Retrato tan crudo como rutinario
Juegos prohibidos ( Alpha Dog , EE.UU./2006, color; hablada en inglés). Dirección: Nick Cassavetes. Con Ben Foster, Shawn Hatosy, Emile Hirsch, Justin Timberlake, Anton Yelchin, Sharon Stone, Bruce Willis, Harry Dean Stanton. Guión: Nick Cassavetes. Fotografía: Robert Fraisse. Música: Aaron Zigman. Edición: Alan Heim. Presentada por Pachamama. 105 minutos. Sólo apta para mayores de 18 años.
Nuestra opinión: regular
En 2000, un joven traficante llamado Jesse James Hollywood organizó con su grupo de amigotes el secuestro de un cándido adolescente para castigar a su hermano mayor, que demoraba en pagarle los 1200 dólares producto de una venta de droga. El episodio se prolongó demasiado, terminó en tragedia y todos los involucrados fueron a parar a la cárcel, con la excepción del chico de nombre estrafalario, que pudo escabullirse del FBI y sólo fue capturado cinco años más tarde en Brasil. El drama, que conmovió a la opinión californiana, es ahora recreado por Nick Cassavetes, quien al parecer tuvo acceso a los papeles de la causa.
Apoyándose en un grupo de vigorosos intérpretes juveniles, entre los que se cuenta Justin Timberlake, y en la popularidad de figuras como Bruce Willis, Harry Dean Stanton y una deliberadamente engrosada Sharon Stone, el cineasta armó esta ficción a la que intenta dotar de alguna urgencia intercalándole tramos de corte más o menos documental.
Así, todo comienza con un Bruce Willis cínico y displicente puesto en el papel de padre del entonces fugitivo (aquí rebautizado Johnny Truelove) y sometido a un reportaje de TV. Enseguida empieza la recreación de los hechos en forma de ficción y el cuadro que se presenta de ciertos suburbios acomodados de Los Angeles es desolador: juventud descarriada y entregada a una vida gangsteril donde lo único que importa es el placer inmediato y el derroche de adrenalina; padres apáticos o cómplices; cretinismo, lenguaje pobre y soez; bebida, sexo, droga, rap, y mucha violencia. El tono es el de un testimonio crudo y aleccionador acerca de los peligros que acarrea la irresponsabilidad de los padres respecto de la educación de sus hijos y el pésimo ejemplo que da una sociedad que por estar sólo atenta a lo material genera estas desbocadas manifestaciones de rebeldía. Nada que se aparte de la visión convencional, por mucho que Cassavetes quiera innovar con la pantalla dividida o los cartelitos que van enumerando a los testigos del episodio a medida que aparecen.
Que el cuento esté basado en una historia real no alcanza a volver verosímiles a personajes que exhiben tan pareja e inquebrantable necedad. Sólo en la incipiente relación entre el chico secuestrado y su "guardián" se percibe alguna humanidad reconocible, y eso se debe en buena medida al excelente desempeño de Anton Yelchin y Justin Timberlake, dos de los actores que escapan de la crispación modelo Actors Studio que luce la mayoría. Otro de los escasos aciertos es la elección de Ben Foster para el papel del temible Jake, cuyo descontrol produce la chispa que encenderá la tragedia. El resto es nervio y rutina.