muestra de civilización.
En algunas de esas escenas, DiCaprio tuvo que colocarse encima una inmensa piel de oso. En una de ellas se lo ve escapando a través de un río helado de un grupo de nativos y con la piel a cuestas. "Esa piel absorbe unos 22 litros de agua e inmediatamente se congela. Cada día de filmación era una nueva batalla contra el peligro de una hipotermia", reconoció el actor. Pudo evitar ese riesgo, pero al mismo tiempo padeció varios episodios de gripe y otras enfermedades virales.
Las complicaciones se mantuvieron hasta el final. Cuando Iñárritu y todo su equipo creían haber encontrado en Tierra del Fuego la atmósfera ideal para cerrar la historia, lejos de los problemas que habían soportado en Canadá, estaba escrito que una nueva desventura iba a aparecer. Lubezki armó un set en un pequeño valle cercano a la ciudad para registrar durante cinco días todas las tomas que faltaban. Allí había un río y paredes de hielo rodeándolo. Las condiciones parecían perfectas.
"El cuarto día, cuando pensamos que aún teníamos una jornada más para filmar, hubo una tormenta masiva en las montañas y una inundación repentina. Mientras filmábamos, el set entero fue desapareciendo. En tres horas y media ya no quedaba nada. Fue algo aterrador. Sabíamos que esa locación estaba perdida y no teníamos el final. Habíamos empujado la película para que llegara hasta la Argentina y estábamos a punto de perder también a la Argentina. Fue una pesadilla", reconoció Lubezki.
Hasta que, según propia confesión del director de fotografía mexicano, DiCaprio apareció con una idea salvadora. Los actores tenían que cruzar el río a caballo y no podían, porque la superficie se había desmoronado a causa de la inundación. Y el actor tuvo la ocurrencia de pedirle al director y a su fotógrafo que tomaran primero su rostro y luego registrarlo del otro lado del río que se había llevado todo. "Hicimos la primera toma –recordó Lubezki- y nos dimos cuenta de que Leo tenía razón. No podíamos dejar de besarle las manos. Leo no solo es un actor. Entiende cada herramienta y cada parte del proceso de hacer una película. Es un verdadero cineasta".
Nadie lo reconoció con esas palabras, pero el final de rodaje de The Revenant: El Renacido fue el resultado de una decisión muy responsable.
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