Reina animal, un thriller distópico que refleja el clima de paranoia desatado por la pandemia
La película cuenta con un gran trabajo de Sofía Gala, protagonista central de una ficción en la que se revela sin tapujos la violencia implícita en la industria de la carne
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Reina animal (Argentina/2023). Dirección: Moroco Colman. Guion: Moroco Colman, Sofía Castells. Fotografía: Moroco Colman, Sol Lopatín. Edición: Moroco Colman. Elenco: Sofía Gala Castiglione, Chang Hung Cheng, Fernando Listello, Cristina Medina, Matías Jalil. Duración: 70 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: buena.
La idea de esta película se originó en tiempos de pandemia, cuando ya circulaban por todo el mundo diferentes teorías sobre el origen del coronavirus, una madeja de especulaciones -algunas asequibles, otras decididamente bizarras- que ayudaron a propagar tanto la informalidad corriente en las redes sociales como la tendencia actual a sentirse amenazado por conspiraciones fomentadas principalmente por la paranoia.
Se habló de contaminación de carne congelada, de la fuga del virus en un laboratorio de Wuhan, de aguas residuales, de una patología diseminada por murciélagos… Toda esa data desordenada y casi siempre sin fuentes confiables impulsó a Moroco Colman, un arquitecto y cineasta cordobés con dos largometrajes estrenados previamente -Fin de semana (2016) y La noche más larga (2021)- a pensar en un proyecto con características especiales: una ficción que aborde el tema del maltrato animal -uno de los argumentos que esgrimen muchos vegetarianos para militar en contra del consumo de carne- con una protagonista que se pueda involucrar de la manera más directa posible con el tema y una “producción sustentable” que implementara medidas de cuidado del medio ambiente durante el rodaje.
La elección para el papel principal fue Sofía Gala, una actriz siempre eficaz y que, además, se ha interesado en los nuevos hábitos de alimentación a partir de la experiencia que ha tenido con sus propios hijos. Ella es, a su manera, una dealer que, con la discreción que exige ese rol, distribuye carne robada a un precio atractivo para una clientela muy específica, sobre todo un supermercado chino controlado por un gran personaje de la película, el que interpreta con mucha gracia Chang Hung Cheng, un inmigrante asiático que vive en Argentina y no tenía ninguna antecedente en la actuación.
Toda la historia está atravesada por la precariedad que ensombrece el día a día de la vida urbana en los márgenes, se desarrolla básicamente en horas de la noche y en un escenario de corte distópico (el Mercado Norte, un espacioso edificio de la capital cordobesa construido en 1927 y declarado en 1972 Monumento Histórico Provincial, fue un claro acierto como locación). Después del golpe a la mandíbula del covid-19, las ficciones pesimistas arreciaron: si ya había desánimo por el rumbo del planeta, la multiplicación de muertes inesperadas y el rigor del confinamiento no hicieron más que aumentarlo.
En la película, que fue estrenada en el Bafici de este año, lo que se va perfilando de entrada como un thriller enfocado en la crisis y la supervivencia termina desembocando en una secuencia final de tono documental que pone al descubierto la sangrienta rutina de los mataderos. Ese epílogo es muy elocuente y no luce forzado, más bien sintoniza con el espíritu de toda la producción. Pero las personas más impresionables no lo pasarán del todo bien enfrentándose cara a cara con toda su crudeza.
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