Resurgir, una película melancólica y sugestiva con una gran actuación de Jennifer Lawrence
El estreno de Apple TV+ presenta a la actriz de Los juegos del hambre en el rol de una ingeniera militar que sufre un atentado en Afganistán
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Resurgir (Causeway, Estados Unidos, 2022). Dirección: Lila Neugebauer. Guion: Ottessa Moshfegh, Luke Goebel, Elizabeth Sanders. Fotografía: Diego García. Edición: Robert Frazen, Lucian Johnston. Elenco: Jennifer Lawrence, Brian Tyree Henry, Jayne Houdyshell, Han Soto, Neal Huff, Linda Emond, Stephen McKinley Henderson. Duración: 92 minutos. Disponible en: Apple TV+. Nuestra opinión: buena.
Resurgir es una película importante para Jennifer Lawrence. Con apenas 32 años, esta actriz nacida en Kentucky ya se ganó un lugar en la industria de Hollywood, particularmente por su rol en la taquillera saga de Los juegos del hambre y en X-Men: primera generación, también parte de otra saga muy exitosa. Pero como se nota que sabe que vale la pena apostar por una carrera que, además de buenos números, acumule desafíos y prestigio, se involucró directamente como productora de este film original de Apple TV+ que tiene la intención evidente de mostrar una faceta por la que ya había sido muy elogiada: un tipo de actuación discreta pero al mismo tiempo cruda, que probó con muy buenos resultados cuando tenía apenas 20 años en Lazos de sangre (2010).
Lawrence no tiene un estilo especialmente expansivo como actriz. Es más sugestiva que evidente, y parece más cómoda en películas que comparten esa moderación, como esta ópera prima de Lila Neugebauer, directora estadounidense que hasta ahora se había dedicado mucho más al teatro y solo había dirigido capítulos sueltos de un par de series. El entrenamiento teatral de la realizadora tiene su repercusión en la película: la dirección de actores es, rotundamente, uno de sus fuertes. Todos, también los secundarios de un elenco reducido, están muy bien, pero quienes se lucen particularmente son la Jennifer Lawrence y Brian Tyree Henry, el conflictuado y egocéntrico rapero Paper Boi de Atlanta, aquí en un rol diferente, el de un hombre de mediana edad quebrado por dentro que no encuentra a mano motivaciones para intentar recuperarse.
Hay toda una extensa primera parte de la película centrada en el personaje de Lawrence, una ingeniera militar que vuelve de Afganistán con serios problemas de salud luego de ser una de las víctimas de un sorpresivo atentado que le provoca un daño cerebral y una amenaza de quedar hundida en la depresión. Cuando vuelve a la casa de su madre, Lynsey no coordina bien sus movimientos, habla poco y muy pausado, parece todo el tiempo perturbada, ajena a su entorno. Una estampa habitual en ficciones producidas por un país con un grueso prontuario bélico, en cualquier caso. Lynsey insinúa con el cuerpo todo aquello que no dice con su voz, un mérito indiscutible de la actriz que interpreta el papel. No tolera depender de los demás, y es esa autosuficiencia la que complica un poco más las cosas con su madre, cariñosa pero dispersa, atravesada por la abulia de una vida modesta y poco glamorosa en New Orleans, la que es habitual en esos personajes grises y desangelados de la América profunda que también aparecían en Lazos de sangre y que son para Lawrence un terreno fértil para su investigación.
La película confía mucho en las interacciones de la protagonista con el puñado de personajes que la rodean: le concede un tiempo prolongado a cada escena y así va imponiendo su ritmo, su cadencia melancólica. Porque todo parece ser cuesta arriba para Lynsey, al menos hasta la aparición de James, un mecánico de automóviles que también arrastra el peso de sus traumas, relacionados con un accidente de tránsito y una progresiva afición al alcohol. El encuentro de esas dos almas en pena abre la puerta de una segunda parte de la historia en la que Lawrence va subiendo el tono de su actuación en fade hasta llegar a un desenlace donde logra conmover sin apelar a recursos que fuercen la emoción. Esa notable capacidad de control está en perfecta sintonía con los colores apagados de una película también muy contenida, narrada en voz baja, pero no por eso necesariamente fría.
Antes de vislumbrar un socio en James, Lynsey se topa varias veces con el ambiente festivo de New Orleans, ajeno a sus dolores internos. No encuentra en todo ese ruido nada de lo que necesita y la película explota bien ese contraste, logra transmitir con mucha eficacia la incomodidad de su protagonista con el mundo que la rodea. Lo que llega después es un remanso, la etapa donde por fin ella puede conectar con alguien. Las penas se anestesian con cerveza y marihuana, el ambiente se vuelve lánguido pero más llevadero y llega el momento de las confesiones íntimas y la catarsis, también alejado de la estridencia. Se arma un clima muy especial, de una cercanía difícil de pronosticar la primera vez que vemos a los personajes juntos, pero que se va afirmando gradualmente y finalmente termina ganando una intensidad vibrante que provoca equívocos y zozobras.
El arco de esa tensión sentimental se despliega con fluidez y naturalidad gracias al muy buen trabajo de los dos protagonistas. Cerca del sagaz epílogo de la historia, el vínculo entre ellos empieza a redefinirse y entran en juego el choque de expectativas diferentes, las torpezas involuntarias, los reclamos apoyados en el resentimiento… Resurgir eleva un poco el tono en ese clímax cargado de decepciones e igual se niega a entregar un final feliz al uso, pero no por la asimetría de su pareja protagónica. Simplemente porque no es una película de amor ni de redenciones, sino una que busca advertirnos con mesura sobre los peligros de la soledad.
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