Respect recorre la vida artística y personal de Aretha Franklin con inteligencia, apoyada en la interpretación de Jennifer Hudson
La biopic dedicada a la gran diva del soul no pasó por salas, pero se encuentra disponible en varios servicios de streaming
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Respect (Estados Unidos/Canadá, 2021). Dirección: Liesl Tommy. Guion: Tracey Scott-Wilson, Khouri. Fotografía: Kramer Morgenthau. Montaje: Avril Beukes. Elenco: Jennifer Hudson, Forest Whitaker, Marlon Wayans, Tituss Burgess, Audra McDonald, Marc Maron, Kimberly Scott. Duración: 145 minutos. Disponible: Movistar Play, Flow (alquiler), Google Play y Apple TV+. Nuestra opinión: buena.
Uno de los mayores desafíos a la hora de concebir una biopic musical es cómo anudar la vida y obra de un artista en un relato que sea fiel –en lo posible- a la esencia de su historia y a la impronta de su arte. En ese sentido, muchas películas se han limitado a la cronología de los eventos y al mimetismo de la interpretación –Ray (2004)-, algunas se afirmaron en un momento de la vida del personaje como metáfora de su legado –el recurso de Judy (2019)-, y otras asumieron algún riesgo, reinventaron al personaje a la luz de una mirada propia, como lo ha hecho Rocketman (2019) al convertir a Elton John en el corazón de un musical que él mismo podría haber imaginado (de hecho, produjo la película).
Respect combina varias estrategias: por un lado, sigue la cronología de la vida de Aretha Franklin desde su niñez hasta el pico de su popularidad con el lanzamiento de Amazing Grace, el álbum de góspel que resultó el más vendido de su carrera; por el otro, enlaza con inteligencia, y gracias a la impecable interpretación de Jennifer Hudson, el mundo interior de la artista, sus miedos y demonios, con su talento musical –marcado por algún atisbo de psicología-, atendiendo a los momentos claves de su carrera como arrebatos de creación. Solo en una breve escena de montaje podemos recorrer la seguidilla de discos que lanzó bajo el sello de la Columbia Records en el despegue de su carrera, pero a partir de allí la película se libera, y expone la gestación de una voz y una identidad debajo de los arreglos de una canción como “I Never Loved a Man (the Way I Love You)”, de la transformación de “Respect” en un hit, del alumbramiento de la Reina del Soul como un hito de la música del siglo XX.
Hay dos hombres que marcan la historia de Aretha Franklin, y la ópera prima de Liesl Tommy condensa alrededor de sus presencias los dos primeros actos en la vida de la cantante. El primero es su padre, el reverendo C. L. Franklin (Forest Whitaker), figura clave de la iglesia bautista en la zona de Detroit. Su liderazgo se expande de su familia a la congregación, y la omnipresencia en la vida de Aretha desde su temprana niñez –acentuada por la mudanza y posterior muerte de su madre- se convierte en uno de los ejes formales del relato. La casa de Detroit es una extraña mezcla de prisión y refugio, el germen de sus embarazos adolescentes, el sitio de despegue de sus “demonios”, pero también el espacio de encuentro con la militancia por los derechos raciales –es clave la presencia de Martin Luther King para su futuro activismo-, el amor por el góspel, la profunda creencia que fue decisiva en toda su vida.
Whitaker convierte al reverendo Franklin en un hombre complejo, nunca reducido a esa rigidez de su discurso sino temible y fascinante al mismo tiempo, lo cual explica la irrenunciable influencia en la vida de la intérprete. No ocurre lo mismo con el segundo hombre de la película, Ted White (Marlon Wayans), marido y representante de Aretha Franklin, pieza estratégica para su intento de emancipación que luego se convirtió en una nueva trampa. Acá la película se ve tentada de convertir el abuso marital en un eslabón para los saltos narrativos de la historia: las discusiones propician el regreso al hogar; los golpes y la nota en Times, la posterior separación. El vínculo con White, sus celos y arrogancia, adquieren mayor espesura cuando es la música la que se hace protagonista: la excelente escena de los arreglos de “I Never Loved a Man (the Way I Love You)” en el estudio de Alabama bajo el auspicio del productor discográfico Jerry Wexler (Marc Marron), o la exuberante gestación del riff de “Respect” al piano con sus hermanas.
En ese sentido, Hudson nunca busca imitar la voz y las expresiones de Aretha Franklin sino apropiarse de aquella personalidad para componer un personaje de ficción que nace de ese encuentro. Por ello los números musicales consiguen ser funcionales al relato y no tanto a la mística del fan –algo que termina afectando a una película como Bohemian Rhapsody- y reinventan la experiencia de esa aparición: el vestuario, el peinado, los coros y los arreglos que definieron el estilo de Franklin en escena. La película no la atenaza al marco histórico, pero entiende que fue un fenómeno de fines de los 60, momento en que logra el esperado hit, y hace confluir el crepúsculo de esa década –con el asesinato de Martin Luther King como termómetro- con la conversión de aquella niña que cantaba en la iglesia en la diva del soul.
Respect explora en su tercer acto una presencia aún más esquiva que la de los hombres que la condicionaron en su vida: la de su propio personaje. Diva, hija, mujer, creyente, Aretha Franklin se despliega en un tiempo propio, el de su personalidad y su música, el de un arte que todavía la mantiene viva.
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