Red Rocket: Sean Baker vuelve a retratar con maestría el ocaso del sueño americano desde el “patio trasero” de los EE.UU.
El director de Proyecto Florida cuenta la historia de un exactor porno que sueña con mudarse a California para comenzar de nuevo en el mismo momento en que se inicia la presidencia de Donald Trump
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Red Rocket (Estados Unidos/2021). Dirección: Sean Baker. Guion: Sean Baker, Chris Bergoch. Fotografía: Drew Daniels. Edición: Sean Baker. Elenco: Simon Rex, Bree Elrod, Brenda Deiss, Suzanna Son, Ethan Darbone, Judy Hill, Brittney Rodriguez. Duración: 130 minutos. Disponible en: HBO Max. Nuestra opinión: muy buena.
En 2016, el lema “Make America Gret Again” parece inundar el aire de varias regiones de los Estados Unidos. Es el caso de Texas City, ciudad a la que llega Mikey Saber (Simon Rex) una mañana de verano. Apenas con lo que lleva puesto se anima a golpear la puerta de Lexi (Bree Elrod), su exesposa y otrora compañera de los éxitos en el mundo del porno. Pero aquellas mieles del triunfo han quedado en el pasado, en la lejana California, tanto para Lexi como para Mikey, cuyo orgullo se alimenta de su fama de Internet y la gloria de viejos premios del cine para adultos. Las promesas de Trump agitan el ánimo de los lugareños desde la pantalla del televisor mientras Mikey ruega un lugar donde parar unas noches, promete conseguir empleo, y termina vendiendo marihuana a las strippers de un cabaret de ruta, durmiendo en el sillón de su suegra bajo el calor texano. Hacer América grande de nuevo es un sueño esquivo construido sobre los viejos fracasos.
Sean Baker vuelve a poner los ojos en esa zona de los Estados Unidos olvidada, el cinturón marginal de las grandes ciudades, el costado invisible de los pequeños pueblos, el apodado white trash sobreviviente de los progresos y las crisis. Lo hizo en Prince of Broadway (2008), a partir del retrato de un estafador callejero neoyorquino; en Starlet (2012), desde la periferia del negocio del porno en Los Ángeles; en Tangerine (2015), mediante la pesquisa de una prostituta despechada en las colinas de Hollywood, y en Proyecto Florida (2017), en la otra cara del sueño dorado de Disneyworld. Sus personajes son estafadores, proxenetas, actrices porno, prostitutas, todos outsiders cuya gracia nace de sus sueños rotos. Sus espacios son las rutas y los hoteles de paso, las casas prefabricadas y las tiendas de comida rápida, territorios de tránsito y búsqueda sin rumbo, con un cielo amplio que pesa sobre las cabezas de los que anhelan otra oportunidad.
Baker ha iluminado con su cine a aquellas criaturas que solo merecían niebla y oscuridad, los apartados del sueño americano, los marcados por la condena y el castigo. Mikey pertenece a ese ejército, escapado sin un dólar en el bolsillo de su Texas natal para perder junto a su acento también la gloria efímera que le regaló el cine porno. Con el paso del tiempo y la crisis del negocio llegaron las golpizas callejeras y el intento de sobrevivir a toda costa, pisando ahora los sueños ajenos. El destello de una nueva oportunidad asoma junto al pelo colorado y el rostro aniñado de Strawberry (Suzanna Son), una adolescente a la que descubre vendiendo donas en un negocio en la ruta, vivaz y con temprana sabiduría. “De los esclavos al petróleo”, resume Strawbery la historia de esa tierra que la vio nacer y de la que también espera escapar. Y para Mikey ese encuentro no es solo la puerta para volver a sentir la ilusión de la juventud sino también la oportunidad de compartir el viaje hacia el paraíso perdido.
Al principio egoísta y fanfarrón, Mikey se oscurece ante nuestros ojos sin perder encanto, sin desdibujarse en una caricatura. Es el primero en creerse ese discurso de la revancha que le debe la vida, como salido de un spot de la campaña presidencial. Sus miedos y debilidades se reflejan en silencios y miradas perdidas, en un egoísmo infantil que alimenta la crueldad. Baker nunca pierde el interés por su mundo, esquiva cualquier atisbo de desprecio o misantropía, refleja su comportamiento con atención a la historia que lo contiene, a esa geografía siempre presente, con su sol abrasivo y su existencia periférica. Mikey nombra una y otra vez a California como algo más que la tierra de las estrellas, allá donde se reinventó para la pantalla, donde mudó su persona en personaje, sino como el lugar donde ir a buscar una segunda oportunidad, siendo ahora el inventor de otros sueños, el creador de nuevos mitos como el que ha forjado sobre sí mismo.
Red Rocket utiliza con inteligencia esa mirada áspera sobre el presente desde sus mismos materiales efímeros, como lo hiciera en Tangerine con la puesta en escena digital que le permitía el uso de la cámara del celular. Las bravuconerías de Trump desde la pantalla del televisor como alimento del ego de Mikey; el heroísmo como construcción mediática que ofrece primero una trampa y luego una dignidad insospechada para Lonnie (Ethan Darbone), el trágico vecino de al lado; la familia de Londria (Judy Hill), la narco local, modelada en esa pantalla inmensa que asoma en su jardín, espejo de sus lealtades y su maternal autoridad. Todos los falsos espejos dibujan una tierra prometida para Mikey que solo existe en imágenes vacías, creadas sin pasado para luego desaparecer.
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